Sin embargo, la empatía no es imaginar cómo podrías sentirte en lugar de otro. Es imaginar y tratar de entender lo que siente la otra persona en su contexto. La empatía, como la caridad y la compasión, que son virtudes humanas, es centrada en el otro, no centrada en uno mismo.
Decían nuestros ancestros, 'caminar en los zapatos de otro' permite a las personas entender las experiencias de los demás. Necesitamos agregar que es igual de importante que nos mantengamos conscientes que a nivel emocional, de que los sentimientos que el otro siente, pertenecen a la otra persona.
Sentir y apreciar, pero no sentir las emociones de otra persona, es un acto de equilibrio difícil. Requiere la capacidad de relacionarse con el otro, pero sin quedar atrapado en los sentimientos o experiencias de otra persona. No es fácil procesar sentimientos fuertes de una manera uniforme. Compartimos las emociones de otra persona, pero debemos asegurarnos de no sentirnos abrumados o sobrepasados. Todas estas son habilidades que se aprenden y que requieren tiempo y orientación para desarrollarse completamente.
La empatía social agrega una dimensión más amplia a la aplicación de la empatía. Requiere que las personas entiendan de alguna manera básica los eventos históricos y las consecuencias que esos eventos han tenido para los otros. Significa tratar de entender a personas que quizás no conozcamos personalmente y experiencias que no hemos tenido.
La empatía es lo que conecta a los humanos de manera significativa con los demás. Cuando los amigos, socios, compañeros de trabajo, terapeutas en relación de ayuda, incluso con los extraños, nos responden de manera que nos demuestren que nos entienden, nos sentimos afirmados y valiosos. Por otro lado, cuando somos tratados como objetos, o peor como “material desechable” nos sentimos disminuidos y heridos. La empatía es la herramienta para reconocer y valorar a los demás. En las sociedades, la empatía colectiva es la clave de la civilización. La empatía les da a las personas una ruta hacia la moralidad y el comportamiento social positivo. Es un requisito previo para valorar y luchar por la equidad y la justicia, si es realmente que la equidad y la justicia nos importa.
Sin embargo, aprender empatía requiere esfuerzo, y la empatía ‘abstracta’ por sí sola no garantiza conexiones positivas. Es una herramienta o habilidad que proporciona a las personas información de la cual podemos tomar acciones o no. El desafío con la empatía es estar abierto a obtener conocimiento sobre los demás. Tendemos a ser sesgados cuando se trata de empatía. Somos mejores para leer a quienes son como nosotros que para leer a personas que son diferentes. La empatía misma es neutral. Lo que decidamos hacer con esto depende de nosotros.
En términos neurológicos, es más probable que experimentemos los sentimientos de otros con los que vemos similitudes. Si hay un sesgo fuertemente aprendido, como con el clasismo/racismo, puede ser aún más difícil experimentar los sentimientos del otro. El sesgo empático significa que las personas tienen más probabilidades de reflejar a aquellos a quienes consideran similares.
Si no podemos vernos a nosotros mismos en los demás, es más difícil relacionarnos. La buena noticia es que vernos a nosotros mismos en otros se puede enseñar y nuestras percepciones pueden cambiar. Hoy vemos esta tendencia en el uso del "tribalismo", la preferencia por aquellos a quienes ves como similares y que pertenecen a tu grupo, mientras que al mismo tiempo luchamos con aquellos que se consideran pertenecientes a un grupo competidor, por lo tanto, diferentes de tu tribu. Cuando las personas ven a los demás como diferentes, se vuelve más difícil vernos a nosotros mismos en ellos. El clima político de hoy resalta la brecha entre nosotros y ellos y, como resultado, tenemos un déficit de empatía.
La historia política de nuestro país, plasmada en nuestros patrones electorales, resaltan las diferencias en los valores que van de la mano con las diferencias en la membresía del grupo. Por ejemplo, las personas en áreas rurales votan de manera diferente que en las ciudades, y en la retórica que acompaña las decisiones de los votantes, hay experiencias de vida e interacciones grupales muy diferentes para los votantes rurales en comparación con los votantes urbanos. La exposición, o la falta de exposición a otros grupos y diferentes experiencias de vida, moldea los puntos de vista políticos de las personas. La falta de exposición y experiencia con otros diferentes compromete la empatía, especialmente la empatía social, y la falta de visión empática conduce al tribalismo. Esta percepción de nosotros contra ellos disminuye la capacidad de empatizar.
Vivimos en un mundo heterogéneo y diverso. Pertenecemos a diferentes grupos que a menudo nunca se cruzan. Es muy fácil crear y creer en esos estereotipos sobre estos otros grupos, y así sin un prurito de culpa erradicarlos de “nuestro mundo”, y considerarlos casi como animales. En esas condiciones es más difícil aprender sobre ellos e imaginar cómo es realmente su vida cotidiana. Ese esfuerzo requiere empatía.
Si nos vemos a nosotros mismos, si caminamos en su lugar, tenemos poco que temer y podemos permitir que la empatía nos ayude a decidir cómo reaccionar y comportarnos. Es un desafío involucrarse en la empatía, no es fácil. Algunos días en algunas situaciones, la empatía puede llegar fácilmente, otras veces no. Cuando las personas están asustadas, estresadas o ansiosas, puede ser difícil para ellos alejarse de sus propios sentimientos y sintonizarse con los de otra persona. Sin embargo, debido al reflejo, la empatía engendra empatía. Cuanto más lo usemos, más lo usarán los demás a nuestro alrededor. Todos quieren ser escuchados y entendidos. Cada grupo quiere ser reconocido. Esto jamás logrará suceder sin empatía.
Donnato de la O.
El Caminante.