Déjenme contarles una historia acerca de la vida y la muerte, y los misterios que ocurren en el inter.
Recientemente charlaba con una mujer que estaba ocupada planeando su suicidio. Estaba poniendo en orden sus asuntos financieros, pagando sus deudas y tratando de encontrar unos padres adoptivos que pudieran hacerse cargo de la crianza de su pequeña hija, quien quedaría huérfana después de quitarse la vida. Ella había estado amenazando con suicidarse durante años, y ahora, finalmente, estaba decidida a hacerlo. Sus amigos y familiares, desesperados, habían intentado detenerla, sin embargo ella estaba completamente decidida.
“Esto es todo. He terminado. Mi tiempo aquí ha acabado,” me dijo de una manera tan casual al inicio de nuestra sesión. Todo se había convertido en una carga para ella - su insatisfactorio trabajo, sus necesitados amigos, su brillante pero hiperactiva mente, su fallida búsqueda de un compañero de vida. Incluso su hija la estaba volviendo loca con sus incesantes demandas. Estaba completamente exhausta de ayudar a todos todo el tiempo sin recibir nada a cambio y veía al suicidio como una 'lógica' e 'inteligente' solución a su problema de vida.
Dejé que hablara y hablara. Tenía demasiadas cosas que decir y yo intervenía muy poco. Simplemente me puse de su lado, sintiendo y viendo el mundo desde su punto de vista, permitiendo que mi experiencia fuera la suya, íntimamente. Esto fue fácil porque en mi experiencia conocía muy de cerca ese lugar de absoluto agotamiento y desesperación, ese lugar en donde yo 'había tratado de salvar a otros con mucho esfuerzo sin recibir nada a cambio', ese lugar en donde tal parece que la muerte resultaría ser una bendición y una liberación.
Me uní al club de '¡Nuestras Vidas Son Demasiado y Ya Estamos Hartos! (la membresía es gratuita). Y éramos los fracasados, los incomprendidos, los nunca bien amados, los nunca apreciados, los que anhelan un profundo descanso. Me pregunté si alguien había alguna vez intentado estar con ella en ese lugar en donde se sentía completamente exhausta. Me pregunté si todos esos terapeutas, maestros espirituales, amigos y familia, en todo este tiempo, con sus mejores intenciones, habían intentado solamente salvarla, componerla, alimentar sus creencias 'positivas' o 'espirituales' para obligarla a cambiar su mente y 'volverla a la normalidad', en lugar de entrar en verdadera comunión con ella dentro de su dolor y soledad, validando su experiencia presente. Quizás en el medio de su presente desesperación, algo diferente, algo completamente nuevo, estaba anhelando ser liberado.
Hablamos durante horas. Nos comunicamos con entendimiento, más que con juicios y temores, ella se fue abriendo poco a poco con respecto a sus verdaderos anhelos, sus sueños secretos y sus deseos ocultos. Se hizo evidente que tenía una muy rica, y creativa vida interior a la que jamás había podido dar expresión. Detrás de su fachada, estaba completamente viva, abierta a experimentar, demasiado perceptiva a las energías que le rodeaban, sumamente 'abierta', como ella lo dijo. Muy en el fondo, tenía un salvaje y apasionado espíritu, pero se había limitado y restringido a sí misma con los años, amoldándose a una vida en donde no era 'ella', para nada. Había estado viviendo una vida de números, de dinero y de previsibilidad, anulando su espíritu explorador, su poesía y su sentido aventurero.
Con mucho cariño la animé a abrirse sobre su secreto anhelo de viajar, explorar, de salir hacia lo desconocido sin un mapa que la guiara. Comenzó a hablar con mucha pasión sobre esa época en el pasado cuando se sentía libre y sin cargas. Tenía el anhelo de volver a la simplicidad de esos días. Un fuego rugió dentro de ella.
Su anhelo de morir no era realmente un anhelo de morir en el sentido físico. Lo que realmente anhelaba no era dejar de respirar, ni el cese de los latidos de su corazón, sino la muerte del falso yo, la muerte de un 'yo' que no era auténtico y que había estado pretendiendo ser - la mujer exitosa, el soporte de los demás, la que tenía control sobre todas las cosas. A través de la experiencia de una profunda depresión, la vida le había estado llamando su atención a gritos desesperados: '¡VIVE, VIVE! Lo único que necesité hacer fue facilitar la respuesta hacia esa llamada divina.
Comenzamos a explorar posibilidades. ¿Cómo sería una vida real, libre de temores, auténtica? Ella tenía una mente brillante y un corazón muy abierto que había desperdiciado en su negocio de bienes raíces. Comenzó a hablar acerca de vender su casa e irse con su adorada hija ('mi precioso ángel, enviado desde el cielo', como ella le decía) hacia la inmensidad de lo desconocido. Siempre había querido viajar a Nueva Zelanda. ¿Podría ese sueño convertirse en realidad? O más bien, ¿era ya una realidad? Quizás el viejo sueño de los bienes raíces era el que debía morir. Y quizás esa muerte ya estaba sucediendo.
Si ella hubiera puesto a su hija en una casa hogar y se hubiera suicidado - como lo había planeado hasta ese momento - le hubiera enseñado a su hija cómo cerrarse a la vida y a las posibilidades. No le hubiera enseñado la profunda verdad acerca de sí misma. El suicidio hubiera resultado en una falsa enseñanza y ella lo sabía perfectamente desde el fondo de su corazón.
De pronto, todo se volvió muy claro. Ya no había otra opción. Ella reconoció lo que la vida le estaba diciendo. Sí, iba a suicidarse... pero no de la manera en que lo había imaginado antes de hoy. Iba a quitarle la vida a su viejo yo, a su limitado y falso yo. Ese era el verdadero suicidio, el divino suicidio, el suicidio tan necesario para todos nosotros si es que estamos decididos a vivir vidas apasionadas, auténticas. Ella iba a terminar con una vida que se había vuelto vacía y sin sentido, para liberarse y lanzarse hacia lo desconocido con su amada hija, con sus corazones abiertos de par en par a todas las posibilidades y para amarse la una a la otra.
Esta conclusión no fue una conclusión mental, ni tampoco una basada en el miedo. No era una opción que implicara huir de sus responsabilidades. Se trataba más bien de honrar profundamente la fuerza de la vida que estaba tratando de expresarse dentro de ella. Era alinearse con su pasión. Esto se trataba de una responsabilidad profunda, en el verdadero sentido de la palabra - la habilidad de responder auténticamente al llamado más trascendente que pueda hacerle a uno la vida.
Ahora, ella no tenía ninguna otra opción más que vivir.
*
A la mañana siguiente supe que su aventura había comenzado. Ya había empezado a empacar sus cosas, había empezado a vender todo aquello que no quería conservar, empezó a prepararse no para morir, sino para iniciar una nueva vida. Había sido un divino suicidio - el suicidio de lo falso, por lo falso. Se trasladaría a Nueva Zelanda con su adorada hija, quien no sería ingresada a ningún hogar de acogida ni perdería a su madre, sino que se uniría a su madre viva en una aventura interminable.
No le enseñé nada a esta mujer. Nunca le 'hice' nada. Simplemente la escuché desde un lugar de aceptación libre de juicios, reflejándole su propia y profunda verdad para que pudiera escucharla por sí misma de una sola vez. En medio de todo ese desastre, se había abierto un espacio para que naciera una nueva vida. Es increíble todo lo que puede llegar a suceder cuando nos escuchamos unos a otros.
No es de extrañar que la palabra 'depressed' (deprimido)en inglés, corresponda fonéticamente a 'deep rest' (descanso profundo). Podemos ver a la depresión no como una disfunción o una enfermedad mental, sino, en un nivel más reflexivo, como un estado de descanso sumamente malinterpretado en el que entramos cuando nos sentimos completamente exhaustos de cargar el peso de la falsa historia acerca de nosotros mismos. Es una falta de interés en todo aquello que es de segunda mano - el anhelo de morir al falso y limitado 'yo', el anhelo de redescubrir nuestra verdadera inmensidad para recibir lo que nos corresponde inherentemente.
La depresión, en realidad, lleva incluida el despertar. Por eso es que debe ser honrada y validada, no medicada, meditada ni analizada. Debemos atender a su llamado. Y debemos entrar en comunión, libres de miedo, con aquellos que estén profundamente deprimidos y anhelen la muerte, y escucharlos sin prejuicios, poniendo atención a la verdad cósmica más profunda a la que se están refiriendo. Necesitamos confiar en la infinita inteligencia universal, y permitir que el divino y amoroso suicidio, el despertar espiritual, teja su misteriosa magia en todos y cada uno de nosotros.
No importa qué esté sucediendo en tu vida, no importa a qué altura de tu viaje te encuentres en este momento, la vida constantemente te está invitando a descansar profundamente, no en un momento futuro, no 'algún día', sino en este preciso momento, en este presente momento que es tu verdadero hogar y la fuente de tu plenitud.
Jeff Foster
(Extraído de la revista 'Watkins’ Mind Body Spirit' núm. 32, Invierno del 2012-13)