Una serendipia es ...

Una serendipia es un descubrimiento o hallazgo afortunado e inesperado. Así que espero que lo que aquí encuentres sea afortunado y útil para tu crecimiento, además que sea inesperado pues siempre se recibe todo gratamente cuando no tienes expectativas.

30 noviembre 2012

El maestro del amor

Érase una vez un maestro que hablaba a un grupo de gente y su mensaje resultaba tan maravilloso que todas las personas que estaban allí reunidas se sintieron conmovidas por sus palabras de amor.

En medio de esa multitud, se encontraba un hombre que había escuchado todas las palabras que el maestro había pronunciado.

Era un hombre muy humilde y de gran corazón, que se sintió tan conmovido por las palabras del maestro que sintió la necesidad de invitarlo a su hogar.

Así pues, cuando el maestro acabó de hablar, el hombre se abrió paso entre la multitud, se acercó a él y, mirándole a los ojos, le dijo:

«Sé que está muy ocupado y que todos requieren su atención.
También sé que casi no dispone de tiempo ni para escuchar mis palabras, pero mi corazón se siente tan libre
y es tanto el amor que siento por usted que me mueve la necesidad de invitarle a mi hogar.
Quiero prepararle la mejor de las comidas.  No espero que acepte, pero quería que lo supiera».

El maestro le miró a los ojos, y con la más bella de las sonrisas, le contestó:
«Prepáralo todo. Iré».
Entonces, el maestro se alejó.

Al oír estas palabras el corazón del hombre se sintió lleno de júbilo.
A duras penas podía esperar a que llegase el momento de servir al maestro y expresarle el amor que sentía por él.  Sería el día más importante de su vida: el maestro estaría con él.

Compró la mejor comida y el mejor vino y buscó las ropas más preciosas para ofrecérselas como regalo.

Después corrió hacia su casa a fin de llevar a cabo todos los preparativos para recibir al maestro.

Lo limpió todo, preparó una comida deliciosa y decoró bellamente la mesa.
Su corazón estaba rebosante de alegría porque el maestro pronto estaría allí.

El hombre esperaba ansioso cuando alguien llamó a la puerta.

La abrió con afán pero, en lugar del maestro, se encontró con una anciana.

Ésta le miró a los ojos y le dijo:
«Estoy hambrienta. ¿Podrías darme un trozo de pan?».
El se sintió un poco decepcionado al ver que no se trataba del maestro.
Miró a la mujer y le dijo: «Por favor, entre en mi casa».
La sentó en el lugar que había preparado para el maestro y le ofreció la comida que había cocinado para él.

Pero estaba ansioso y esperaba que la mujer se diese prisa en acabar de comer.
La anciana se sintió conmovida por la generosidad de este hombre.
Le dio las gracias y se marchó. 

Apenas hubo acabado de preparar de nuevo la mesa para el maestro cuando alguien volvió a llamar a su puerta.

Esta vez se trataba de un desconocido que había viajado a través del desierto.
El forastero le miró y le dijo:
«Estoy sediento. ¿Podrías darme algo para beber?».
De nuevo se sintió un poco decepcionado porque no se trataba del maestro, pero aun así, invitó al desconocido a entrar en su casa, hizo que se sentase en el lugar que había preparado para el maestro
y le sirvió el vino que quería ofrecerle a él.

Cuando se marchó, volvió a preparar de nuevo todas las cosas.

Por tercera vez, alguien llamó a la puerta, y cuando la abrió, se encontró con un niño.
Éste elevó su mirada hacia él y le dijo:
«Estoy congelado. ¿Podría darme una manta para cubrir mi cuerpo?».

Estaba un poco decepcionado porque no se trataba del maestro, pero miró al niño a los ojos y sintió amor en su corazón.

Rápidamente cogió las ropas que había comprado para el maestro y le cubrió con ellas.
El niño le dio las gracias y se marchó.

Volvió a prepararlo todo de nuevo para el maestro y después se dispuso a esperarle hasta que se hizo muy tarde.

Cuando comprendió que no acudiría se sintió decepcionado, pero lo perdonó de inmediato.

Se dijo a sí mismo: «Sabía que no podía esperar que el maestro viniese a esta humilde casa.
Me dijo que lo haría, pero algún asunto de mayor importancia lo habrá llevado a cualquier otra parte.
No ha venido, pero al menos aceptó la invitación y eso es suficiente para que mi corazón se sienta feliz».

Entonces, guardó la comida y el vino y se acostó.

Aquella noche soñó que el maestro le hacía una visita.
Al verlo, se sintió feliz sin saber que se trataba de un sueño.

«¡Ha venido maestro!  Ha mantenido su palabra.»

El maestro le contestó:
«Sí, estoy aquí, pero estuve aquí antes..
Estaba hambriento y me diste de comer.
Estaba sediento y me ofreciste vino.
Tenía frío y me cubriste con ropas.
Todo lo que haces por los demás, lo haces por mí».

El hombre se despertó con el corazón rebosante de dicha porque había comprendido la enseñanza del maestro...

Lo amaba tanto que había enviado a tres personas para que le transmitiesen la lección más grande:
que él vive en el interior de todas las personas.

Cuando das de comer al hambriento,
de beber al sediento y cubres al que tiene frío,
ofreces tu amor al maestro.

Dr. Miguel Ruiz
(La Maestría del Amor)


29 noviembre 2012

La intención

En lugar de limitarte a fijarte metas o plantearte deseos sobre el modo en que deseas que se desarrolle tu vida, intenta pasar al lenguaje activo de la intención. Si estás enfermo, intenta decirte a ti mismo: "Pienso curarme de esta enfermedad". Y no "Deseo ponerme bien", o "Me he fijado como meta librarme de esta enfermedad". El concepto de la intención, de la aplicación de la acción a tus instancias interiores, te permitirá activar aquello cuya ejecución es necesaria a fin de completar el pensamiento y convertirlo en realidad física. Debes hacer una clara distinción entre lo que para ti son simples deseos o esperanzas y lo que ahora tienes intención de hacer realidad. Cuando tengo la intención de curarme, y sé que es en esto en lo que pienso, suelo levantarme en seguida y hacer algo de ejercicio, aunque sólo sea dar la vuelta a la manzana. La intención puede, literalmente, convertir el pensamiento en acción. Ésta es la esencia misma de los milagros.

Wayne Dyer


26 noviembre 2012

El "gato" y el tamal

Justin Horner, un diseñador gráfico de Portland, Oregon, EUA, cuenta esta historia acerca de la bondad humana:

“Durante este año he tenido tres instancias de problemas mecánicos: un neumático reventado en la autopista, fusibles fundidos y tanque de gasolina vacío. Todos estos sucedieron mientras conducía los coches de otras personas lo cual lo hace peor a nivel emocional.

En cada una de estas ocasiones me indignaba la manera como la gente no se molestaba en ayudarme. Estuve varado en la autopista esperanzado de que el servicio auto mecánico contratado por mi amigo hiciera su aparición. Los encargados de las gasolineras me decían que ‘por razones de seguridad’ no me podían prestar un bote pero que por $15 US podía comprar una lata de galón sin tapa. Todo esto era más que suficiente como para que me la pasara diciendo cosas como "este país se está yendo al caño.”

¿Pero saben quien vino a mi rescate esas tres veces? Inmigrantes mexicanos. Ninguno de ellos hablaba inglés.

Uno de ellos se detuvo a ayudarme con el neumático reventado aún y cuando venía con toda su familia. Tenía varado tres horas a un lado de la autopista con el enorme Jeep de mi amigo. Coloqué anuncios en las ventanillas que decían “Necesito un ‘gato’ ” y ofrecía remuneración económica por la ayuda. Nada. Ya cuando estaba a punto de darme por vencido y pedir aventón, una camioneta se orilló y un tipo saltó de ella.

Evaluó la situación y llamó a su hija que si hablaba inglés. Me explicó a través de ella que tenía un gato pero que era demasiado pequeño para el Jeep así que necesitaría apalancarlo. Sacó una sierra de su camioneta y cortó un leño que encontró a la orilla del camino. Lo rodamos, colocamos el gato encima y pusimos manos a la obra. Comencé a desmontar el neumático y luego, aunque no lo crean, rompí el gato del hombre. Era uno de esos colapsables y yo no tuve cuidado por lo que le rompí por completo la parte superior. Maldición. Pero no había porque preocuparse: corrió a su camioneta, le entregó el gato a su mujer y antes de que me pudiera dar cuenta de lo que ocurría, salió disparada a comprar otro.

Los dos estábamos sucios y sudados. Su esposa nos acercó un gran garrafón de agua para que nos pudiéramos lavar las manos. Traté de ponerle un billete de $20 USD en la mano del hombre pero se rehusó así que me acerqué a su mujer para entregárselo discretamente. Les agradecí profusamente y le pregunté a la niña que donde vivían pensando que podría mandarles un regalo ya que se habían portado increíblemente. Me dijo que vivían en México y que estaba en Oregon para que Mami y Papi pudieran pizcar cerezas durante las siguientes semanas.

Cuando me despedí y comencé a caminar de regreso al Jeep, la niña me preguntó si ya había comido. Cuando le dije que no, corrió hacia mi y me entregó un tamal.

Esta familia que sin lugar a dudas era muchísimo más pobre que cualquier otra persona que estuviera en esa autopista, que trabajaban de manera temporal y donde el tiempo es dinero, se tomó un par de horas de su día para ayudar a un extraño a la orilla del camino. Pero aún no terminábamos. Cuando abrí la envoltura de mi tamal me encontré el billete de $20 USD. Corrí de regreso hacia la camioneta y el tipo con una gran sonrisa y con lo que me pareció, intensa concentración, me dijo en inglés: “Hoy por tí, mañana por mí.” Luego subió su ventanilla y se alejaron con su hija diciéndome adios desde la parte trasera de la camioneta. Me senté en el carro mientras me comía el mejor tamal que me hubiera comido y comencé a llorar. Había sido un año muy arduo, parecía que nada iba bien. Esto me salió de la nada y simplemente no lo pude manejar.

Ya han pasado varios meses de esto y ya he cambiado unos cuantos neumáticos, llevado gente a gasolinerías y en una ocasión me desvié 50 millas para darle un aventón a una chica al aeropuerto. No acepto dinero. Pero cada vez que puedo ayudar siento como si depositara algo en el banco.

Tomado de un mensaje del editorial publicado en New York Time Magazine el 4 de Marzo, 2011.

*Tamal: plato mexicano, una especie de burrito relleno de carne y vegetales.


23 noviembre 2012

Las águilas

Las águilas nos anticipan la lluvia. En lugar de esconderse al ver la tormenta, ellas vuelan al punto más alto y esperan que comiencen los vientos turbulentos.

Al estar los vientos en su punto máximo, el águila abre sus alas para que los vientos la eleven hacia nuevas alturas. El águila vuela más alto mientras que la tormenta está abajo de ella. A través de nuestra fe en Dios, tenemos dentro de nosotros protección contra la tormenta. Al enfrentar momentos difíciles, lo que tenemos que hacer es mirar dentro de nuestro corazón y encontrar la fuerza para volar por encima del caos, la dificultad y ver oportunidades en el futuro.

Los momentos difíciles son puntos de cambio que revelan la fuerza de nuestro enfoque, fe y fortaleza.


21 noviembre 2012

El elefante

Cuando yo era chico me encantaban los circos y, lo que más me gustaba de los circos, eran los animales. A mí, como a otros muchachos y a la mayor parte de la gente, me llamaba la atención el elefante.

Durante la función, la enorme bestia hacía ostentación de su peso, su tamaño y su fuerza descomunal; pero, después de su actuación, y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.

Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera, apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que ese animal, capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría con facilidad, arrancar la estaca y huir.

El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún sacerdote o a algún tío, por el misterio del proceder del elefante.

Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y la estaca que lo retenía y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta.

Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: “El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy pequeño”. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado y que, al día siguiente, volvió a probar, y también al otro, y al que seguía… Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.

Este elefante enorme y poderoso no escapa, porque cree que no puede. Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor, es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás, jamás, intentó poner a prueba su fuerza otra vez.

COMENTARIO: Cada uno de nosotros somos un poco como ese elefante. Vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos creyendo que no podemos hacer un montón de cosas; simplemente, porque alguna vez probamos y no pudimos. Grabamos en nuestro recuerdo: ″¡No puedo! ¡No puedo y nunca podré!″ Crecimos aceptando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y nunca más lo volvimos a intentar. La única manera de saber si podemos, es intentar de nuevo poniendo en el intento todo el corazón.

Tomado del libro ″Cuentos para pensar″ de Jorge Bucay


19 noviembre 2012

Sintiéndonos solos rodeados de gente

De acuerdo a Sherry Turkle, una renombrada psicóloga, escritora y directora de la Iniciativa de Tecnología y el Ser del Instituto de Teconología de Massachusetts, los medios sociales son en realidad una manera de habilitarnos para estar solos mientras permanecemos conectados a mucha otra gente.

Un chico de diez y seis años que depende del envío de textos para casí todo, expresó nostálgicamente: “Algún día, pero no hoy, me gustaría aprender como tener una conversación.” Los jóvenes han intercambiado el ‘tener una conversación’ por ‘el estar conectados’. Cuando tienes 3,000 ‘amigos’ en Facebook no significa que tengas algún tipo de conversación real con ninguno de ellos. Te conectas solo para hablar acerca de tí mismo y tener una audiencia cautiva.

Las conversaciones virtuales son momentáneas, rápidas y en ocasiones brutales. Las conversaciones en persona tienen una naturaleza totalmente diferente: son más pausadas, repletas de matices y nos enseñan a ser pacientes. El participar en una conversación significa que necesitamos ver las cosas desde el punto de vista del otro lo cual es un pre requisito para el desarrollo de la empatía y el altruísmo.

Actualmente muchas personas se sienten contentas al hablar con máquinas que parece se preocupan por ellos. Se están llevando a cabo investigaciones para desarrollar robots sociales diseñados para convertirse en compañeros de niños y ancianos. Sherry Turkle observó como una mujer anciana le confiaba a un robot bebé la pérdida de su hijo; el robot parecía que la veía a los ojos mientras ponía atención a la conversación lo cual confortó a la mujer, según ella misma expresó.

¿Será que el individualismo ha llegado a tal punto que nos ha conducido a un empobrecimiento de relaciones humanas y aislamiento que solamente somos capaces de encontrar compasión en robots? Parecería que nos sentimos cada vez más atraídos a tecnologías que ofrecen la ilusión de compañía sin tener que lidear con las demandas de las relaciones humanas. Corremos el riesgo de desarrollar simpatía solo para nosotros mismos y el hábito de manejar los placeres y dolores de la vida dentro de la burbuja del egocentrismo.

La gente dice comúnmente: “Nadie me escucha.” Facebook y Twitter proveen ahora a muchos de ellos de una audiencia automática. Sin embargo, se ha descubierto que los medios sociales sirven principalmente como auto-promoción.

Curiosamente el desarrollo de las relaciones pseudo humanas van de la mano con el miedo a la soledad. La gente siente miedo de estar a solas con si mismos. Acorralados, sienten la necesidad de darse de alta. De acuerdo a Turkle la gente ha pasado de la etapa de ‘Siento algo, lo compartiré a través de un mensaje’ al estado compulsivo de ‘Necesito sentir algo, necesito enviar un mensaje.’

Carecemos de la capacidad de estar a solas con nosotros mismos por lo que volteamos hacia otros, no para establecer relaciones altruistas y desarrollar un interés en quienes son, sino para usarlos como refacciones adicionales a nuestra crecientes frágiles personalidades. Pensamos que permaneciendo ‘conectados’ nos sentiremos menos solos pero lo cierto es que es lo opuesto. Si somos incapaces de estar a solas esto nos hace más propensos a sufrir de soledad. Una encuesta demostró que los norteamericanos promedio sufren de por lo menos un ataque de soledad al día. De acuerdo a Turkle, “Si no enseñamos a nuestros hijos a estar a solas, sufrirán siempre de soledad.”

Necesitamos también restablecer el hábito de conversar en el trabajo y en el hogar. Las personas que participan frecuentemente en conferencias y reuniones saben que generalmente durante los coffee breaks es donde se llevan a cabo las conversaciones e interacciones más enriquecedoras.

Artículo basado en:
Sherry Turkle: “Solos y Juntos: ¿Por qué Esperamos Más de la Tecnología y Menos de los Demás?”
Sherry Turkle, New York Times, La Huída de la Conversación, 24 de Abril, 2012.


15 noviembre 2012

Siento que la vida es muy aburrida, ¿qué debo hacer?

"¡Tal como es, ya has hecho suficiente! Has hecho aburrida la vida, ¡todo un logro! ¿Has reducido la vida, que es una danza de éxtasis, a aburrimiento? ¡Has conseguido un milagro! ¿Qué más quieres hacer? No se puede hacer nada más grande que eso. La vida, ¿aburrida? Debes de tener una enorme capacidad para ignorar la vida.

Ignorancia es la capacidad de ignorar. Debes de estar ignorando los pájaros, los árboles, las flores, la gente. De otro modo, la vida es tan inmensamente hermosa, tan absurdamente hermosa, que si pudieras verla tal como es no pararías de reír nunca. Seguirías riéndote, al menos por dentro.

La vida no es aburrida, la aburrida es la mente. Y creamos tal mente, una mente tan fuerte --como una muralla china a nuestro alrededor-- que no permite que la vida entre en nosotros. Nos desconecta de la vida. Nos quedamos aislados, encapsulados, sin ventanas. Viviendo tras los muros de una prisión, no ves el sol de la mañana. No ves los pájaros en vuelo, no ves el firmamento nocturno, lleno de estrellas. Y, claro, empiezas a pensar que la vida es aburrida...

¡Deja a un lado tu conocimiento! Luego, mira con ojos vacíos..., y la vida es una sorpresa constante. Y no estoy hablando de alguna vida divina; la vida ordinaria es muy extraordinaria. Descubrirás la presencia de lo divino en pequeños incidentes: un niño riendo, un perro ladrando, un pavo real danzando. Pero no puedes verlos si tus conocimientos están cubriéndote los ojos...

Pero esto no es algo que sólo te sucede a ti; no estás solo en ello. En realidad, la mayoría de la gente estaría de acuerdo contigo. No ven la sorpresa en ninguna parte. Y a cada momento hay sorpresas y más sorpresas, porque la vida no es igual; está cambiando de manera constante, y dando giros totalmente impredecibles. ¿Cómo puedes permanecer insensible a su maravilla? La única forma de permanecer insensible es agarrándote a tu pasado, a tu experiencia, a tu conocimiento, a tus recuerdos, a tu mente. Entonces no puedes ver lo que existe; continúas perdiéndote el presente.

Si te pierdes el presente, vives en el aburrimiento. Estate en el presente y verás, para tu sorpresa, que no existe ningún aburrimiento en absoluto. Empieza por mirar a tu alrededor un poco más como un niño. ¡Sé un niño de nuevo! Ése es el único propósito de la meditación, volver a ser un niño; un renacimiento, volver a ser inocente, sin conocimientos...

Empieza a volver a mirar como un niño. Ve a la costa y empieza a recoger conchas. Observa cómo recoge conchas un niño: como si hubiese descubierto una mina de diamantes, ¡se emociona muchísimo! Observa cómo hace castillos de arena, lo abstraído que está, completamente perdido, como si no hubiese nada más importante que hacer castillos de arena. Observa cómo corre un niño tras las mariposas..., y sé un niño de nuevo. Vuelve a correr tras las mariposas. Haz castillos de arena, recoge conchas.

No vivas como si supieras. ¡No sabes nada! Todo lo que sabes es "acerca de". En el momento que sabes algo, el aburrimiento desaparece. La sabiduría es tal aventura que el aburrimiento no puede existir...
Y déjame recordarte: no estoy hablando de algún conocimiento divino, de algún conocimiento esotérico; estoy hablando, simplemente, de esta vida. Mira alrededor con un poco más de claridad, con un poco más de transparencia..., ¡y la vida es hilarante!".

Osho


14 noviembre 2012

Con lo que te queda

El 18 de noviembre de 1994, Itzhak Perlman, el violinista, entró al escenario para dar un concierto en el "Avery Fisher Hall", del Lincoln Center de la ciudad de Nueva York. Si alguna vez usted estuvo en un concierto de Perlman, sabrá que llegar al escenario no es un pequeño logro para él. Perlman tuvo polio cuando fue niño, tiene ambas piernas sujetas con bragueros y camina con la ayuda de dos muletas.

Verlo cruzar por el escenario dando un paso por vez, costosa y lentamente es una visión asombrosa. El camina penosa pero majestuosamente hasta que llega a su silla. Entonces se sienta lentamente, pone sus muletas en el suelo, afloja los sujetadores de sus piernas, toma un pie hacia atrás y extiende el otro hacia adelante, entonces se inclina y levanta el violín, lo pone bajo su mejilla, hace una señal al director y comienza a tocar.

Hasta ahora la audiencia está acostumbrada a este ritual. Ellos permanecen sentados mientras él hace su trayecto hasta su silla. Permanecen reverentemente silenciosos, mientras él afloja los sujetadores de sus piernas, e incluso esperan hasta que está listo para tocar.

Pero esta vez algo anduvo mal. Justo cuando terminaba sus primeras estrofas, una de las cuerdas de su violín se rompió. Pudimos escuchar el ruido, saltó como un tiro atravesando el salón. No había equivocación sobre lo que ese sonido significaba. No había tampoco dudas sobre lo que él tendría que hacer.

Los que estábamos allí esa noche, pensamos: "tendrá que levantarse, ponerse los bragueros nuevamente, levantar las muletas y arrastrarse fuera del escenario ya sea para encontrar otro violín, o encontrar otra cuerda para el suyo".

Pero él no lo hizo. En su lugar, esperó un momento, cerró sus ojos y luego hizo la señal al director de comenzar nuevamente. La orquesta comenzó, y él tocó desde el punto en el que se había detenido. Y tocó con tanta pasión, y tanto poder, y tanta pureza, como nunca lo habíamos escuchado antes.

Por supuesto todo el mundo sabía que es imposible interpretar un trabajo sinfónico con sólo tres cuerdas. Yo sé eso, y seguramente muchos de los que leen esto sabrán eso. Pero esa noche Itzhak Perlman rehusó saberlo. Usted hubiese podido verlo modulando, cambiando, recomponiendo la pieza en su cabeza. En un punto, eso sonó como si él estuviera sacando el tono de las cuerdas que se había roto y consiguiendo nuevos sonidos que ellas nunca habían hecho jamás antes.

Cuando terminó, hubo un impresionante silencio en la sala, y entonces la gente se levantó y lo aclamó. Hubo un extraordinario aplauso proveniente de cada rincón del auditorio. Estábamos todos de pie gritando y animando, haciendo todo lo que podíamos, para demostrar cuánto apreciábamos lo que él acababa de hacer.

El sonrió, se secó el sudor de sus cejas, detuvo su inclinación para aquietarnos y luego dijo, no con presunción, sino en un tono reverente, pensativo, calmo, "Ustedes saben,... algunas veces... la tarea del artista es descubrir cuánta música uno puede hacer con lo que aún le queda".

Que maravillosa línea la que compartió este afamado violinista al final de su extraordinario concierto.  Tal vez sea una excelente definición de la Vida, no solo para los artistas, sino para todos nosotros. He aquí a un hombre que se preparó toda su vida para hacer música con un violín de cuatro cuerdas, quien, repentinamente, en medio de un concierto, se encuentra con solo tres cuerdas, así que hizo música con tres cuerdas. Y la música que hizo esa noche con solo tres cuerdas, fue más hermosa, más sagrada, y más memorable, que ninguna que haya hecho jamás, cuando él contaba con un violín de cuatro cuerdas.

Conozco muchas personas, hombres y mujeres, con pasión y propósito que dan todo lo que tienen en sus años mozos, y los que les queda en su madurez en distintas áreas de la vida. No son famosos, pero Dios conoce sus nombres. Así que, tal vez, la tarea de cada uno de nosotros en este mundo que vivimos, confuso, inestable y que cambia velozmente sea hacer música, al principio con todo lo que tenemos, y luego cuando eso no es más posible, hacer música con todo lo que nos quede. El fruto apacible que llevamos en Cristo Jesús a menudo no se da cuando tenemos mucha energía, sino cuando justamente damos todo lo que nos queda.



Da todo lo que te queda si quieres recibir más


06 noviembre 2012

Date tiempo

Date tiempo para trabajar: es el precio del éxito.

Date tiempo para pensar: es el origen del poder.

Date tiempo para jugar: es el secreto de la eterna juventud.

Date tiempo para leer: es el fundamento de la sabiduría.

Date tiempo para soñar: es como enganchar tu carro a una estrella.

Date tiempo para hacer amigos: es el camino de la felicidad.

Date tiempo para mirar a tu alrededor: el día es muy corto para ser egoístas.

Date tiempo para reír: es la música del alma.


05 noviembre 2012

Fortaleza

El hierro es fuerte, pero el fuego lo funde.
El fuego es fuerte, pero el agua lo apaga.
El agua es fuerte, pero las nubes lo hacen posible.
Las nubes son fuertes, pero el viento las arrastra.
El viento es fuerte, pero el hombre es más.
El hombre es fuerte, pero el temor lo tumba.
El temor es fuerte, pero el sueño lo hace olvidar.
El sueño es fuerte, pero la muerte lo supera.
La muerte es fortísima, pero la bondad le sobrevive.

Talmud


03 noviembre 2012

La vida no tiene prisa

Justo aquí, ahora, en este preciso momento, tú no tienes porqué “resolver” el resto de tu vida, no importa lo que digan los demás.

En este momento no necesitas todas las respuestas, ellas vendrán a su tiempo, o no, o quizás aquella pregunta innecesaria simplemente se desvanecerá.

No hay prisa. La vida no tiene prisa. Sé como las estaciones del año. El invierno no está tratando de convertirse en verano. A la primavera no le urge ser otoño. La misma hierba crece a su propio ritmo.
Las elecciones que vayan a hacerse se harán y en eso no tienes ninguna otra opción. Las decisiones que se tomen se tomarán, los acontecimientos se irán revelando, sin embargo, en este momento tal vez no necesites saber las soluciones o los resultados o cuál es la mejor manera de proceder. Tal vez ese no saber es un huésped bienvenido al banquete de la vida. Tal vez esa apertura a todas las posibilidades es un amigo muy querido. Tal vez incluso la confusión pueda llegar a descansar aquí.

Y así, en lugar de querer “arreglar” nuestras vidas, en lugar de tratar de resolver cuidadosamente lo imposible y así completar esa historia épica de un ficticio “yo”, simplemente nos relajamos en el absoluto no saber, desentrañando todo en el cálido abrazo del misterio, sumergiéndonos profundamente en el momento, saboreándolo plenamente con toda su singularidad y grandeza.

Y entonces, tal vez sin ningún esfuerzo, sin lucha ni tensión, sin que “tú” tengas que involucrarte en nada, las verdaderas respuestas surgirán dulcemente en su propio tiempo.

Jeff Foster