Una serendipia es ...

Una serendipia es un descubrimiento o hallazgo afortunado e inesperado. Así que espero que lo que aquí encuentres sea afortunado y útil para tu crecimiento, además que sea inesperado pues siempre se recibe todo gratamente cuando no tienes expectativas.

29 septiembre 2015

Los errores no son fracasos



Allá por los noventas, Pedro era oficial naval junior en un buque australiano.  Parte de su entrenamiento demandaba la evaluación de sus habilidades de navegación para ser certificado.  Una noche estaba a cargo de la cabina de mando durante un recorrido a alta velocidad por  la Gran Barrera de Arrecifes de Queensland, Australia. 

Esta es un área muy peligrosa porque si usted pierde el rumbo por unos cuantos minutos, es decir el ángulo con el norte del punto donde nos encontramos a otro al que queremos ir o que nos servirá de referencia, su barco puede encallar en un arrecife.

Pedro perdió el rumbo en su compás y aunque brevemente, pudo restablecer su posición se dio cuenta de que tenía que actuar.  Por lo tanto, ordenó que el barco se detuviera por completo y que llamaran al capitán que estaba durmiendo en su camarote.

El capitán subió al puente, dio instrucciones a Pedro sobre cómo ponerse en curso nuevamente y se fue de vuelta a dormir. Cuando termino su turno, Pedro reflexionó sobre lo que había ocurrido.  Él sabía que este fracaso podría atrasar su certificación como oficial naval al menos de seis a doce meses.

Al día siguiente, el capitán lo llamó a su cabina. Para sorpresa de Pedro, el capitán le entregó su certificación como aprobado.
Pedro le dijo “Pero yo fracasé.”

El capitán replicó “Usted hizo exactamente lo correcto. Usted reconoció que había perdido el rumbo en su compás, detuvo el barco y me llamó. Lo único que me permite dormir por la noche es saber que mis oficiales toman buenas decisiones. No puedo dormir si ellos piensan que son perfectos y que nunca cometerán un error”.


En nuestra cultura competitiva, las certificaciones tienen mucho peso especialmente cuando queremos avanzar en nuestra carrera u oficio.  Un currículo impresiona a menudo por la cantidad de certificaciones y experiencia que nos califica para la posición a la que aspiramos.  Lo sé porque por mucho tiempo di mucha importancia a mis títulos académicos, certificaciones, y experiencia profesional.  Me sentía orgulloso de mis logros y de haber alcanzado mis metas.  Pero francamente, lo que aprendí en la academia me sirvió de poco para la vida. De hecho aprendí más de mis errores que de mis aciertos.

El éxito no consiste en lo que habla el mundo de mis logros, currículo, publicaciones, o cartas de recomendación laboral.  Tengo currículo pero eso es completamente superficial de cara a lo que realmente he necesitado aprender en la vida real.  Cuando estudiamos a fondo la vida de quienes consideramos exitosos en la ciencia, las artes o los negocios descubrimos consistentemente cuántos fracasos precedieron su éxito.  Einstein, Edison, Buffet, Jobs, Penney, Cezanne, Lincoln solo para mencionar algunos "famosos" lucharon con grandes desventajas y cometieron muchos errores y fracasaron muchas veces antes de alcanzar sus sueños.

La cultura presenta el éxito como si se forjara a punta de atajos y suerte.  El verdadero éxito requiere humildad para aprender de nuestros fracasos para que se conviertan en oportunidades para madurar emocional, intelectual y espiritualmente.  Cuando nos creemos dioses, nuestro orgullo nos impedirá crecer y madurar.

Jesús modeló esto de manera vívida a través de sus enseñanzas y su propia vida. Exento de orgullo aunque pudo haberse jactado de ser hijo de Dios prefirió humillarse y aprendió obediencia. Sus prioridades fueron primero cultivar relaciones y luego su misión, no obstante paso dos terceras partes de su tiempo de ministerio desarrollando a un grupo pequeño de seguidores, y solo una tercera parte cumpliendo sus tareas como predicador, profeta y sanador.

Si aprendemos a conocernos, a ser auténticos, a vivir con propósito, con claras prioridades cada error que cometamos, cada fracaso que experimentemos será una ventaja para madurar y tener éxito a la manera de Dios.


Proverbios 18:12 (NVI)
"Al fracaso lo precede la soberbia humana; a los honores los precede la humildad."

En nuestro entorno diario hemos pervertido el significado del fracaso. Nos avergüenza haber tenido fracasos y procuramos ocultar toda evidencia de ellos fabricando una nueva máscara sobre nuestras inseguridades y temores. Si no cometemos errores, si no fracasamos nunca aprenderemos. Debemos verlos como oportunidades no amenazas. Debemos aceptar con humildad que somos imperfectos, que no somos dioses, sino seres humanos perfectibles con un Dios que nos ama a pesar de sentirnos inadecuados e incompetentes. Siempre hay nuevo comienzo cuando nos rendimos a Dios y aprendemos a levantarnos con El de cada caída que inevitablemente experimentaremos.


24 septiembre 2015

Deseos


Para las religiones occidentales, el acto de desear --salvo que se trate de la mujer ajena-- no suele constituir de por sí un pecado. En el Zen no existe el pecado, tal como se lo entiende de este lado del mundo, pero, si lo hubiera, desear sería uno de los capitales.

En la acción de desear, para el Zen, se halla la raíz de la infelicidad humana.

Dicen que en el pecado está el castigo, y el castigo de desear --aquí sí hay una referencia occidental-- está acertadamente representado en el tormento de Sísifo.

Tal como lo ilustra el mito helénico, desear implica empujar una pesada roca hacia lo alto de una colina... sólo para verla rodar cuesta abajo al alcanzar la cima.

El desdichado proceso se repite una y otra vez, y aún así no aprendemos.

Sísifo lo hacía obligado por una espantosa condena. Nosotros lo hacemos por voluntad propia.

Sabemos que la roca regresará al mismo lugar desde donde empezamos, y sin embargo volvemos a empujarla con nuestro próximo anhelo.

Reconocer la estafa de los deseos, ver lo absurdo del inmutable ciclo que nunca termina, es el primer paso para librarnos de un vicio que en sí mismo conlleva el escarmiento.

El segundo paso para librarse del yugo de los deseos es comprender que el ego desea porque es parcial, incompleto. Su naturaleza es carente, y por lo tanto siempre deseará. Está hecho de esa manera, para impulsarnos a actuar.

Si no deseáramos, no actuaríamos. Y si no actuáramos, no habría más teatro, no habría más diversión. Así que el ego cumple una función importante en este juego.

Pero si nos identificamos con el personaje que estamos representando, si olvidamos que el teatro no es real, el juego deja de ser un juego y se transforma en un infierno de anhelos insaciables. Se convierte en el inframundo donde Sísifo cumplía su castigo.

Cuando uno toma conciencia de que está montando una comedia, puede en cualquier momento bajar del escenario y reencontrarse con el alma, con la esencia, que es total y completa.

Eso es lo que somos en realidad. Somos el actor cuando no está actuando.

Ese es nuestro verdadero lugar. Un lugar donde no existen los aplausos, ni los gritos, ni las risas ni los llantos del teatro, porque hay silencio.

Donde no existen los deseos, porque estamos conectados con la abundancia.

Donde nada necesitamos, porque lo tenemos todo.



22 septiembre 2015

Profundo respeto


Emil Zátopek fue un gigante del atletismo especialmente en las carreras de larga distancia. Entre sus triunfos figura aun hoy el haber sido la única persona en ganar medalla de oro en los 5000 metros, los 10000 metros y la maratón en los Juegos Olímpicos de Verano de Helsinki, Finlandia, realizados en 1952. Aparentemente su participación en la maratón fue una decisión de último minuto.
 

En 1968 el corredor australiano, Ron Clarke, visitó a Emil en su hogar en la Antigua Checoslovaquia. Emil respectaba las habilidades de Ron, quien había rotó muchas de las marcas de Emil pero que había tenido una serie de incidentes que habían perjudicado su desempeño.

En la ciudad de México, Ron sufrió una enfermedad derivada de la altitud y casi muere en la pista. Por ello, a pesar de su prestigio por haber roto las marcas mundiales en atletismo nunca ganó una medalla de oro olímpica.

Los dos corredores se hicieron amigos y al despedirse en el aeropuerto de Praga, Emil le dió un abrazo a Ron y le entrego un pequeño paquete en su mano al tiempo que le dijo “esto es porque te lo mereces, no porque seamos amigos. Abrelo cuando llegues a Londres”.

Ron empezó inmediatamente a preguntarse qué habría en el paquete. ¿Era contrabando? ¿Era un mensaje que Emil quería sacar a Occidente? Una vez que el aeroplano despegó Ron fue al baño para abrir el paquete. Cuando lo desempaco encontró con su nombre y el día inscrito en su interior, la medalla oro olímpica que Emil recibió al ganar la carrera de 10.000 metros. Ron se sentó allí mismo y empezó a llorar.


No estamos acostumbrados a la generosidad especialmente viniendo de aquellos que han obtenido triunfos sobresalientes. Decimos que la cumbre del éxito es un lugar solitario porque el éxito como el mundo lo concibe te cambia, te vuelve competitivo, desconfiado y egoísta.

Sin embargo, tener éxito en cualquier ámbito no es lo mismo que alcanzar grandeza. La grandeza se gana solo con autenticidad e integridad. Zátopek era esa clase de persona aun antes de que el éxito lo consagrara mundialmente en 1952. Vivía en un país comunista donde su fama se usaba para hacer propaganda, pero eso tampoco lo cambio. El sabía la diferencia entre lo temporal y lo permanente. Una de las características de la grandeza es que quien la alcanza sabe estar presente en la vida de otras personas y expresar su amor y respeto por otros aunque hayan competido para derrotarte.

No hay verdadera amistad sin sacrificio, sin grandeza. El gesto generoso de Zátopek por su amigo Clarke no surgió de la lástima o la compasión, sino de un profundo respeto por alguien que merecía reconocimiento más allá de lo que el mundo es capaz de dar.

No debería desvelarnos tener éxito a la manera del mundo, eso solo nos volverá más vacíos espiritualmente y secos emocionalmente. Un alma generosa es grande porque cada vez que da recibe más de quien es dueño de todo y nos ve con amor incondicional.

En esta generación la falta de respeto es la norma. Aun sin conocer a alguien previamente puedes ser tratado irrespetuosamente, incluso cuando quien es irrespetuoso depende de usted como cliente. Pareciera que cuando hacemos un favor, esto se convierte en una carga para quienes los piden y lo reciben. No pretendo que ignoremos lo que pasa en nuestra cultura, pero si quiero retarlo a que no sigamos la corriente, sino que hagamos una diferencia una persona a la vez adoptando como valor la grandeza, estando presente en la vida de otros y mostrando profundo respeto por quien lo merece y lo necesita.

Que Dios presente oportunidades para que nos ejercitemos en ganar grandeza mostrando profundo respeto por Dios y su creación.

18 septiembre 2015

Simplemente enciende tu luz

Cuando alguien te insulta, o te reduce a una cosa,
Cuando te dan un consejo que no solicitaste,
Cuando te echan la culpa por su dolor,
Cuando no te escuchan, y sólo hablan de ellos mismos,
Cuando te comparan con los demás,
Cuando te ignoran, invalidan, juzgan o se burlan de tus pensamientos y sentimientos.


Detente. Respira.

Recuerda que es su dolor, no el tuyo.
Recuerda que ellos están soñando el único sueño que pueden soñar hasta que despierten.
Recuerda que no te conocen a ti, sólo a su propia fantasía.

Tal vez a ellos les resulte demasiado difícil amarse a sí mismos.
Tal vez ellos busquen su valía en el exterior.
Tal vez ellos estén desconectados de su aliento, de su cuerpo, de su preciosa vitalidad, de su verdadera vocación.
Tal vez ellos viven en un mundo dualista donde hay bueno y malo, correcto e incorrecto, éxito y fracaso.
Tal vez ellos olvidaron la simple alegría de vivir.
Tal vez tú entiendas esto.
Tal vez tú has estado donde ellos han estado.

No trates de cambiarlos ahora. Quizás nunca cambien.
No intentes corregirlos. Ellos no están pidiendo ser corregidos.
Cuanto más presiones, más se alejarán de ti.
No te enredes en su urdimbre de tristezas.
Ve con claridad, incluso ten compasión, pero no presiones.

Está bien que ellos se sientan molestos. En verdad que sí.
Dales espacio para que se sientan molestos.
Está bien que se sientan decepcionados de ti.
Dales espacio para que se sientan decepcionados.
Está bien que te juzguen. Abre un espacio para sus juicios, también.

¡Dale cabida a tus propios pensamientos y sentimientos!
Permítete sentirte triste, enojado, culpable, desconfiado.
Deja que todas esas valiosas energías te bañen por dentro.
No te harán daño, si les permites moverse.
Sí, conocerás a muchos guardianes en este viaje.
Recorre tu camino de todos modos, y permite que los demás recorran el suyo.
No tienes que justificar tu camino, ni defenderlo.
Mantente cerca de ti mismo en estos tiempos difíciles.
No luches contra la oscuridad; no tiene ningún poder de todos modos.
Simplemente enciende tu luz.

- Jeff Foster

11 septiembre 2015

Mi mirada

Mi mirada es nítida como un girasol.
Tengo la costumbre de ir por los caminos mirando a la derecha y a la izquierda,
y de vez en cuando mirando para atrás…
Y lo que veo a cada instante es lo que nunca había visto antes,
y me doy cuenta muy bien de ello…
Sé sentir el pasmo esencial que siente un niño, si al nacer,
de veras reparase en que nacía…
Me siento nacido a cada instante a la eterna novedad del Mundo…

Creo en el mundo como en una margarita porque lo veo. Pero no pienso en él
porque pensar es no comprender…
El mundo no se ha hecho para que pensemos en él (pensar es estar enfermo de los ojos),
sino para que lo miremos y estemos de acuerdo…

Yo no tengo filosofía, tengo sentidos…
Si hablo de la naturaleza, no es porque sepa lo que es, sino porque la amo, y la amo por eso,
porque quien ama nunca sabe lo que ama ni sabe por qué ama, ni lo que es amar…
Amar es la eterna inocencia, y la única inocencia es no pensar…

Fernando Pessoa


08 septiembre 2015

El tren perdido...

Hay muchas personas que tienen la sensación de que han perdido un tren importante en su vida.
Otras tienen la sensación de que hay un último tren para ellas y no quieren perderlo.
Por supuesto, imaginan que ese tren les llevará a la felicidad, a través de un trabajo, una pareja, un lugar...

La sensación del tren perdido produce mucha angustia. La de que te queda un último tren y lo puedes perder, produce mucha ansiedad.

La sensación puede ser tan fuerte que se puede convertir en pesadilla nocturna en la que perdemos algún medio de transporte importante.
 

Las dos son engaños de la mente, del ego, al que le encanta imaginar un futuro mejor y salvador y, al mismo tiempo, teme perderlo.
 

No hay tren que coger o perder.
 

Sólo vivir el ahora, con plena conciencia y aceptación. Vivir el viaje que estamos haciendo ahora, en vez de vivir en supuestos trenes perdidos o en supuestos trenes que nos tienen que llegar.

Yolanda Calvo  

07 septiembre 2015

El leñador



Había una vez un leñador muy fuerte que pidió trabajo a un mercader de madera y lo obtuvo. El salario era realmente muy Bueno así como las condiciones laborales. Por esas razones el leñador estaba  determinado a dar su mejor esfuerzo.

Su patrón le dio un hacha y le mostró el área donde debía laborar.

El primer día, el leñador cortó 18 árboles.

 “Felicidades,” le dijo su patrón. “¡Sigue así!”

Muy motivado por las palabras de su patrón, el leñador se esforzó más al día siguiente, pero solo pudo cortar 15 árboles. Al tercer día se esforzó aún más, pero solo pudo cortar 10 árboles.  Día tras día cortaba menos y menos árboles.

“Debo estar perdiendo mi fuerza”, pensó el leñador. Entonces fue donde su patrón  y se disculpó diciendo que no podía comprender lo que estaba pasando.

- “¿Cuándo fue la última vez que afilaste tu hacha?” le preguntó el patrón.

-“¿Afilar?" - respondió el leñador - "No tengo tiempo para afilar mi hacha. He estado ocupado tratando de cortar árboles…”


Cualquier parecido con nuestras vidas no es una mera coincidencia.   Hemos creado una cultura alrededor de mantenernos ocupados, definiendo quienes somos a partir de lo que hacemos que perdemos la perspectiva sobre lo que es importante mientras permanecemos esclavos de lo urgente.

A veces estamos tan ocupados que no tenemos tiempo para afilar el “hacha”.  Hacemos más pero producimos mucho menos cada vez.  En la cultura de hoy, la mayoría parece convencida de que estar ocupado nos hará más felices, pero realmente es todo lo contrario. Más es realmente menos.

¿Por qué no nos detenemos para reflexionar sobre el ritmo de vida que hemos adoptado? ¿Nos hemos olvidado acaso de como estar “afilados”? No está mal trabajar duro, no obstante la Biblia dice que el que no trabaje que no coma. 

Sin embargo, Dios está más interesado en quien nos convertimos que en lo que hacemos. Debemos ocuparnos pero nunca ser negligentes con lo realmente importante en la vida, como nuestra alma, nuestro matrimonio, nuestra familia, tiempo para estar a solas con Dios y cultivar una relación personal con El, tiempo para leer y meditar, hacer ejercicio, disfrutar de la naturaleza.

Por eso, Dios estableció que trabajáramos seis días de cada semana, pero que el séptimo día, no importa si es domingo, lunes u otro día, nos detuviéramos para disfrutar de Sus bendiciones, para meditar en El, para reabastecer nuestra alma.  

Todos necesitamos tiempo para dejar de hacer, para reposar, pensar y meditar, aprender y crecer.  Si no tomamos el tiempo debido para afilar el “hacha” tendremos vidas vacías y perderemos nuestra efectividad y propósito.
 
Una vida productiva y plena solo es posible renunciando a la esclavitud de lo urgente
 
"Si se usa un hacha sin filo hay que hacer doble esfuerzo, por lo tanto, afila la hoja. Ahí está el valor de la sabiduría: ayuda a tener éxito". - Eclesiástes 10:10 (NTV)

El secreto de una vida productiva y plena es hacer menos, pero mejor.