Una serendipia es ...

Una serendipia es un descubrimiento o hallazgo afortunado e inesperado. Así que espero que lo que aquí encuentres sea afortunado y útil para tu crecimiento, además que sea inesperado pues siempre se recibe todo gratamente cuando no tienes expectativas.

25 mayo 2011

Valora tu hambre

Puedes alejarte por completo de otros malos hábitos, pero comer es algo que haces todos los días.  Estás expuesto a la tentación todo el tiempo, así que no puedes simplemente renunciar a comer.  Tienes que trascender el deseo por la comida que hace que te enfermes.  Debes desarrollar nuevos hábitos y practicarlos por lo menos tres veces al día.   La comida no es algo de lo que puedas prescindir, comer es algo que todos tenemos que hacer. 

Súndardas escribe en una de sus canciones:

Dios nos dio pies para caminar aquí y allá.
Nos dio manos para realizar buenas obras para Él.
Nos dio oídos para escuchar su gloria, y nos dio ojos para que pudiéramos ver el camino hacia Él.
Nos dio una nariz para adornar el rostro y una lengua para cantar sus alabanzas.
Dios nos dio todo esto para un buen propósito;
pero este estómago, que Él también nos dio, es causa de gran pecado.

Una persona hambrienta es capaz de hacer cualquier cosa -incluso asesinar- para alimentarse a sí misma y a su familia.  Cuando una persona está muy hambrienta hace lo que sea.  Pierde la cabeza, pierde la razón.  Cuando sientes malestar en el estómago, tus pensamientos se vuelven muy negativos.  Una vez que el estómago se encuentra en mal estado, por lo regular tu estado mental también es terrible.

La comida juega un papel de vital importancia en la vida de todos los seres.  El hecho mismo de que haya vida significa que hay comida.  Es casi como si vida y comida fueran sinónimos.  Sin embargo, cuando la disciplina queda fuera de la ecuación, muerte y comida se vuelven sinónimos.  La misma comida dadora de vida puede convertirse también en causa de muerte cuando no hay disciplina en la alimentación.

Los hábitos alimenticios inadecuados ponen una carga pesada sobre el sistema nervioso.  El cuerpo no puede asimilar ni eliminar ciertos alimentos que recibe.   Lo creas o no, la causa principal de la pereza es la falta de disciplina en la alimentación.  Cuando se come sin disciplina todos los órganos internos se vuelven lentos por el exceso de trabajo.  Las consecuencias de esto son el desgano y la apatía.  Pereza del cuerpo, pereza de la mente, pereza del corazón -todo ello, por lo general, deriva de una alimentación absurda y destructiva.

La disciplina en la alimentación no solo se refiere a lo que comes.  También se refiere a cuándo comes, a cómo combinas los alimentos, y la elección de los alimentos que son buenos para tu cuerpo.  Cierta comida puede ser muy buena para otra persona, pero no para ti.  Necesitas descubrir qué es bueno para ti.

Cuando tu manera de comer deja de ser natural, entonces en lugar de ser medicina para el cuerpo, la comida se transforma en veneno.  Se supone que la comida debe ser medicina para el cuerpo.  Se supone que la comida es curativa, que tiene propiedades medicinales.  Pero cuando los hábitos alimenticios dejan de ser naturales, la comida se transforma en veneno.  Lo que está hecho para sustentar la vida se convierte en una amenaza para la vida.

La disciplina en la alimentación no tiene nada que ver con estar gordo o delgado.  No nos referimos al aspecto del cuerpo.  Una vez que hay disciplina en la alimentación, de manera natural y automática tu cuerpo se verá y se sentirá como debe.  No obligues a tu cuerpo a verse como piensas que debería verse.

Para que tus prácticas espirituales den fruto, la disciplina en la alimentación es crucial.  Cuando no te importa cómo comes, cuándo comes, qué comes ni con quién comes, entonces tus practicas también se vuelven infructuosas. 

Hay un dicho popular que a menudo malinterpretan.  El dicho es: "Tu estómago primero y luego el Señor".  La gente interpreta que primero debes llenarte el estómago y luego que el Señor cuide de sí mismo.  Pero el significado de este dicho es que primero debes cuidar bien tu estómago y mantenerlo en orden.  Si tu estómago está en buenas condicions, el Señor vendrá y Él mismo habitará allí.  La disciplina en la alimentación se vuelve natural en ti una vez que te das cuenta de que el Señor mismo es quien digiere la comida.

Para seguir la disciplina en la alimentación, para hacer de ella un ritual sagrado, puedes tomar en cuenta los siguientes pasos:

- Asegurate de tener hambre antes de comer.
- Cuando te sientes ante tu comida, ofrece una plegaria al Señor
- Mira tu comida y respétala, considerala como un regalo de Dios.
- Reflexiona sobre el valor de la comida y por qué quieres comer.
- Familiarízate con tu estómago y rinde homenaje al fuego interior divino que va a digerir la comida.
- Lleva tu mente y tu corazón a un estado muy feliz, recordando todo lo bueno que hay en tu vida, contando todas las bendiciones en tu vida, recordando historias felicies.  Que haya risa.
- Ofrece la comida a Dios con el sentimiento de que con cada bocado estarás alimentando al Señor.
- Cada bocado de comida que lleves a tu boca debe ser masticado y masticado hasta que se convierta en una masa, luego lo tragas.
- La comida que ingieras debe ser ligera para digerirse con facilidad, hermosa a la vista y nutritiva en sus efectos.
- No bebas agua con la comida, a menos que sea absolutamente indispensable para tragar lo que estás comiendo.
- Es mucho mejor comer en silencio para que las energías del cuerpo no se dispersen.
- Cuando todavía queda un poco de hambre en el estómago, dejas de comer.

El hambre, en su sana proporción en muy buena.  Debes aprender a reconocer que es, de hecho, hambre de Dios.  Si ahogas el hambre cada vez que se te antoja, matarás tu hambre de Dios.  No querrás extinguir el fuego del hambre de Dios.  Es invaluable.  Si tienes hambre de Dios, cuídala.  Eres muy afortunado.  Si la dejas arder, se convertirá en hambre por la Verdad.  Esta hambre es muy satisfactoria, esta hambre es lo que mantiene tu corazón en el corazón de Dios.  Esta hambre de Dios es lo que te sustenta, incluso más que la comida.


Swami Chidvilasananda


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