Una serendipia es ...

Una serendipia es un descubrimiento o hallazgo afortunado e inesperado. Así que espero que lo que aquí encuentres sea afortunado y útil para tu crecimiento, además que sea inesperado pues siempre se recibe todo gratamente cuando no tienes expectativas.

31 mayo 2018

Pobrezas

Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que no tienen tiempo para perder el tiempo.

Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que no tienen silencio ni pueden comprarlo.

Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que tienen piernas que se han olvidado de caminar,
como las alas de las gallinas se han olvidado de volar.

Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que comen basura y pagan por ella como si fuese comida.

Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que tienen el derecho de respirar mierda,
como si fuera aire, sin pagar nada por ella.

Pobres,
lo que se dice pobres
son los que no tienen más libertad de elegir entre uno y otro canal de televisión.

Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que viven dramas pasionales con las máquinas.

Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que son siempre muchos y están siempre solos.

Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que no saben que son pobres.

Eduardo Galeano

29 mayo 2018

Quiero

1- Quiero dejar
la trinchera de este piano y cruzar
la frontera de los sueños y llegar
al punto de partida de una realidad

2- Quiero romper
las cadenas de estas cuerdas y volar
a un mundo donde exista libertad
y la mentira se convierta en verdad

coro:
Quiero saber
si la luna es suficiente para dos
si una rosa guarda aún tu corazón
si buena excusa es un café para empezar

Quiero inventar
unos sueños que se vuelvan realidad
un corazón que no se muera de esperar
unas alas que no se cansen de volar

Quiero bailar
contigo en la tormenta hasta el final
que la meta es más fácil de alcanzar
con un café cada mañana al despertar

3- Quiero conocer
a morfeo o cupido y preguntar
si en tus sueños aun tengo un lugar
o si la historia terminó sin empezar

4- Quiero imaginar
que en un poema puedo el cáncer yo curar
que la sonrisa es el arma más letal
y que del otro lado de la luna tú estás


Valdemar Villarreal

28 mayo 2018

Dar por dar no es suficiente

En una sociedad consumista bombardeada de anuncios que seducen nuestros sentidos, si no conservamos un corazón agradecido, es difícil mantener los pies en la tierra cuando nos esforzamos y logramos obtener algo. El hecho de obtener tal o cual cosa nos hace sentir una satisfacción que nos puede llevar a una actitud soberbia con respecto a quienes no pueden alcanzar aquello que está en nuestras manos. Y no me refiero a que propiamente haya un desprecio hacia alguien un poco o un mucho mas pobre que nosotros (que desafortunadamente también se dan esos casos), sino al hecho de argumentar, enjuiciar y señalar que su condición de pobreza es a causa de su propia flojera y su falta de ambición.

Probablemente entre los pobres haya gente floja, aunque debemos decir que también entre los ricos los hay, pero como el pobre es pobre, las pedradas son mas severas. Y lo podemos ver muy claro en las actuales elecciones para presidente de México: la gente que siente que ha “logrado algo en la vida” defiende a capa y espada a aquellos candidatos que representan el beneficio a la clase alta, sea de abolengo o del sector político, y ya no se si lo hacen por esperanza de que les caiga algo o por ignorancia, pero el punto es que los apoyan; pero a quienes representen el beneficio para los de a mero abajo de la sociedad, a esos se les critica.
 
Nadie es tan pobre como para no dar

¿En qué piensa el ser humano cuando se cree “de los de arriba”? Siempre va a haber alguien que tiene más. Y sí lo sabe, lo descubre su afán por alcanzar un estatus alto. Tener tal carro, tal atuendo, vivir en tal lugar, que los hijos estudien en tal o cual colegio son medallitas que la sociedad le motiva a obtener.

Y mientras tanto los más pobres siguen siendo muy pobres. 

Y luego está el otro lado, aquel que sí está concientizado de que existe la pobreza y quiere apoyar, pero no puede porque “no tiene tanto”. El ser humano olvida que la pobreza es muy relativa, siempre va a haber alguien más pobre que otro. Si tenemos agua potable, un techo sobre la cabeza, ropa que ponernos, alimento (aunque sean frijoles, papa, arroz o maíz), y un transporte (aunque sea urbano), estamos en esa ubicación privilegiada del 15% de la población mundial. Entonces, sí podemos apoyarles.
Pero mientras nos decidimos a hacerlo, los más pobres siguen siendo extremadamente pobres.

¿Qué nos falta?
Dejar a un lado esa idea de que los pobres son pobres por flojos. Hay muchos factores alrededor de quienes están en condición de pobreza como para universalizar nuestro juicio de tal modo que nos lleve a no dar. ¿Hay pillos en los cruceros?, sí, los hay, pero eso no es una razón como para no darle a nadie.
Organizar nuestras finanzas. Separar un poco para dar. Quitar de nuestras mentes esa idea errónea de, “¿de qué servirá que dé esto”? Por muy poco que sea, será útil para aquel que no lo tiene. 

No es fácil desprenderse
Hay una historia muy conocida por la mayoría de los cristianos, es la historia del joven rico. Ese joven estaba muy entusiasmado con seguir a Jesús, se acercó a Él, le hizo saber sus intenciones y Jesús, después de escucharlo, lo retó a que antes de avanzar en su idea de seguirle, vendiera todo lo que tenía para darlo a los pobres. Seguramente recordamos en qué termina la historia: el joven se entristece porque tenía mucho y no estaba dispuesto a desprenderse de sus bienes. 

El punto no es que todos tengamos que vender lo que tenemos para poder seguir a Jesús, pero con esta historia lo que debemos aprender es que sí debemos estar dispuestos a hacerlo en el dado caso de que Jesús nos lo pidiera. Y la razón es muy sencilla, si Cristo nos llegara a pedir eso en particular, es porque tiene para nosotros un camino mucho mejor a su lado en un determinado servicio. Cuando Dios hace un llamado de tal naturaleza es porque él proveerá de lo necesario.

Dar por dar no es suficiente
Ahora, lo que Jesús le pidió al joven rico no era un asunto de dar por dar, mas bien, lo estaba invitando a que fuera congruente con la decisión que estaba tomando. Porque cuando el joven argumentó haber guardado toda la ley, por un lado debió haber entendido que ahí estaba implícito el ayudar al pobre, y por otro, debió asumir que Jesús traía otra medida aún más desafiante que guardar solo la ley, su mandato de “amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente y con todas las fuerzas, y al prójimo como a sí mismo”, implicaba no solo dar por ser bueno y poner una “palomita” a la lista de quehaceres, sino hacerlo en el entendido de que al dar estamos llevando el amor de Dios al menesteroso.

Platicando con un siervo de Dios que constantemente ayuda a los más pobres, me comentaba cómo la gente que recibe ayuda nota la diferencia entre:
- Dar por “levantarse el cuello” haciendo propaganda política para ganar votos, como lo hacen algunos políticos.
- Dar por ser simplemente bondadoso como para verse cívicamente bien ante un organismo de beneficencia.
- Dar por el sentido de culpabilidad que hay al ser rico a expensas del abuso laboral.
- Dar porque estas convencido de que al hacerlo estás llevando el amor de Cristo.

Cualquiera de estas maneras de dar es buena para el que lo recibe, finalmente es una ayuda que necesita, pero solo la que tiene de fondo el amor de Cristo es la que lleva ese sentido profundo de no solo solucionar la pobreza material, sino la necesidad espiritual del ser humano. Y finalmente, esa cuarta opción que mencionamos que conlleva el amor de Cristo, aunque no se ve, es un asunto que se siente, y la gente que recibe la ayuda, testifica la diferencia.

Damos para que su gloria crezca

Cualquier ser humano en varios momentos de su vida se ha visto sorprendido por hechos que rebasan su previsión y control de las cosas. Hay quienes adjudican esos hechos a la suerte, otros a la inercia de su esfuerzo o a las “buenas vibras”, pero hay quienes al ver un hecho de tal naturaleza le damos gloria a Dios por lo que “milagrosamente” ha sucedido.

Algo así ocurre cuando damos al pobre. Ellos no esperan ese acto de amor y bondad que implica el dar, y al verse bendecidos, agradecen y reflejan la alegría de su corazón mínimo con una leve sonrisa. Ahí es donde como cristianos podemos declarar que lo que está recibiendo no es solo un acto de bondad, sino que es el mismísimo amor de Dios llegando a sus vidas, es donde podemos expresarles que Dios es amor y finalmente podemos compartir el evangelio. El fin de dar es llevar la gloria de Dios al necesitado, a ese que está siendo olvidado por la sociedad.

¿Qué esperamos para hacerlo?
Pregunta en tu comunidad si hay algún ministerio de ayuda. Si en tu comunidad de creyentes no hay un ministerio de misericordia que ayude a los pobres, podrías ser tú el llamado por Dios para iniciar uno.
Que tengan una generosa semana.

Davo Guzmán


23 mayo 2018

Sentirse víctima

El victimismo es una enfermedad de la inteligencia, que daña enormemente el potencial evolutivo de la humanidad.

Sentirse víctima de alguien es un actitud admisible sólo para los que son prisioneros y no gozan de libertad personal, o sea, los niños y los presos. Quien no tiene la libertad no puede ser responsable de su vida ya que alguien más posee tanto su libertad como su responsabilidad.

Al contrario para todos los demás (los que son adultos y no son prisioneros) el sentirse víctima es sólo una actitud mediocre que tiene un origen antiguo y apunta a dos principales finalidades:
1) la voluntad de manipular a los demás;
2) el no querer tomarse la responsabilidad de si mismo atribuyendo a los otros la causa de su propia miseria.

En el primer caso, los que manipulan, son gente peligrosa y tremendamente egoísta, dominadas por el miedo y el resentimiento hacia los demás. Parecen débiles pero tienen la fuerza oculta que otorga el engaño. Tienden a mentir, y cada acción tiene un sólo objetivo: asegurarse y mantener el poder. Son astutos, pero no tan inteligentes, y se apropian de la vida de los demás de forma solapada.

En el segundo caso, o sea, los que se hacen las víctimas para no tomarse la responsabilidad, son generalmente personas que han renunciado a tener el poder de su vida y se entretienen esperando a la muerte quejándose de los demás. Esta actitud bloquea su crecimiento humano dejándolos infantiles y dependientes. Tienen miedo a ser criticados, no aman enfrentar las situaciones de frente, rayando a veces en la cobardía. Es difícil enamorarse de alguien que se hace la víctima. Puedes tener compasión, lástima, pero nunca te vas a quedar encantado con una personalidad de este tipo. Generalmente todos tendemos a huir de las víctimas porque, aun si no lo sabemos, las percibimos como vampiros que se nutren de la energía de los demás.

Todos, en diferente medida, al menos en algunas ocasiones, jugamos el papel de víctimas. Es un patrón muy arraigado que se origina en todos los siglos que de varias formas fuimos esclavos, privados de las libertades fundamentales y viviendo bajo chantaje de nuestra misma supervivencia. Al final el victimismo es la estrategia cobarde de quien no tiene la fuerza y el poder de tomar su vida en sus propias manos.

Prem Dayal

22 mayo 2018

The Fear Factor, desde psicópatas hasta altruistas extraordinarios

No se alarme con el título del nuevo libro de Abigail Marsh, The Fear Factor.  No tiene nada que ver con líderes populistas que exacerban el miedo en la población para ganar elecciones, ni intenta hacer creer que la violencia está aumentando en todo el mundo (ya que ha disminuido constantemente a lo largo de los siglos, como lo muestran Steven Pinker y otros). Este libro trata sobre lo que fomenta el egoísmo extremo o el altruismo extraordinario. Mientras hacía investigación para mi libro Altruismo, leí más de cien libros y mil artículos científicos. Desearía que este hubiera salido, ¡porque es demasiado bueno! Algunas de las piezas del rompecabezas eran conocidas, pero ahora, encaja perfectamente.

Piensa en esto: los psicópatas, los campeones inigualables del egoísmo insensible, se vuelven prácticamente ciegos al miedo. A pesar de que son buenos para reconocer otras emociones en los rostros de las personas, como ira, alegría e incluso dolor, se sienten perdidos cuando se les pide que describan el miedo y se desenvuelven muy mal cuando intentan ponerles nombre a expresiones de miedo. Uno de los psicópatas, estando bajo presión, finalmente dijo: "No sé cómo se llama esa expresión. Pero sé que así es como se ven las personas justo antes de apuñalarlas ". Una niña de trece años con tendencias psicopáticas respondió a Abigail Marsh a una pregunta sobre el miedo con el siguiente comentario:" ¡Nada me asusta! #NADA."

¿Cómo se puede explicar esto? La investigación de Abigail Marsh y otros neurocientíficos ha revelado que los cerebros de los psicópatas están marcados por una disfunción en una estructura llamada amígdala, que es responsable de las funciones sociales y emocionales esenciales. En los psicópatas, la amígdala no solo responde a imágenes de personas que experimentan miedo, sino que puede ser hasta un 20 por ciento más pequeña que la media.

Abigail Marsh se preguntó sobre de las personas que se encuentran en el otro extremo del espectro: altruistas extremos, personas llenas de compasión que se ofrecen voluntariamente, por ejemplo, para donar uno de sus riñones a un extraño. La respuesta es notable: los altruistas extremos sobrepasan a todos en la detección de expresiones de miedo en los demás. Todo esto mientras hacen cosas que todos considerarían muy valientes. Desde este descubrimiento inicial, varios estudios han confirmado que la capacidad de etiquetar el miedo de los demás predice el altruismo mejor que el género, el estado de ánimo o cómo las personas compasivas dicen serlo. Además de eso, Abigail Marsh descubrió que la amígdala derecha de los altruistas extremos es físicamente más grande que la media, en aproximadamente un ocho por ciento. La importancia de este resultado se mantuvo incluso después de controlar algo bastante inesperado, que era que los cerebros de los altruistas eran más grandes en general que los cerebros del grupo de control.

Entonces, ¿por qué miedo? Las respuestas de la amígdala a expresiones temerosas no parecen representar una respuesta a una amenaza o un peligro, sino más bien a una forma de empatía profunda y atávica. Otra conexión notable hecha por Abigail Marsh ayuda a comprender mejor este proceso. Cuando las personas, especialmente las madres, ven la cara de un bebé (o entran en contacto físico con una persona querida), desencadena la liberación en el cerebro de un péptido llamado oxitocina que hace que uno se preocupe por los demás, especialmente por las personas cercanas a nosotros. La oxitocina se expresa particularmente en la amígdala y podría ser un instrumento para transformar el deseo de alejarse del miedo y la angustia detectados en los demás en el deseo de cuidar de ellos.

Entonces, ¿qué tienen que ver las caras de bebé con el miedo? De todas las expresiones que un ser humano puede hacer, la que más se asemeja a la cara de un bebé es el miedo. Los ojos temerosos son amplios y grandes, como los ojos de un bebé. Las cejas temibles son altas y tienen un ángulo hacia arriba, mientras que la boca es redondeada y baja y la mandíbula es pequeña y retrasada. Por lo tanto, parece que cuando se ve a alguien con miedo, en personas altruistas puede tener la misma reacción que alguien que ve a un bebé en problemas, lo que genera el impulso de cuidar y proteger.

La liberación de oxitocina parece ser el catalizador del aumento de la empatía y el cuidado. Aunque la tecnología actual no permite medir directamente la liberación de oxitocina en el cerebro de los humanos, las investigaciones han demostrado que administrar oxitocina a las personas a través de un aerosol nasal no solo aumenta el cuidado y la confianza, sino también la precisión de las personas para reconocer el miedo. Abigail Marsh hizo, por lo tanto, la fascinante hipótesis de que los altruistas no solo tienen una extraña capacidad para reconocer el miedo, sino que el sistema que libera Oxitocina en su cerebro es altamente sensible y desencadena el impulso de cuidar a la persona que experimenta miedo.

Abigail Marsh confirmó que los altruistas extremos son personas que extienden ampliamente el círculo de su consideración por los demás. Mucha gente estaría dispuesta a donar un riñón para salvar a su madre o un pariente cercano. Cuando se le preguntó por qué harían esto, la respuesta habitual es: "Porque ella es mi madre". Uno de los donantes de riñón explica: "De acuerdo, lo harías por tu madre". ¿Qué hay de tu hermana o tu hermano? ¿Qué hay de tu mejor amigo? "Luego extiende el círculo más allá, desafiándonos:" ¿Qué pasa si alguien va a morir la próxima semana y eres la única persona que puede salvarlo? "Para este altruista, "porque alguien se va a morir" es una explicación tan obvia como "porque ella es mi madre" es para el resto.

Otra característica conmovedora que Abigail Marsh notó en extraordinarios altruistas fue su inquebrantable humildad, que se manifestó como una firme resistencia a todos los esfuerzos para elevarlos con elogios y etiquetas como "héroe". Samuel y Pearl Oliner observaron una humildad similar, así como por Kristen Monroe al entrevistar a los rescatistas que arriesgaron sus vidas para salvar a los judíos de ser enviados a campos de exterminio por los nazis. El impulso de ayudar a los demás era como una "segunda naturaleza" y no tenía nada de sacrificado, respondieron con total conformidad y fidelidad a sí mismos.

Ahora hagamos una pausa por un momento: también sabemos por la investigación científica en el campo de la neuroplasticidad, que cualquier forma de entrenamiento conduce a una reconfiguración en el cerebro, tanto a nivel funcional como estructural. Durante los últimos veinte años, un creciente cuerpo de investigación, como el realizado por Richard Davidson y sus colegas de la Universidad de Madison, Wisconsin, ha demostrado que, al entrenar la mente, a través de varias técnicas de meditación se puede mejorar la capacidad de altruismo y compasión. La investigación de Abigail Marsh sugiere que el entrenamiento específico para reconocer mejor el miedo y el sufrimiento en los demás podría mejorar la propensión de uno hacia el comportamiento altruista.

Del mismo modo que hace calor cuando uno enciende un fuego, el verdadero altruismo va de la mano con una profunda satisfacción personal. El altruismo auténtico no requiere que sufras por ayudar a otros y no pierda su autenticidad si va acompañado de un sentimiento de profunda satisfacción. Además, la noción de sacrificio es relativa: lo que parece un sacrificio para algunos se experimenta como una realización profunda para otros. Esto también significa que comprometerse con el altruismo se refuerza: la gratificación en la que incurre hace que sea más probable que se repita.

En esta era actual, uno de nuestros principales desafíos consiste en conciliar las demandas de la economía, la búsqueda de la felicidad y el respeto por el medio ambiente. Estos imperativos corresponden a tres escalas de tiempo: corto, medio y largo plazo. Tener más consideración por los demás es el único concepto unificador que nos permite encontrar nuestro camino en este laberinto de preocupaciones complejas y trabajar juntos para construir un mundo mejor. Por lo tanto, el altruismo no debe ser relegado al reino del noble pensamiento utópico. Debemos tener la perspicacia para reconocer esto y la audacia de decir que el altruismo no es un lujo, sino una necesidad.

The Fear Factor se lee como un thriller: es entretenido, fácil de leer y, página tras página, arroja algo de luz sobre dos de los rasgos más fundamentales de los seres humanos: el egoísmo extremo y el altruismo extremo.

Matthieu Ricard

19 mayo 2018

Como es adentro es afuera

Todos hablamos a veces de lo interior y lo exterior, de la vida interior y la exterior, de las influencias internas y las externas, etc...

Pero mi voz me dice:
Todo está relacionado con todo.  Cuando enfoco mi conciencia a lo que llamo mío, lo llamo interior.  Cuando la enfoco a otras cosas que no son mías, a eso lo llamo exterior.  Pero todo, tanto lo uno como lo otro, existe en cuanto está en mi consciencia.  Si no, no tiene otro sentido, todo es externo, incluso hasta lo que parece más mío.  Lo uno y lo otro, lo que llamo interior como lo que llamo exterior se rige por la misma ley.  Porque en realidad todo es uno, todo está interrelacionado.  Aun lo que considero más externo cuando lo percibo, cuando está en el ámbito de mi consciencia es interior porque existe para mi en cuanto está en mi consciencia.

El modo de mirarme y juzgarme a mi mismo es distinto de cómo veo y juzgo a los demás.  Ahí comienza mi modo de ser injusto con la vida.  Porque en realidad todo lo que veo en los demás está en mí.  De ahí que distinguir y querer afirmar algo negativo en los demás excluyéndolo de mí es erróneo e injusto.  Solamente el hombre realizado ve y juzga con justicia porque sabe que todo lo positivo, bello y elevado que él siente dentro de sí, existe de igual manera en los otros.  Así no cabe comparación despectiva ni juicio alguno despectivo.  Cuando siente amabilidad, la ve también en los demás aún bajo formas y apariencias no amables.  Y su amabilidad contagia a los demás.

Cuando uno es amable de verdad en el fondo, tarde o temprano es correspondido con la misma amabilidad.  El que se cansa de no ser correspondido es porque él no lo era en el fondo.

Dario Lostado
(... Pero mi voz me dice...)

18 mayo 2018

La aventura del amor

Deseamos amor tanto como tememos recibirlo.
Anhelamos ser vistos a la vez que huimos de la posibilidad de serlo.

Tenemos tanta hambre del profundo abrazo de la presencia, de los ojos tiernos que se posan en nosotros con comprensión y empatía, así como tratamos de escapar de ese abrazo; es tan íntimo, tan peligroso, nos deja tan expuestos…

Ningún sitio adonde ir. Ser visto es ser amado. Ser visto es morir.
El amor es peligro; o así nos han enseñado.

Una batalla se levanta en nosotros. El no amado, anhelando esconderse, y a la vez el que anhela el entusiasmo y el riesgo de vivir. Contracción y expansión. Inhalación, exhalación.

Inconscientemente nos sentimos atraídos o o rechazados por aquellos con los que tratamos, hablamos, por aquellos que nos sostienen de la misma manera en que nuestros padres lo hicieron, o no.
Somos llevados hacia aquellos que pueden sanarnos, y a veces hacia aquellos que no pueden hacerlo, o aún peor. Pensamos que estamos enamorándonos de una persona, pero a veces nos estamos enamorando solo de nuestra imagen de esa persona, que no tiene absolutamente nada que ver con el “otro”.

Amamos y perdemos nuestra imagen del amor. Nos levantamos y caemos. Nuestros corazones se elevan y se rompen en mil pedazos. Buscamos seguridad y encontramos inseguridad, y encontramos seguridad en esto.
Buscamos libertad y encontramos la prisión de nuestra propia programación, y perdemos la esperanza y luego la volvemos a encontrar.

A veces se necesita coraje para dejar una relación.
A veces se necesita coraje para quedarse. 
A veces se necesita coraje para no hacer nada, hoy. 
A veces se necesita coraje para admitir en cuanto dolor estás sumergido/a.
A veces se necesita coraje para admitir cuán feliz eres.
A veces das un paso sin saber por qué, y en retrospectiva, todo se aclara.

No puedes hacerlo mal de todos modos.

Nos perdemos y nos encontramos. Damos más de lo que podemos, agotando nuestras energías en nombre del “amor”. O corremos lo más rápido que podemos, agotando nuestras energías en nuestra huida del “amor”.

“¿Alguien me verá, me escuchará, me sostendrá? Déjame ponerle fin…”

Y el drama del amor entra en juego. Y mientras el juego transcurre aprendemos más sobre nosotros mismos. Comenzamos a ver nuestros puntos ciegos. Nuestros patrones inconscientes salen a la luz de la consciencia. Nos damos cuenta de nuestras suposiciones. Nuestras fantasías de niños comienzan a desmoronarse. El dolor que nunca quisimos sentir, de repente es sentido. Aflicción. Enojo. Sentimientos de rechazo y abandono. Queremos correr, vovler a las antiguas adicciones, al antiguo confort, y por la razón que sea, no lo hacemos. Sentimos curiosidad. Empezamos a observar, y dejamos de pensar tanto.

Empezamos a entendernos a nosotros mismos. Nos tratamos como los amantes extraordinarios que somos. Las criaturas más fascinantes y amadas.

Con cada día, empezamos a conocernos a nosotros mismos más profundamente,
Descubriendo quienes somos en verdad, lo que sentimos, y lo que no; lo que queremos y lo que no. Aprendemos a decir ‘si’ cuando realmente sentimos que es ‘sí’, y a decir ‘no’ cuando queremos decir ‘no’; y si esto lastima a alguien, le devolvemos su responsabilidad para sanar. Aprendemos que el amor no es todo mariposas y rosas y sentimientos positivos; también significa trabajo. Es un lío. Es dolor y el coraje de respirar a través del mismo transformándolo en alegría y expansión.

El amor nos pide que nos volvamos más y más reales, cada vez más humanos, cada vez más conscientes, y cada vez menos perfectos; más conscientes de nosotros mismos y dispuestos a sentir. Y sentir más, y más. Y a permitir que nuestros corazones a veces se rompan. Y a veces no saber. Y a veces aburrirnos. A veces sentir el deleite, y sentirnos llenos de vida. Permitirnos no saber cuál es el siguiente paso; y tomarlo, o no.

El amor no es un sentimiento, un estado, o una experiencia; tampoco es un destino.
El amor es esta Luz extraordinaria que brilla desde adentro,
Es este radiante Saber que nunca se va,
Es la Dicha de estar vivos,
Podemos darnos cuenta de esto juntos, o solos.
Podemos recordárnoslo entre nosotros, o podemos olvidarlo también.
Podemos ser el disparador para otro y entre nosotros ayudarnos a sentir curiosidad por esos disparadores. Podemos hacer este trabajo, o no.

Podemos encontrarnos en el fuego del amor. Caminar juntos, o no.

Compartir nuestros corazones. Retroceder. Avanzar. O quedarnos donde estamos.

Aprender a amar esta danza, la espontaneidad, la aventura, el misterio, la cercanía y la intimidad de todo esto, y la huida también.

Aprender a desaprender lo que sabíamos y abrazar lo desconocido como el nuevo saber.

Y estar cada vez más felices con el hecho de que todo esto no sea resuelto.

Cada vez más felices con el que no se siente feliz, y con certeza en la incertidumbre, y tan seguros en la inseguridad.

Y sentir cada vez más deleite frente a nuestra falta de dicha,
Más curiosos con lo que esta aquí Ahora,
Cada vez menos sólidos, cada vez más juguetones.

Cada vez menos buscadores del amor, y más dadores de éste,
y más encontradores, y ser una Presencia que invite a otros a esta misma dicha salvaje.

Esta es la Aventura del Amor.

Jeff Foster


16 mayo 2018

Si todo cambia constantemente, cualquier cosa es posible

Todo lo que nos rodea cambia constantemente. Es una ley de la naturaleza. El mundo gira y el día sucede a la noche; las estaciones transcurren inexorablemente; los alimentos surgen de la tierra y luego se descomponen; las innovaciones devienen objetos obsoletos con el paso de los años y la ropa de moda tras varias temporadas está ya raída y anticuada. Incluso los continentes y las montañas se mueven con el transcurso de los siglos.

Los seres vivos estamos también atrapados en un proceso de cambio constante. Los átomos que componen nuestro cuerpo fluyen incesantemente. Nacemos, pasamos de la infancia a la vida adulta y de ahí a la vejez y a la muerte. Nuestros pensamientos y emociones cambian a cada instante, a menudo a una velocidad imperceptible para nosotros mismos.

Cualquier cosa creada tiene un ciclo vital sujeto al cambio y a la decadencia. Ignorar esta verdad fundamental nos hace vivir atrapados en una ilusión, aferrándonos a la idea de la permanencia y la estabilidad de las cosas, aunque todas las pruebas indiquen lo contrario. Nos olvidamos de que esa taza que tanto nos gusta se romperá, que una relación amorosa puede acabar, que una flor se marchitará y que nuestros amigos y familiares envejecerán. Al no comprender ni admitir estos hechos, se apodera de nosotros la desdicha y la insatisfacción.

Aunque en el fondo sepamos que todo cambia, a menudo intentamos ignorar esta verdad. El cambio nos inspira temor, porque nos inquieta pensar en lo que nos deparará el destino, si será mejor, más fácil, mas feliz o por el contrario, peor, más difícil y más triste que el presente. No obstante, una vida sin cambios sería inconcebible, nos dejaría sin esperanzas, atrapados en el mismo lugar sin la oportunidad de crecer y desarrollarnos. Si somos capaces de tomar decisiones inteligentes sobre cómo invertir nuestro tiempo y nuestra energía, entonces recibiremos el cambio con los brazos abiertos, porque cada situación encierra un potencial infinito, y depende de nosotros saber aprovecharlo.

El éxito en la búsqueda de sentido depende de la capacidad y la disposición que tengamos para explorar nuevos territorios, es por ello que a menudo esta búsqueda recibe el nombre de "camino". Es un reto adentrarnos en nosotros mismos, explorar nuestras fortalezas y aspiraciones y descubrir cómo nos pueden ayudar a llevar una vida plena y feliz. El camino no es fácil y puede exigirnos mucha energía, pero es sin duda apasionante y profundamente liberador descubrir quiénes somos, por qué estamos aquí y cómo podemos aprovechar al máximo los años que viviremos en este mundo.


03 mayo 2018

El banquete del mago

Había una vez un mago que construyó una casa cerca de una aldea grande y próspera.

Un día invitó a toda la gente de la aldea a un banquete.
– Antes de que comamos, dijo, tenemos algunas diversiones.

Todo el mundo se alegró, y el mago les proporcionó un espectáculo de magia de primera clase, con conejos saliendo de sombreros, banderas apareciendo de la nada, y una cosa convirtiéndose en otra. La gente estaba encantada.

Entonces el mago preguntó:
– ¿Queréis comer ahora, o queréis más entretenimientos?

Todo el mundo pidió entretenimientos, porque nunca había visto nada igual; en casa había comida, pero nunca tanta emoción. De modo que el mago se transformó en paloma, luego en un halcón, y finalmente en un dragón. La gente se volvió salvaje de excitación.

El mago les preguntó de nuevo, y ellos querían más. Y lo tuvieron. Entonces les preguntó si querían comer, y le dijeron que sí. De modo que el mago hizo que sintieran como vi estuviesen comiendo, dirigiendo su atención por medio de ciertos trucos, mediante sus poderes mágicos.

La imaginaria comida y el entretenimiento duraron toda la noche. Cuando llegó el amanecer, algunas gentes dijeron:
– Debemos ir a trabajar.

De modo que el mago hizo que imaginasen que iban a casa, se preparaban para el trabajo, y trabajaban todo el día.
Resumiendo, cuando alguien decía que tenía que hacer algo, el mago le hacía pensar primero que iba a hacerlo, luego que lo había hecho, y finalmente que había regresado a la casa del mago.

Finalmente, el mago había tejido tales hechizos sobre la gente de la aldea que sólo trabajaban para él, mientras pensaban que continuaban en sus vidas cotidianas. Si alguna vez se sentían intranquilos les hacía pensar que estaban de regreso al banquete en su casa, y eso les daba placer y les hacía olvidar.

– Y ¿qué les ocurrió al mago y a la gente al final?
– Bueno, eso no se lo puedo decir, porque él aún está muy ocupado haciéndolo, y la mayoría de la gente aún está bajo su hechizo.

Idries Shah
(El buscador de la verdad)