Una serendipia es ...

Una serendipia es un descubrimiento o hallazgo afortunado e inesperado. Así que espero que lo que aquí encuentres sea afortunado y útil para tu crecimiento, además que sea inesperado pues siempre se recibe todo gratamente cuando no tienes expectativas.

06 julio 2015

Orinoco

"Florido estaba el lino. Sus doce flores daban gracias al sol y a la lluvia, muy contentas con todo. Sus doce flores eran algo lindísimo. Y unas tijeras, de repente, vinieron haciendo un ruido horrible, cric, crac, cric, cruc, crac. Y decían: "se acabó, se acabó, se acabó". Y cortaron las doce flores y las echaron a un costal.

-Así es la vida, así es la vida exactamente.

-Pero decían las flores: "¿Se acabó? ¡No! Falta lo más hermoso todavía. Y las echaron al unos tanques, y las molieron pobrecitas, y las volvieron fibras. ¡Y las tejieron! Y luego fueron una tela preciosa, de varios metros, que estaba al sol tendida y la rociaban y la envolvían con mucho esmero. Y de repente, llegaron otra vez las tijeras, cortándolas en pedazos, cric, crac, cric, cruc, crac, se acabó, se acabó se acabó.

-Claro, si la vida es así, exactamente así.

Los pedazos decían: "No. Falta lo mas hermoso todavía" . Vino una aguja entonces, y los picó. Y traía un hilo atrás, por supuesto. Picó y picó y picó. ¡Y de pronto ya estaban doce camisas! Doce preciosas camisas de lino. Se las ponía un señor que las llevaba a fiestas, las manchaba de vino y cosas exquisitas. Y luego las lavaban y las tendían al sol y a la lluvia, al sol caliente y a la lluvia fresca...

Ahora fue el uso, Ahora fue el tiempo. Se fueron gastando, se luyeron, se rasgaron... Y en un costal se las llevo el ropavejero, y al echarlas al costal les decía: "se acabó, se acabó, se acabó".

Pero allá en el costal, ellas decían: "No. Falta lo mas hermoso todavía”.

Las llevaron a un gran tinaco. Las echaron allí, con otros trapos. Y las volvieron pulpas. Y la pulpa cayó en unos rodillos. ¡Y se volvió papel! Y allí salieron doce pliegos del más fino papel de lino, doce pliegos que se llevó un escritor, un poeta precioso que decía todo lo que es más bello y lo que es más cierto y lo que es más bueno, y lo decía muy bien. Allí lo dejó escrito, en los doce pliegos de lino. Que se fueron a las imprentas y los copiaron y los leyeron en el mundo. ¡Los doce pliegos eran famosos! Volvieron a su casa, siempre de tantas letras hermosísimas, pero también de... manchas de imprenta y de grasa... Se quedaron en un rincón honorable de la biblioteca...

Vinieron los ratones, y las polillas. Y dejaron el manuscrito que deba lástima. Y una noche hubo que echarlo al fuego. Y las llamas decían: "se acabó, se acabó, se acabó". Así es la vida, así es la vida exactamente.

Pero allí, sobre los carbones, quedaron doce chispas. Y subieron en un impulso de aire caliente, por el tubo tan negro y sucio de aquella chimenea, y salieron así a la noche, en torbellino, doce chispas rojas que dejaron atrás el humo y empezaron a confundirse con las estrellas. Y las doce decían: ¡no se ha acabado nada, falta lo más hermoso todavía!


Fragmento de la obra de teatro Orinoco, de Emilio Carballido

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