Entró muy decidida en el vagón de pasajeros y cuando el tren partió, comenzó a acomodar los paquetes y cestas que traía, trató de arreglar confortablemente su asiento y acomodar las cortinas, y colocarse en situación cómoda.
Luego hizo un inventario mental de todo lo que llevaba consigo, y empezó a imaginarse los paisajes de los que disfrutaría durante este viaje. Le había hablado sobre la panóramica de las montañas, los lagos, ríos, ganado y otras cosas dignas de ser apreciadas y disfrutadas cuando uno viajaba en tren.
Tras tomar bastante tiempo en todas esas pequeñas preocupaciones y ya estaba lista para comenzar la contemplación del paisaje, el conductor voceó el nombre de la estación a la cual iban, ¡había llegado a su destino!.
-"Que pena", dijo ella, "si hubiese sabido que llegaríamos tan pronto no
habría perdido tiempo en pequeñeces".
No podemos aumentar nuestro tiempo sobre esta tierra, pero si podemos reducirlo. No podemos controlar el tiempo, pero si aprender a aprovecharlo. Cada estación de nuestra vida presenta debilidades y fortalezas, oportunidades y amenazas y si bien Dios tiene el control de todo y es el único que no tiene principio ni fin, nosotros tenemos el libre albeldrío para ser buenos mayordomos del tiempo que nos queda.
La señora del tren estaba como muchos de nosotros preocupada por las pequeñeces, en lugar de ocuparse de lo realmente importante: disfrutar del viaje y llegar plena a su destino.
Todos viajamos en un tren cuyo destino es el fin de los tiempos. Cada estación marca una etapa de nuestro ciclo de vida con sus experiencias de las cuales podemos aprender o no. Cada decisión que tomamos cuando vivimos afecta nuestro destino final. Podemos quedarnos sin disfrutar del viaje y sin contribuir dejando un legado positivo a quienes nos rodea, pero entonces nuestra vida habrá sido en vano, consumida por pequeñeces.
No perdamos el enfoque real en nuestra vida. Las pequeñeces muchas veces nos desvían y distraen del verdadero paisaje, de las cosas grandes que Dios tiene para nosotros. Ocupémonos de la vida en lugar de preocuparnos por las pequeñeces.
Eclesiastés 3:2 (NTV)
"Un tiempo para nacer y un tiempo para morir. Un tiempo para sembrar y un tiempo para cosechar."
En mi caso particular, el primer día de la semana es el domingo. Lo que hago en ese día impacta los siguientes seis días. Por eso, mi prioridad es tiempo devocional con Dios, revisar la semana que termine, meditar en los cambios que puedo hacer, ejercitarme en la gratitud y aprender a reposar en Dios.
Solo así puedo empezar mi semana con la actitud correcta, y si me desvío por cualquier circunstancia o persona puedo recuperar el rumbo y ocuparme de lo que realmente importa.
Oro para que usted también pueda dar un nuevo rumbo a su vida empezando esta semana con Dios.
Juan Carlos Flores Zuñiga