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Una serendipia es un descubrimiento o hallazgo afortunado e inesperado. Así que espero que lo que aquí encuentres sea afortunado y útil para tu crecimiento, además que sea inesperado pues siempre se recibe todo gratamente cuando no tienes expectativas.

07 enero 2015

La historia de Winston

Por Germán Dehesa..1 de enero de 1991

La culpa de todo la tiene mi amigo Toño que es más ocioso, metiche y manolarga que Hussein, de Iraq.  El fue el que se lo encontró tirado agonizante en el camellón de Avenida Universidad a la altura de "El Globo'' (para que luego no digan que no doy detalles precisos).

Ahí estaba hecho bolita, tirado en el pasto y a punto de exhalar su último aliento de colibrí. Ya es tiempo de aclarar que el héroe de esta historia es un diminuto colibrí.
En la inmensa mano de Toño, la damnificada avecilla apenas parece una motita de plumas de la que surge una larga aguja negra. Con tal morfología, la respiración boca a boca, no resultaba factible. Era obvio que el animalito se moría de frío y de hambre.

Lo primero fue proporcionarle calor a través de emisiones de vaho autóctono provisto por el propio Toño. La segunda medida que se tomó para evitar la muerte del pajarillo fue ponerle un nombre.
Es cosa sabida que los seres anónimos mueren con mayor facilidad que aquellos que ya cuentan con esa especie de ancla existencial que es un nombre.

Para mayor seguridad, el agonizante recibió nombre y apellido, se llama: Winston Manjarrez. Si uno es colibrí y se llama Winston Manjarrez prácticamente ya no se puede morir. El puro peso del apellido lo mantiene a uno adosado a la realidad.

Me consta que a partir de tan feliz bautizo, Winston Manjarrez ha ido mejorando día con día en manos de la señora Toño López Viuda de Manjarrez, su dignísima madre.

Winston, como buen colibrí, tiene absoluta debilidad por las sustancias edulcoradas: agua con azúcar, jarabe de granadina, discursos de Colosio, etcétera.  Los consume con verdadera fruición y, gracias a tan balanceada dieta, poco a poco ha ido recuperando sus fuerzas y, de hecho, hace unos cuantos días se manifestó dispuesto a iniciar sus prácticas de vuelo.

Las clases de aeronáutica, estabilidad, vuelo rasante, en picada, barrilete y frenajes súbitos han sido la parte más dramática de la educación del susodicho Winston Manjarrez.

Es una bestia. Las primeras veces que fue colocado en un librero y gentilmente empujado al vacío, cayó como costal de papas. Hubo que pasarle los videoteips de la última visita papal para lograr reanimarlo.

En posteriores intentos, Winston ha ido logrando algo parecido al vuelo. Ustedes imagínense cómo volaría una avioneta construida en la plomería ""La Hormiga'' y así vuela el alumno Manjarrez Winston.

Ahorita está quitadazo de la pena cómodamente instalado en el cable de los focos del camerino "El Unicornio''. Desde ahí nos mira con evidente desprecio, luego voltea a ver a su madre Toño con ostensible ternura y yo, a mi vez, lo miro y de algún modo entiendo que, para nosotros no hay mejor alegoría del Año Nuevo, de la esperanza renacida, que el bueno y fino Winston Manjarrez. Salud!

1 comentario:

  1. ¡Qué bonito! :-) Me recordó a la prosa de García Márquez. Un beso y gracias por compartir.

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