Enamórate de la oscuridad.
Enamórate de la meada y la mierda de la vida.
De las sombras, de las partes ocultas.
De los pedacitos que escondemos por vergüenza.
Enamórate de la inocencia.
De nuestros miedos infantiles a la oscuridad.
De estar expuesto, de mostrarnos a ser vistos, de salir a la luz.
De las dudas, los dolores secretos,
de nuestras extrañas fantasías,
de los sentimientos, del simplemente no saber qué hacer
con los terrores de la noche.
Enamórate de la rabia que burbujea
justo debajo de la superficie.
Del miedo a que no ser amables.
De los sentimientos y pensamientos que ocultamos
para mantener la imagen de 'yo'.
Ser bueno, ser agradable, ser espiritual.
De ser 'el que puede mantenerlo todo unido'.
Enamórate de esta humanidad secreta.
Que sepa que la oscuridad NO es oscuridad,
solo fragmentos asustados anhelando salir a la luz,
seres que quieren amor, y atención, y el aliento,
y la inclusión en la imagen más grande del Yo.
No busques la luz, amigo.
Simplemente sé la luz.
Sé lo que eres. La luz de la vida.
Y ten el coraje de brillar, iluminar e irradiar plenamente
en los lugares adoloridos, los lugares sensibles.
Haz esos lugares seguros para los pequeños monstruos
salgan de su escondite.
Házles saber que son hermosos.
Y dignos.
Y no monstruos en absoluto.
Una serendipia es ...
Una serendipia es un descubrimiento o hallazgo afortunado e inesperado. Así que espero que lo que aquí encuentres sea afortunado y útil para tu crecimiento, además que sea inesperado pues siempre se recibe todo gratamente cuando no tienes expectativas.
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07 abril 2022
22 abril 2015
Integración, la gran prueba
Durante mucho tiempo hemos vivido creyendo que teníamos que luchar contra la oscuridad, eliminarla, deshacernos de ella o liberarnos de su influencia con el poder de la luz. Pero, mientras lo hacíamos, no nos dábamos cuenta de que nos convertíamos exactamente en aquello que pretendíamos eliminar. De hecho, la palabra eliminar ya tiene connotaciones destructivas.
Enfrentarse a algo con una espada, aunque sea de luz, es energía de lucha.
Expulsar de un lugar a alguien, aunque sea en nombre de la luz, no sólo es invasivo sino que, además, es profundamente irrespetuoso.
Despreciar al que es oscuro genera separación y denota una gran ausencia de compasión.
Aunque nos cueste aceptarlo, en la oscuridad también hay luz. Pero no podremos verla si nos dejamos arrastrar por el miedo o el rechazo.
Es cierto que los seres a los que llamamos “oscuros” –estén encarnados o no– pueden hacer cosas horribles, pero también es cierto que nuestro desprecio puede potenciar su oscuridad. Y lo mismo sucede con la actitud de lucha. Si nos enfrentamos a ellos con la intención de eliminarlos, no sólo nos convertimos en oscuros nosotros mismos sino que, además, nos situamos en su terreno, involucrándonos en situaciones que generan cada vez más dolor y confusión.
Al mirar al otro como “oscuro”, una parte de mí se está sintiendo superior. Cuando creo que yo tengo la verdad y que el otro se equivoca, me estoy dejando llevar por el ego, que separa y critica, que juzga y condena al que es distinto a mí. ¿Es eso actuar desde la luz?
Yo creo que no. Creo que los seres humanos nos encontramos inmersos en la prueba de la integración desde hace mucho y que ésta es una de las más difíciles.
Ciertamente no resulta fácil ofrecer amor al que me daña. Sin embargo, tampoco es coherente declarar que se trabaja con la luz cuando uno trata a “la oscuridad” con oscuridad.
¿Qué hacer ante esta prueba? ¿Cómo superarla con honores cuando las costumbres adquiridas, los miedos y el enfoque nos incitan a despreciar y a protegernos, en vez de a integrar?
Integrar es aceptar que luz y oscuridad forman parte del Uno y que el fin de la lucha entre ambas se inicia cuando decidimos aprender a convivir.
De hecho convivimos, porque en esta realidad existe el bien y el mal, lo bonito y lo feo, el amor y el miedo. Pero convivimos sin querer convivir, oponiéndonos a lo que es. Despreciando la propia oscuridad, negándola. Atacando la oscuridad ajena para eliminarla.
Así luchamos constantemente contra algo que forma parte de nuestra realidad, generando cientos de situaciones de dolor.
Decimos a boca llena que la luz es más poderosa que la oscuridad, pero no la aplicamos cuando llega el momento. La luz es el amor, y el amor no separa, ni desprecia, ni lucha.
El amor respeta, reconoce e integra. Abraza, consuela, comprende. Ama. Es así como transforma al malo en bueno y al “oscuro” en luminoso.
Las barreras no se vencen con espadas y cañones. Puede que momentáneamente sí, pero es sólo cuestión de tiempo que se alcen nuevas barreras, mucho más altas y fuertes, en el mismo lugar. Porque la invasión provoca miedo, necesidad de protección, y la historia se convierte así en interminable.
Es incongruente afirmar que un chorro de luz acaba con la oscuridad cuando la luz nunca acabaría con nadie, y mucho menos contra su voluntad. La luz respeta la libertad de cada ser y su poder de decisión. No elimina, sino que integra: acepta, reconoce, ama.
Sí, resulta difícil para el ser humano amar al que le hiere, pero no imposible porque todos estamos dotados de luz. La llevamos en el corazón y sólo tenemos que dejar que el alma se exprese para que su perspectiva sea la que nos guíe a la hora de afrontar cualquier situación difícil.
El alma sabe cómo se hace, porque es pura luz, es amor, y el amor tiene muy bien aprendida la lección de la integración.
Alicia Sánchez Montalbán
Enfrentarse a algo con una espada, aunque sea de luz, es energía de lucha.
Expulsar de un lugar a alguien, aunque sea en nombre de la luz, no sólo es invasivo sino que, además, es profundamente irrespetuoso.
Despreciar al que es oscuro genera separación y denota una gran ausencia de compasión.
Aunque nos cueste aceptarlo, en la oscuridad también hay luz. Pero no podremos verla si nos dejamos arrastrar por el miedo o el rechazo.
Es cierto que los seres a los que llamamos “oscuros” –estén encarnados o no– pueden hacer cosas horribles, pero también es cierto que nuestro desprecio puede potenciar su oscuridad. Y lo mismo sucede con la actitud de lucha. Si nos enfrentamos a ellos con la intención de eliminarlos, no sólo nos convertimos en oscuros nosotros mismos sino que, además, nos situamos en su terreno, involucrándonos en situaciones que generan cada vez más dolor y confusión.
Al mirar al otro como “oscuro”, una parte de mí se está sintiendo superior. Cuando creo que yo tengo la verdad y que el otro se equivoca, me estoy dejando llevar por el ego, que separa y critica, que juzga y condena al que es distinto a mí. ¿Es eso actuar desde la luz?
Yo creo que no. Creo que los seres humanos nos encontramos inmersos en la prueba de la integración desde hace mucho y que ésta es una de las más difíciles.
Ciertamente no resulta fácil ofrecer amor al que me daña. Sin embargo, tampoco es coherente declarar que se trabaja con la luz cuando uno trata a “la oscuridad” con oscuridad.
¿Qué hacer ante esta prueba? ¿Cómo superarla con honores cuando las costumbres adquiridas, los miedos y el enfoque nos incitan a despreciar y a protegernos, en vez de a integrar?
Integrar es aceptar que luz y oscuridad forman parte del Uno y que el fin de la lucha entre ambas se inicia cuando decidimos aprender a convivir.
De hecho convivimos, porque en esta realidad existe el bien y el mal, lo bonito y lo feo, el amor y el miedo. Pero convivimos sin querer convivir, oponiéndonos a lo que es. Despreciando la propia oscuridad, negándola. Atacando la oscuridad ajena para eliminarla.
Así luchamos constantemente contra algo que forma parte de nuestra realidad, generando cientos de situaciones de dolor.
Decimos a boca llena que la luz es más poderosa que la oscuridad, pero no la aplicamos cuando llega el momento. La luz es el amor, y el amor no separa, ni desprecia, ni lucha.
El amor respeta, reconoce e integra. Abraza, consuela, comprende. Ama. Es así como transforma al malo en bueno y al “oscuro” en luminoso.
Las barreras no se vencen con espadas y cañones. Puede que momentáneamente sí, pero es sólo cuestión de tiempo que se alcen nuevas barreras, mucho más altas y fuertes, en el mismo lugar. Porque la invasión provoca miedo, necesidad de protección, y la historia se convierte así en interminable.
Es incongruente afirmar que un chorro de luz acaba con la oscuridad cuando la luz nunca acabaría con nadie, y mucho menos contra su voluntad. La luz respeta la libertad de cada ser y su poder de decisión. No elimina, sino que integra: acepta, reconoce, ama.
Sí, resulta difícil para el ser humano amar al que le hiere, pero no imposible porque todos estamos dotados de luz. La llevamos en el corazón y sólo tenemos que dejar que el alma se exprese para que su perspectiva sea la que nos guíe a la hora de afrontar cualquier situación difícil.
El alma sabe cómo se hace, porque es pura luz, es amor, y el amor tiene muy bien aprendida la lección de la integración.
Alicia Sánchez Montalbán
Etiquetas:
aceptación,
amor,
compasión,
empatía,
integración,
lucha,
luchar,
luz,
oscuridad
20 mayo 2014
La oscuridad y la luz...
Luke Skywalker: "¿El lado oscuro es más fuerte?"
Yoda: "No, no, no. Más rápido, más fácil, más seductor es..."
- Star Wars: El Imperio Contraataca
Los seres humanos siempre han pensado en términos de opuestos abstractos y conceptuales creados por la mente. Dios y diablo, vida y muerte, placer y dolor, bien y mal, yin y yang; mi verdad contra la tuya, mi Dios contra el tuyo, mi religión contra la tuya, incluso dualidad contra no-dualidad. Algunas personas ven la vida como una batalla sin fin entre la oscuridad y la luz. Algunos tienen la esperanza de que la luz vencerá. Algunos otros optan por el lado oscuro.
Pero, ¿existe realmente una guerra? Las sombras sólo aparecen *porque* hay una fuente de luz. Las sombras no tienen una existencia separada de la luz, no tienen ningún poder en sí mismas. Las sombras, en realidad, jamás podrían oponerse a la luz, porque sin luz no hay nada. Éstas reciben todo su poder de la luz. Son completamente dependientes.
La luz nunca necesita temerle a las sombras o anhelar su muerte o destrucción. La verdadera luz no conoce opuesto, no tiene ningún contrario, no tiene ningún enemigo mortal. Prestamos demasiada atención a la oscuridad, a los aspectos 'negativos', a las sombras, a lo que vemos como 'falto de luz', sin darnos cuenta que la única razón por la que podemos reconocer a la oscuridad es porque la luz está inalterablemente encendida, siempre. Sin luz, no hay oscuridad. Y nosotros somos esa luz, la eterna luz de la consciencia.
No luches contra la oscuridad. Utiliza la apariencia de la oscuridad como un recordatorio de la fuente de luz eternamente presente que eres. No te opongas a las sombras que percibes, más bien reconócete como la eterna e ilimitada luz de la conciencia - con mucha más convicción - , y llegarás a comprender que la oscuridad jamás estuvo en tu 'contra' - se trataba sólo de un recordatorio de aquello que eres, para que despertaras del sueño de los opuestos y para que detuvieras la división en ti mismo. La oscuridad fue tu maestro, tu guardián, tu padre, tu Darth Vader.
La guerra entre la oscuridad y la luz jamás podrá ser ganada, porque en primer lugar, jamás empezó. Recuerda cuando Darth Vader tomó entre sus brazos con tanta ternura a Luke...
- Jeff Foster
28 junio 2011
Felicidad oscura
Una vez, en un pueblo de buen tamaño, había dos comerciantes que se hacían una competencia feroz. Sus tiendas estaban una frente a la otra. El único método que usaban para determinar el éxito de su negocio no eran sus ganancias diarias, sino la cantidad de clientes con la que uno superaba al otro.
Si un cliente le compraba a uno de ellos, éste se burlaba de su competidor cuando cerraba la venta. Con los años, la rivalidad creció.
Un día, Dios envió un ángel a uno de los comerciantes con una oferta: "El Señor te ha elegido para hacerte un gran regalo. Recibirás cualquier cosa que desees. Pide riquezas, una larga vida o hijos saludables, y se te concederá. Sin embargo, hay una condición", le previno el ángel, "de todo lo que pidas, tu competidor recibirá el doble. Si pides mil monedas de oro, él recibirá dos mil. Si pides fama, él será dos veces más famoso". El ángel sonrió.
El comerciante pensó por un momento. "¿Me darás lo que pida?"
El ángel asintió.
El rostro del hombre se ensombreció. "Pido que me dejes ciego de un ojo".
Esa es la felicidad que surge de los actos más oscuros. Su origen es impuro y la rige el engaño.
Dificilmente puede experimentarse como felicidad.
La felicidad oscura es despreciable y medra en pereza y dolor ajeno. La felicidad que surge del contacto de los sentidos con los objetos sabe a néctar al principio, pero al final se convierte en veneno. La felicidad más pura nace de la moderación, y aunque al principio parezca amarga, al final crea una fuente de néctar.
Swami Chidvilasananda
Si un cliente le compraba a uno de ellos, éste se burlaba de su competidor cuando cerraba la venta. Con los años, la rivalidad creció.
Un día, Dios envió un ángel a uno de los comerciantes con una oferta: "El Señor te ha elegido para hacerte un gran regalo. Recibirás cualquier cosa que desees. Pide riquezas, una larga vida o hijos saludables, y se te concederá. Sin embargo, hay una condición", le previno el ángel, "de todo lo que pidas, tu competidor recibirá el doble. Si pides mil monedas de oro, él recibirá dos mil. Si pides fama, él será dos veces más famoso". El ángel sonrió.
El comerciante pensó por un momento. "¿Me darás lo que pida?"
El ángel asintió.
El rostro del hombre se ensombreció. "Pido que me dejes ciego de un ojo".
Esa es la felicidad que surge de los actos más oscuros. Su origen es impuro y la rige el engaño.
Dificilmente puede experimentarse como felicidad.
La felicidad oscura es despreciable y medra en pereza y dolor ajeno. La felicidad que surge del contacto de los sentidos con los objetos sabe a néctar al principio, pero al final se convierte en veneno. La felicidad más pura nace de la moderación, y aunque al principio parezca amarga, al final crea una fuente de néctar.
Swami Chidvilasananda
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