Una serendipia es ...

Una serendipia es un descubrimiento o hallazgo afortunado e inesperado. Así que espero que lo que aquí encuentres sea afortunado y útil para tu crecimiento, además que sea inesperado pues siempre se recibe todo gratamente cuando no tienes expectativas.

12 agosto 2015

Quejarse, quejarse, quejarse...

Se requiere un espíritu disciplinado para soportar la vida de claustro en el Monasterio del Montserrat en España. Uno de los requisitos fundamentales de la orden benedictina, que lo gobierna, consiste en que los jóvenes iniciados deben hacer un voto de silencio. Esto se conoce como el voto de obediencia según la regla de San Benito.

Las oportunidades para hablar se limitan a una cada dos años, y en ese momento solo se permite a los iniciados en el monasterio decir dos palabras.

Uno de los jóvenes iniciados en esta orden religiosa benedictina, que había completado sus primeros dos años de entrenamiento en el servicio a Dios, fue invitado por su superior, el Abad, a hacer su primera presentación usando solo dos palabras.
“Comida terrible”, dijo el joven.

Dos años después se extendió nuevamente la invitación a compartir dos palabras. El joven uso este foro para exclamar, “Cama incomoda”.
Al llegar a la oficina de su superior dos años más tarde proclamó, “Yo renuncio”. El superior miró al joven monje y le dijo, “Sabes, no me sorprende ni un poquito. Todo lo que usted ha hecho desde que llegó es quejarse, quejarse y quejarse”.



Numerosos estudios han comprobado que lo que sale de nuestros labios afecta nuestras relaciones y a nosotros mismos. Los que decimos construye o destruye. Las palabras tienen un enorme poder. Sin embargo, lo natural en el ser humano es dedicar más tiempo a palabras negativas que positivas. No se requiere ninguna disciplina o ética para proferir insultos o criticar negativamente. Pero, en cambio, se requiere intencionalidad y disciplina para poder edificar con nuestras palabras, para ver lo positivo en lo negativo y para construir cuando es necesario evaluar o criticar.

Si como el monje benedictino usted pudiera articular dos palabras cada dos años, ¿cuales serían? Sea brutalmente honesto consigo mismo. Si tiene dudas grabe una hora de sus conversaciones y luego haga un sencillo análisis de contenido e identifique cuantas palabras de corte negativo comunicó en ese lapso.

Es sabido que cuando estamos tensos, preocupados o somos sorprendidos por la urgencia, un conflicto o una crisis, lo que comunicamos verbalmente es quienes somos realmente. Usando la analogía del iceberg, lo que los demás conocen de usted y de mi corresponde a ese "yo" público que aflora en el 10% del tempano visible sobre la superficie. Pero, lo que usted realmente es se esconde en el 90% de su tempano bajo la superficie, oculto a la vista de todos, excepto cuando reacciona ante personas o circunstancias estresantes.

Si nos auto-evaluamos objetivamente encontraremos que el problema no esta fuera de nosotros, no es culpa de nuestros padres o entorno de crianza. Hay influencia es cierto, pero usted y yo somos adultos y sabemos que tenemos la capacidad de reconstruir nuestro lenguaje y conducta sin repetir los mismos errores de quienes nos criaron o influyeron en nosotros.

En otras palabras, cada uno de nosotros tiene el potencial de dejar de ser víctima de personas o circunstancias, cambiando intencionalmente los hábitos que heredamos para adoptar otros más saludables. Ni usted ni yo somos clones, sino seres humanos con alma, cuerpo y Espíritu. Somos los únicos responsables de como vivimos y nos relacionamos con los demás y con nosotros mismos. Cuando nos permitimos que las personas y las circunstancias nos definan, nos encadenen, entonces hallamos la verdadera integridad entre lo que somos realmente y lo que proyectamos a otros.

Pregunta a tus interlocutores sobre lo que realmente quieren decir con lo que te comparten. No saltes a conclusiones, ni juzgues a quien te habla. Este es inicio de la disciplina que te ayudara a cambiar integralmente.


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