Sea en el vacio de la tela de un pintor, en el silencio entre las notas de la música, en el suelo libre para un nuevo jardín, en el abrirse a lo desconocido del científico que explora nuevas hipótesis, en una estantería sin usar en un armario, o en algún tiempo libre de tu agenda, necesitas espacio para actuar efectivamente, para bailar con tus compañeros, y para tener espacio alrededor de tus reacciones emocionales.
Sin embargo, la mayoría de nosotros, yo incluido, tendemos a guardar tanto como sea posible en cualquier lugar disponible: closets, horarios, presupuestos, relaciones e incluso en la propia mente.
Por ejemplo, al estar últimamente enfocado en relajarme y rejuvenecerme después de tener algunos problemas de salud, se me hace dolorosamente obvio lo mucho que mi mente está llena de temas de trabajo: los pequeños detalles de las tareas por hacer, los problemas a evitar, las oportunidades que aprovechar siguen apareciendo en mi conciencia llamando mi atención. Para una amiga mía, el papel tapiz de su propia mente, como ella dice, es la ruminación constante sobre sus problemas de salud.
Las culturas pueden atiborrarse también. Por ejemplo, cuando fui a Australia, parecía que la mayoría de la gente operaba aproximadamente a un 85% de su capacidad, a diferencia de mi experiencia con los estadounidenses (como yo) que corremos lo más cerca del 100% posible. Así que cuando te encuentras con australianos que conoces en la calle, ellos se dan el tiempo para quedarse ahí y hablar contigo, y se dan el tiempo en sus propias vidas para el ocio, la reflexión y la creatividad.
Recuerda la taza: su valor está en el espacio, en el vacío que es capaz de sostener.
¿Cómo?
¿Cuál es el "papel tapiz" de tu propia mente - las preocupaciones diarias que la llenan como la maleza tomándose el jardín? Los sospechosos de siempre incluyen a las preocupaciones recurrentes, los problemas en el trabajo, los resentimientos y los remordimientos. Trata de estar más atentos a ellos y de desengancharte antes cuando comienzan a tomar todo el espacio. Dirige tu atención hacia algo positivo e interesante, y luego trata de enfocarte en este tema.
A veces estás atrapado con una tremenda lista de tareas por hacer (he estado allí… ups, ¡todavía estoy aquí!). Pero al menos vacía la lista más rápido de lo que la llenas con nuevas tareas.
Crea espacio entre el término de una cosa y el comienzo de otra. Por ejemplo, después de enviar un correo electrónico, toma un respiro antes de responder otro; cuando terminas de lavar los platos, date una pausa; en una conversación, permite que el final de uno de los temas resuene por un momento antes de lanzar otro; toma tiempo de verdad para almorzar.
Bota las cosas que ya no puedes seguir arrastrando. A nivel del mar, puedes correr con un ladrillo en la mochila, pero si estás en haciendo senderismo en una montaña, ese ladrillo no puede seguir ahí. Del mismo modo, la mayoría tenemos algunos hábitos, indulgencias, ideas, resentimientos, o fijaciones que alguna vez estuvieron OK, pero ahora – en distintas circunstancias (como tener más responsabilidades, tener una familia o envejecer) te están agotando y deben irse. ¿Cuál es tu propio ladrillo? ¿Qué ganarías sacándolo de tu mochila?
Explora la práctica de no-agregar como una forma de restar, de vaciar: no responder automáticamente en una pelea... no presumir que sabes la respuesta correcta... no asumir un nuevo compromiso... no sumar otra autocrítica más...
Disfruta el vacío en las formas que te hagan sentido: tal vez en el silencio de la noche cuando todos duermen menos tú, una página en blanco en tu diario, la escucha atenta de un amigo, el mesón de la cocina vacío cuando comienzas a cocinar (personalmente me encanta éste), una ventana en tu horario, el espacio entre los pensamientos cuando tu mente se calma y se aquieta, o un sábado sin planes en absoluto.
O una taza esperando pacientemente el té.
Rick Hanson
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