Durante el segundo semestre en la escuela de enfermería, a un conocido mío, su profesor le dio hizo un examen sorpresa. Cuenta mi amigo que se consideraba un estudiante consciente y responsable así que leyó rápidamente todas las preguntas, hasta que llegó a la última: “¿Cuál es el nombre de la mujer que limpia la escuela de enfermería?”.
Seguro esto era algún tipo de broma, pensó. Había visto muchas veces a la mujer que limpiaba las instalaciones educativas. Ella era alta, cabello oscuro, como de cincuenta años, pero ¿Cómo iba a saber su nombre?
Entregó el examen, dejando la última pregunta en blanco. Antes de que terminara la clase, alguien preguntó al profesor si la última pregunta contaría para la nota del examen.
-“Absolutamente”, contestó el profesor. “En sus carreras ustedes conocerán a muchas personas. Todas son importantes. Ellos merecen su atención y cuidado, aunque solo les sonrían y diga: “¡Hola!”
Nunca olvidó esa lección. También aprendió que su nombre era Dorotea. Todos somos importantes.
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Ni usted ni yo tenemos una excelente memoria. Recordamos aquello que se asocia con el placer o el dolor. Sin embargo, lo placentero se suele recordar mucho más que lo doloroso que tiende a reprimirse en el subconsciente. El cerebro es capaz de registrar todos los estímulos – datos sensoriales, emociones, información – pero para evitar una sobrecarga establecemos naturalmente jerarquías asignando automáticamente mas importancia a unas que a otras.
Es necesario que meditemos mas intencionalmente sobre aquello a lo que vamos a asignar más importancia en nuestras vidas y recuerdos. Mi amigo aprendió en la Escuela de Enfermería una lección de valor imperecedero, una lección sobre la importancia del amor y la aceptación incondicional del prójimo. Cuando llamamos a otros por su nombre demostramos que nos importan y que su existencia tiene propósito.
La aplicación diaria es esta. Lo urgente siempre va a existir tratando de tomar el lugar de lo importante, robándonos la paz y haciéndonos desperdiciar las oportunidades para enfocarnos en lo que realmente es importante amar a los demás como Dios nos ama. Jesús sostiene que es tan importante amar a Dios como a nuestro prójimo. Una relación importante demanda decidir dejar lo urgente en un segundo lugar y empezar por saludar y conocer el nombre de nuestro prójimo. Esa es la pregunta del examen sorpresa que Dios espera que usted y yo podamos contestar ahora mismo.
Llamar al prójimo por su nombre es el mayor acto de amor y respeto que podemos tributar a otro ser humano
Hoy tienes una extraordinaria oportunidad en tus manos. Empieza decisivamente a tratar a los demás como seres humanos dignos de respeto y no como números o instrumentos subordinados para obtener resultados. El productivismo condena a la humanidad a una carrera donde los que participan están muertos porque nadie conoce sus nombres.
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