Una serendipia es ...

Una serendipia es un descubrimiento o hallazgo afortunado e inesperado. Así que espero que lo que aquí encuentres sea afortunado y útil para tu crecimiento, además que sea inesperado pues siempre se recibe todo gratamente cuando no tienes expectativas.

09 abril 2018

¿Adoras tu trabajo?

El trabajo es lo que hacemos, pero ¿es realmente lo que somos? Hay una tendencia común a depositar en él gran parte de nuestro sentido de identidad y del valor de nuestra vocación. A menudo, al conocer a alguien, una de las primeras preguntas que se hacen es: «¿A qué se dedica?». Esta es una pregunta válida en muchos casos, pero no si se usa para definir quiénes somos o con quién estamos hablando. Por ello, puede ser muy tentador el convertir a nuestro trabajo en el centro de nuestra adoración.

La palabra «adoración» en parte proviene de «valer la pena», de enfocarse en lo que es digno de atención y consagración, de reconocer lo que tiene un verdadero valor. El trabajo es importante, pero ¿vale la pena dedicar todo nuestro tiempo, energía y recursos a expensas de todo lo demás?

Siendo un adicto al trabajo en recuperación, puedo entender este dilema. Al principio de mi vida, me consumí con lo que estaba haciendo y perdí el equilibrio por completo. Todavía necesito protegerme contra esta tentación; he aprendido a pedirles a otros que me hagan responsable de mantener mi vida en el equilibrio adecuado.

En Génesis 3, aprendemos que, comenzando con Adán, todos debemos trabajar por el sustento. Algunas personas ven esto como una maldición, pensando que la vida sería mucho mejor sin tener que trabajar. Sin embargo, creo que esto establece un patrón para experimentar una vida significativa. Siempre he encontrado que el trabajo es bueno, estimulante y satisfactorio. El primer libro de la Biblia declara: «Con el sudor de tu frente obtendrás alimento para comer hasta que vuelvas a la tierra de la que fuiste formado. Pues fuiste hecho del polvo, y al polvo volverás» [Génesis 3:19 NTV]. Este podría no ser el mensaje que preferiríamos escuchar, pero esa es nuestra realidad cotidiana.

Del mismo modo que el trabajo de nuestras manos puede ser satisfactorio, también puede ser una trampa de la que debemos protegernos. La Biblia enseña que hay un tiempo para el trabajo y un tiempo para descansar. El sabio Rey Salomón expresó: 
«En esta vida todo tiene su momento; hay un tiempo para todo: 
Hoy nacemos, mañana morimos; 
hoy plantamos, mañana cosechamos; 
hoy herimos, mañana curamos; 
hoy destruimos, mañana edificamos; 
hoy lloramos, mañana reímos; 
hoy guardamos luto, mañana bailamos de gusto; 
hoy esparcimos piedras, mañana las recogemos; 
hoy nos abrazamos, mañana nos despedimos; 
hoy todo lo ganamos, mañana todo lo perdemos; 
hoy todo lo guardamos, mañana todo lo tiramos; 
hoy rompemos, mañana cosemos; 
hoy callamos, mañana hablamos; 
hoy amamos, mañana odiamos; 
hoy tenemos guerra, mañana tenemos paz» [Eclesiastés 3:1-8 TLA].

Incluso Dios tiene un tiempo para trabajar y un tiempo para descansar. El libro del Génesis dice: «Dios terminó en el día séptimo la obra que hizo; y en ese día reposó de toda su obra. Y Dios bendijo el día séptimo, y lo santificó, porque en ese día reposó de toda su obra» [Génesis 2:2-3 RVC].

La obra de Dios es asombrosa en todo lo que Él ha creado. A nuestra manera, también queremos crear algo de valor que dure. Una vez que completamos una tarea bien hecha, podemos mirar atrás y ver que es buena, tal como lo hizo Dios. El Rey Salomón concluyó que el trabajo es un «regalo de Dios» y nos da «alegría de corazón» [ver Eclesiastés 5:18-20]. Y con claridad nos invita, en su libro del Eclesiastés: «Todo lo que hagas, hazlo bien, pues cuando vayas a la tumba no habrá trabajo ni proyectos ni conocimiento ni sabiduría»[Eclesiastés 9:10 NTV]. Aquí hay una cierta urgencia; deberíamos considerar el trabajo que Dios nos ha asignado mientras todavía hay tiempo para hacerlo.

A la vez, debemos enfrentar la potencial tentación de adorar el trabajo que hacemos. Es evidente que podemos enfocarnos tanto en el trabajo en sí mismo que puede convertirse en nuestro dios. Esta es una razón por la cual el Dios de Israel estableció como el primer mandamiento para el pueblo el no tener ningún Dios ajeno a él [ver Éxodo 20:3]. Esto incluye nuestro trabajo.

Uno de mis pasajes favoritos de la Biblia es Colosenses 3:23-24, que nos recuerda: «Y todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no como para la gente, porque ya saben que el Señor les dará la herencia como recompensa, pues ustedes sirven a Cristo el Señor». El trabajo es lo que hacemos, pero no lo que somos. Dios está más interesado con lo que somos y con la manera en que nos podemos relacionar con él, que con nada más.

Jim Langley


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