Una serendipia es ...

Una serendipia es un descubrimiento o hallazgo afortunado e inesperado. Así que espero que lo que aquí encuentres sea afortunado y útil para tu crecimiento, además que sea inesperado pues siempre se recibe todo gratamente cuando no tienes expectativas.

11 enero 2021

Lo Que los «Expertos» No nos Dicen Sobre Estar Contento

Hace unas semanas, en la iglesia nos pidieron que escribiéramos una palabra que describiera nuestro estado emocional actual. Escribí: «contento». No es que esté siempre contento. Unas cuantas veces durante los últimos meses me he sentido inquieto, incluso ansioso, por todo lo que ha estado sucediendo. Muchos días puedo decir que estoy empezando a sentirme esperanzado u optimista, pero sentirme satisfecho es mi principal emoción.

Más tarde, busqué la palabra «contento» en un diccionario de sinónimos y descubrí palabras como «satisfecho», «complacido», «tranquilo», «cómodo», «despreocupado» y «feliz». El contentamiento parece servir como una puerta para experimentar la felicidad.

En estos días, industrias enteras parecen dedicadas a sembrar el descontento. De hecho, gran parte de nuestra cultura tiene ese enfoque. Constantemente se nos dice que nunca seremos felices sin el juguete o la herramienta más nueva, el automóvil más brillante y rápido, una casa más grande y lujosa. No nos sentiremos aceptados, nos dicen constantemente, hasta que usemos el tipo correcto de desodorante, bajemos de peso o nuestro equipo favorito gane el gran juego.

Los oradores motivacionales y los libros de autoayuda nos dicen: «si vamos a la deriva, perdemos». Así que nos dirigimos a estar ocupados, sin sentirnos nunca satisfechos. Siempre surge algo más para profundizar nuestros sentimientos de descontento con lo que ya tenemos.

Pienso en el famoso magnate de los negocios al que le preguntaron: «¿Cuánto es suficiente?». Su respuesta fue simple: «Solo un poco más». Si siempre queremos más, nunca tendremos suficiente. Las palabras «más» y «contento» son rivales acérrimos. La satisfacción proviene de ser felices donde estamos y con lo que tenemos. Siempre quiero hacer un mejor trabajo, sentirme más saludable y tener más seguridad financiera. Pero también quiero ser más alegre, ser un mejor amigo y esposo, y pasar más tiempo disfrutando de las bendiciones que ya tengo.

El contentamiento no es un destino. Es una decisión, seguida de paz, alegría y gratitud. Adquirir más cosas no traerá más felicidad; necesitamos apreciar lo que ya tenemos. Este es un tema central en el «Sermón del monte» de Jesús. Habló de ser «pobre en espíritu», «ser manso» (refiriéndose a los que tienen su fuerza bajo control), habló también de «tener hambre y sed de justicia», de ser «misericordioso» y ser «limpio de corazón» [ver Mateo 5:3-8] .

Estas cualidades son las que conducen al contentamiento —enseñó Jesús—, no el adquirir cosas materiales. Jesús continuó diciendo: «No almacenes tesoros aquí en la tierra, donde las polillas se los comen y el óxido los destruye, y donde los ladrones entran y roban. Almacena tus tesoros en el cielo, donde las polillas y el óxido no pueden destruir, y los ladrones no entran a robar. Donde esté tu tesoro, allí estarán también los deseos de tu corazón» [Mateo 6:19-21 NTV].

El rey Salomón dedicó gran parte del libro de Eclesiastés a contar lo que había aprendido sobre el contentamiento, y el apóstol Pablo escribió: «Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez» [Filipenses 4:12 NVI].

Una amiga que hizo su tesis doctoral sobre agricultura de subsistencia en Centroamérica, estudiando a los más pobres de los pobres. Pregunté si había alguna sorpresa. Inmediatamente comenzó a hablar de lo felices que estaban todos. Estas personas, que apenas se ganaban la vida en una pequeña parcela de tierra, estaban tan felices como podían. Escuché al cantante de country Marty Stuart decir una vez: «Si tengo un billete de cien dólares en el bolsillo y un Cadillac para conducir, estoy satisfecho». Y, ¿quién podría querer más? Pero, la verdad… ¡ni siquiera necesito un Cadillac!

Jim Mathis



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