• Saber
descubrir, ver y atender las necesidades de la otra persona, poniendo
los medios para que ésta evolucione, aunque ello represente el riesgo de
perderla.
• Crear vínculos afectivos sanos desde la interdependencia, evitando tanto el autoritarismo como la docilidad, buscando una cooperación mutua.
• Desplegar en la relación afectiva ternura, comprensión, tolerancia y
libertad. El amor consciente da alas a la libertad y no cadenas.
•
Evitar interferencias egocéntricas, pues no puede haber comunicación
verdadera desde el ego o la imagen, y las “líneas de comunicación” son
paralelas cuando no deben serlo, ya que de ese modo nunca hay un
encuentro entre personas o una comunión de almas.
• Saber aferrar y soltar; respetar las decisiones de los demás, cuando desean distanciarse o alejarse.
• Desplegar la energía del amor incondicional, que prevalece aún cuando
cambia el tipo de relación mantenida o las circunstancias que la
envuelven.
En la medida en que se sigue con éxito la senda de
la madurez emocional, la persona se convierte en su propio guía,
relacionándose infinitamente mejor con los demás, desde su plenitud
interior.
Ramiro A. Calle
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