Una serendipia es ...

Una serendipia es un descubrimiento o hallazgo afortunado e inesperado. Así que espero que lo que aquí encuentres sea afortunado y útil para tu crecimiento, además que sea inesperado pues siempre se recibe todo gratamente cuando no tienes expectativas.

26 septiembre 2014

El amor consciente promueve:

• Saber descubrir, ver y atender las necesidades de la otra persona, poniendo los medios para que ésta evolucione, aunque ello represente el riesgo de perderla.
 

• Crear vínculos afectivos sanos desde la interdependencia, evitando tanto el autoritarismo como la docilidad, buscando una cooperación mutua.
 

• Desplegar en la relación afectiva ternura, comprensión, tolerancia y libertad. El amor consciente da alas a la libertad y no cadenas.
 

• Evitar interferencias egocéntricas, pues no puede haber comunicación verdadera desde el ego o la imagen, y las “líneas de comunicación” son paralelas cuando no deben serlo, ya que de ese modo nunca hay un encuentro entre personas o una comunión de almas.
 

• Saber aferrar y soltar; respetar las decisiones de los demás, cuando desean distanciarse o alejarse.
 

• Desplegar la energía del amor incondicional, que prevalece aún cuando cambia el tipo de relación mantenida o las circunstancias que la envuelven.

En la medida en que se sigue con éxito la senda de la madurez emocional, la persona se convierte en su propio guía, relacionándose infinitamente mejor con los demás, desde su plenitud interior.




Ramiro A. Calle


25 septiembre 2014

A Eso...


A eso de caer y volver a levantarte,
de fracasar y volver a comenzar,
de seguir un camino y tener que torcerlo,
de encontrar el dolor y tener que afrontarlo.
a eso no le llames adversidad, llámale sabiduría.


A eso de sentir la mano de Dios y saberte impotente,
de fijarte una meta y tener que seguir otra,
de huir de una prueba y tener que encararla,
de planear un vuelo y tener que recortarlo,
de aspirar y no poder,
de querer y no saber,
de avanzar y no llegar.
a eso no le llames castigo, llámale enseñanza.

A eso de pasar juntos días radiantes,
días felices y días tristes,
días de soledad y días de compañía.
 A eso no le llames rutina, llámale experiencia.

A eso de que tus ojos miren y tus oídos oigan,
tu cerebro funcione y tus manos trabajen,
tu alma irradie, tu sensibilidad sienta, y tu corazón ame.

A eso, no le llames poder humano, llámale milagro divino...

24 septiembre 2014

La verdad y las palabras


Un Sultán soñó que había perdido todos sus dientes.
Al despertar, mandó llamar a un sabio para que interpretase su sueño.
- ¡Qué desgracia, mi Señor! -dijo el sabio-... Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad...
- ¡Qué insolencia! ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí! ¡Castigadle! – gritó el Sultán enfurecido.


Más tarde, el Sultán envió a llamar a otro sabio, pues no estaba tranquilo con el dichoso sueño. El sabio llamado, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo:
- Excelso Señor, ¡Gran felicidad os ha sido reservada!
El sueño significa que sobrevivirás a todos tus parientes...
El semblante del Sultán se iluminó con una gran sonrisa y ordenó que entregaran cien monedas de oro al sabio.

Cuando éste salía de Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado:
- ¡No es posible! La interpretación que habéis hecho del sueño del Sultán es la misma que hizo el primer sabio ¡No entiendo porqué al primero se le pagó con un castigo ejemplar y a ti con cien monedas de oro!

El sabio sonriendo respondió:
Amigo mío, todo depende de la forma en la que se dice.

23 septiembre 2014

Milagro



A mí me gusta andar solo por los senderos del campo, rodeados de arrozales y maleza, y poner cada vez el pie en el suelo siendo consciente de ello, sabiendo que estoy caminando por la maravillosa tierra.
En esos momentos la existencia es una realidad milagrosa y misteriosa.

La gente considera que caminar por el agua o por el aire es un milagro y sin duda lo es.
Pero yo creo que un verdadero milagro también lo es caminar consciente por la tierra.
Cada día participamos en milagros que ni siquiera reconocemos: el cielo azul, las nubes blancas, las hojas verdes, los curiosos ojos de un niño, nuestros propios ojos... ¡Todo es un milagro!

Pero si eres una persona activa y ocupada, significa que tienes poco tiempo para pasear por los senderos del campo rodeados de hierba y para sentarte al pie de los árboles.
Tienes que preparar proyectos, hacer consultas a los vecinos, intentar resolver un millón de problemas y terminar un montón de trabajo.

Has de enfrentarte a toda clase de dificultades, durante todo el día tienes que estar concentrado en el trabajo, atento, listo para manejar la situación con inteligencia y destreza. Así que podrías preguntarme:
¿Cómo voy a practicar el ser plenamente consciente?
Mi respuesta es la siguiente: Concéntrate en tu trabajo, mantente listo para afrontar con inteligencia y destreza cualquier situación que surja.

La plena conciencia es simplemente eso. No hay ninguna razón para que tenga que ser un estado distinto al de concentrarte en tu trabajo, estar atento y evaluar las cosas del mejor modo posible.

Mientras estás consultando algo, intentando resolver un problema y afrontando una situación, sea la que sea, si deseas obtener unos buenos resultados tu corazón necesita estar sereno y tú has de tener autodominio.
Cualquiera puede darse cuenta de ello.
Si eres incapaz de controlarte y te dejas llevar por la impaciencia o la ira, entonces tu trabajo deja de tener valor.

La plena conciencia es el milagro que nos permite ser dueños de nosotros mismos y recuperar la plenitud.

Imagina, por ejemplo, un mago que corta su cuerpo en muchas partes y que deja cada una de ellas en una región distinta: las manos en el sur, los brazos en el este y las piernas en el norte, y que por medio de algún poder milagroso, al lanzar un grito vuelve a unir todas las partes de su cuerpo.

La atención plena -Mindfulness- es como esta imagen, es el milagro que te permite en un instante unir tu mente dispersa y recuperar la plenitud para vivir cada minuto de tu vida.

Thich Nhat Hanh

08 septiembre 2014

La pregunta más importante

Durante el segundo semestre en la escuela de enfermería, a un conocido mío, su profesor le dio hizo un examen sorpresa. Cuenta mi amigo que se consideraba un estudiante consciente y responsable así que leyó rápidamente todas las preguntas, hasta que llegó a la última: “¿Cuál es el nombre de la mujer que limpia la escuela de enfermería?”.
Seguro esto era algún tipo de broma, pensó. Había visto muchas veces a la mujer que limpiaba las instalaciones educativas. Ella era alta, cabello oscuro, como de cincuenta años, pero ¿Cómo iba a saber su nombre?

Entregó el examen, dejando la última pregunta en blanco. Antes de que terminara la clase, alguien preguntó al profesor si la última pregunta contaría para la nota del examen.

-“Absolutamente”, contestó el profesor. “En sus carreras ustedes conocerán a muchas personas. Todas son importantes. Ellos merecen su atención y cuidado, aunque solo les sonrían y diga: “¡Hola!”

Nunca olvidó esa lección. También aprendió que su nombre era Dorotea. Todos somos importantes.

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Ni usted ni yo tenemos una excelente memoria. Recordamos aquello que se asocia con el placer o el dolor. Sin embargo, lo placentero se suele recordar mucho más que lo doloroso que tiende a reprimirse en el subconsciente. El cerebro es capaz de registrar todos los estímulos – datos sensoriales, emociones, información – pero para evitar una sobrecarga establecemos naturalmente jerarquías asignando automáticamente mas importancia a unas que a otras.

Es necesario que meditemos mas intencionalmente sobre aquello a lo que vamos a asignar más importancia en nuestras vidas y recuerdos. Mi amigo aprendió en la Escuela de Enfermería una lección de valor imperecedero, una lección sobre la importancia del amor y la aceptación incondicional del prójimo. Cuando llamamos a otros por su nombre demostramos que nos importan y que su existencia tiene propósito.

La aplicación diaria es esta. Lo urgente siempre va a existir tratando de tomar el lugar de lo importante, robándonos la paz y haciéndonos desperdiciar las oportunidades para enfocarnos en lo que realmente es importante amar a los demás como Dios nos ama. Jesús sostiene que es tan importante amar a Dios como a nuestro prójimo. Una relación importante demanda decidir dejar lo urgente en un segundo lugar y empezar por saludar y conocer el nombre de nuestro prójimo. Esa es la pregunta del examen sorpresa que Dios espera que usted y yo podamos contestar ahora mismo.

Llamar al prójimo por su nombre es el mayor acto de amor y respeto que podemos tributar a otro ser humano


Hoy tienes una extraordinaria oportunidad en tus manos. Empieza decisivamente a tratar a los demás como seres humanos dignos de respeto y no como números o instrumentos subordinados para obtener resultados. El productivismo condena a la humanidad a una carrera donde los que participan están muertos porque nadie conoce sus nombres.

02 septiembre 2014

Soltar el ego



Examinemos aquello que, según se supone, constituye la identidad del “yo”:
¿Nuestro cuerpo? Una mezcolanza de huesos y carne… ¿Nuestra conciencia? Una sucesión de pensamientos fugaces… ¿Nuestra historia? La memoria de lo que no es… ¿Nuestro nombre? Nada más que un conjunto de letras…

Así pues, tenemos que examinar con toda honestidad si en lo más profundo de nuestro ser habita el sentimiento profundo del “yo” ¿Dónde está ese “yo”?  No puede estar únicamente en mi cuerpo, porque cuando digo “estoy triste”, la que tiene una impresión de tristeza es mi conciencia, no mi cuerpo. Así pues, ¿Únicamente se encuentra en mi conciencia? Tampoco eso es demasiado evidente, porque cuando digo “alguien me ha empujado” ¿mi conciencia es la que ha recibido el empujón?
¡Claro que no! El yo no podría vivir fuera del cuerpo y de la conciencia. ¿O acaso sencillamente la noción de yo se halla asociada al conjunto formado por el cuerpo y la conciencia? Si es así, estamos hablando de una noción más abstracta.

La única salida a este dilema consiste en considerar el yo como una designación mental vinculada a un proceso dinámico, y a un conjunto de relaciones cambiantes que integran nuestras sensaciones, nuestras imágenes mentales, nuestras emociones y nuestros conceptos. Al final, el yo no es más que un nombre que sirve para designar un continuo, de la misma manera como a un río le llamamos Amazonas o Ganges.

Cada río tiene su propia historia, fluye por un paisaje único y su agua puede tener diferentes propiedades. Es legítimo darle un nombre y distinguirlo de otro río.
Sin embargo, en el río no existe una entidad que constituya su “corazón” o su esencia.

Y lo mismo sucede con el “yo”: existe de manera convencional, pero en absoluto como una entidad que constituye el núcleo de nuestro ser.
El concepto del “yo” o “ego”, siempre tiene algo que perder y algo que ganar, se alimenta de los recuerdos del pasado y de las anticipaciones del futuro, pero no puede sobrevivir en la sencillez del momento presente, en la plena conciencia del ahora, que significa la libertad y el apaciguamiento final del conflicto, la proyección mental, la distorsión, la identificación y la división.

Mientras el sentimiento de la importancia del “yo” controle las riendas de nuestro ser, no disfrutaremos de una paz duradera. La causa del dolor continuará intacta en lo más profundo de nosotros impidiéndonos disfrutar de la más esencial de las libertades. Soltar la fijación en el ego y dejar de identificarnos con él, nos permitirá adquirir una gran libertad interior. Una libertad que hará posible que nos acerquemos a todos los seres y que abordemos cualquier situación con naturalidad, benevolencia, coraje y serenidad. Al no tener nada que ganar ni nada que perder, somos libres de dar y recibir todo.

Matthieu Ricard