Caminé con una amiga que al final del trayecto, se convirtió en una hermana y al haber contratado con una agencia la experiencia, las personas del grupo, nos convertimos en una cofradía.
No es fácil caminar tantos kilómetros, más si no estás acostumbrado, pero mi único consejo es que sigan todos los consejos; nosotras lo hicimos y la verdad, terminamos adoloridas pero sin una sola ampolla.
Cada quien vive el camino a su ritmo, y aprende lo que viene a aprender. Yo me quedo con algunas reflexiones que la gente, el camino y mi propia cabeza me fueron dictando a lo largo de los 6 días; aunado a varias misas, muchas comidas - deliciosas por cierto -, un paisaje maravilloso, cantos de pájaros, vacas y ovejas, uno que otro venado y un cielo extraordinario.
1. Mirar para arriba.
Estamos tan concentrados en ver por donde caminamos que nos perdemos del entorno; de una flor que no conocíamos, de un animal que pasa por ahí, del olor del eucalipto, de un cielo azul, una lluvia que limpia o de un peregrino que necesita contarte algo.
2. Disfruta el camino.
El primer día lo único que pensábamos era en los kilómetros que nos faltaban pero a lo largo de los días entendimos que el camino es cuestión de constancia, no de velocidad.
3. Cuando entiendes que el trayecto sube y baja, también comprendes que la subida es difícil pero la bajada es peor porque sabes que tienes que volver a subir. Así es la vida misma.
4. Siempre hay alguien dispuesto a acompañarte. Algunos, todo el trayecto, otros solo un rato.
5. Lo importante no es la meta.
Para mi era una frase trillada pero estando ahí entendí la profundidad de la misma. Conocimos a una joven que no pudo terminar porque a la mitad del camino la rodilla ya no le dio más y nos dijo que seguramente lo haría el siguiente año, y entendí que aunque no llegues, disfrutaste lo caminado.
6. Algunos llegan rápido y otros disfrutan el paisaje.
Nosotros nunca logramos hacer el camino rápido, éramos las últimas en llegar, pero veíamos mucha gente que solo le importaba llegar rápido, llegar primero. También entendimos que de eso no se trata el camino, se trata de disfrutar cada paso, duela o no.
7. Aunque Santiago es la meta, es solo una parada, porque cuando llegas ahí te das cuenta de todo lo que lograste en el camino y hasta te hace falta seguir caminando.
8. La catedral es impresionante pero lo más extraordinario es la misa del peregrino; te da toda la paz que has estado buscando en esos kilómetros que recorriste. Y si además logras ver, como nosotros, el “botafumeiro”, todo habrá valido la pena.
9. Llegar a Santiago es soltar lo que has venido cargando.
Esto es literal, porque sueltas la mochila con todo lo que llevaste a lo largo de los 6 días - y te das cuenta que no necesitabas tanto - pero también sueltas muchos de los sesgos, preocupaciones, miedos, culpas que llevaste a cuestas antes y después del camino.
No se si el camino sea la respuesta, ni si es para todos. Yo lo hice, y me siento en paz conmigo, con la muerte de Ana María, con mi vida y con mi camino. Tampoco se si lo volvería a hacer, pero lo que si sé, es que nadie llega a Santiago, siendo la misma persona que empezó el camino.
Ahora entiendo la frase de Serrat: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.
Ahora entiendo la frase de Serrat: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.
Ximena Cespedes
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