Nos diste alas de acero para recorrer el mundo entero, de principio a fin si así lo disponemos y si las condiciones climatológicas lo permiten.
Gracias Dios: eres increíble.
Me trajiste a nacer a un país verde, azul y de ese color que aún no tiene nombre, pues a semejante belleza no se le puede nombrar.
Gracias Dios: eres increíble.
Cada día pintas el cielo diferente y doce horas después, enciendes tu guía de luces danzantes en el firmamento.
Gracias Dios: eres increíble.
Nos diste carreteras y caminos que conectan vidas y destinos.
Gracias Dios: eres increíble.
Creaste la necesidad de nutrirnos y lo haces a través de platillos únicos que aparte, nos permites disfrutar. Guardamos los sabores en nuestra mente como vestigios de la aventura.
Gracias Dios: eres increíble.
Nos rodeaste de agua con sal y sin ella. Abrazarla mientras nos sumergimos es una experiencia irreal y no apta para cardíacos, pues ser abrazada por el agua te mueve el corazón.
Gracias Dios: eres increíble. Creaste aparatos maravillosos que capturan instantes únicos en el universo y que podemos compartir con quienes amamos. Hablo de las fotografías.
Gracias Dios: eres increíble.
Creaste lo creíble y lo increíble y nos permites disfrutarlo, en este caso, a través de un viaje por un extremo de mi país.
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