Una bella tarde Platón y un grupo de sus estudiantes se encontraban sentados alrededor de una piedra en las costas del Mar Egeo. (Habían salido de Atenas para estudiar al aire libre). Después de un rato la discusión se centró en la dentadura equina — los dientes del caballo — y más específicamente: “¿Cuál consideran que es el número exacto de dientes que posee un caballo adulto?”
El filósofo Glaucón dijo que como un caballo tenía una boca pequeña era obvio que no tendría más de quince dientes.
“!Tonterías!’ gritó Trasímaco ‘Cualquier tonto puede ver que un caballo tiene un largo hueso mandibular así que debe tener cuarenta y dos dientes.’
Para entonces la discusión se había tornado muy agitada y Platón decidió que era tiempo de control el ritmo de la discusión resumiéndola: ‘Glaucón dijo que un caballo tiene quince dientes porque su hocico es pequeño, y Trasímaco dijo que un caballo tiene cuarenta y dos dientes porque su mandíbula es larga.’ (Note cuan cuidadoso fue Platón al no expresar sus propias ideas sobre el tema. Platón estaba convencido de que un caballo tenía ochenta y dos dientes por una imagen que había visto en las sombras de alguna cueva u otro lugar similar).
Pero su estrategia no funcionó. Tan pronto como Platón terminó su sumario, Aristófanes arrojo su mascota, una rana, se puso de pie y exclamó que un caballo debía tener veintitrés dientes porque toma 23 minutos comer una bolsa de heno.
La discusión continuo en la misma vena por dos días más con su noches (Tenían que volver a Atenas caminando porque el tiempo asignado para su gira de campo había expirado.)
Eventualmente Sócrates que no se veía muy a gusto con la discusión y había permanecido en silencio durante todo su desarrollo sugirió que todos debían caminar hasta uno de los caballos con los que corrían sobre la plata, abrir su boca y contar el número de sus dientes. El grupo quedo tan sorprendido por la sagacidad de la sugerencia que el silencio reino por primera vez en tres días.
En primer lugar, la reflexión es indispensable para crecer y aprender de nuestro entorno. Pero, hay distintos modelos de pensamiento y debemos tomar nota que muchos de ellos no solo son tediosos, sino estériles.
En segundo lugar, la realidad pierde toda su objetividad cuando cada uno la percibe a su manera sin tomarse la molestia de verificar si sus observaciones o conclusiones son verdaderas y verificables.
En tercer lugar, cuando requerimos muchas palabras y discusiones para responder una pregunta sencilla exhibimos nuestra superficialidad e ignorancia. Cuando uno conoce algo a profundidad lo puede comunicar con sencillez. Por cierto, una de las características de una buena teoría científica es su parsimonia.
La academia de Platón quedo en los libros de historia y como objeto de tesis de graduados en filosofía, pero muchos distintos tipos de "academia" son lideradas estos días por "filósofos" que fomentan la falacia de que todo debe discutirse sin importar su relevancia, y que toda opinión sin importar cuan desinformada sea debe ser admitida. Hemos creado posiciones pagadas en los aparatos estatales de nuestras democracias para admitir las más exquisitas tonterías.
¿Quién es necio y quien es sabio? ¿Puede el necio volverse sabio o viceversa?
La sabiduría no se adquiere en la academia, ya que se insumo principal son las experiencias de vida de las que unos aprenden y otros no. Es posible tener un título de postgrado y ocupar posiciones públicas aunque nos falte inteligencia y por supuesto sabiduría. Sabemos por numerosos estudios que se ha realizado que para tener éxito material en este mundo no son requisitos indispensables los grados académicos o tener un coeficiente intelectual superior a 160.
La verdadera inteligencia y sabiduría, lo que nos separa de los necios de este mundo, reside en aprender de nuestros errores, nos rendirnos ante nuestros fracasos y sacar el mejor provecho de nuestros talentos y habilidades sin importan cuando escasos sean mediante una consistente disciplina. Dios es capaz de callar a los que se creen sabios y humillar a los expertos y entendidos exaltando a personas humildes que caminan con integridad y encuentran contentamiento en las buenas y las malas.
Sabio es quien sabe que no sabe nada y no lo oculta
Juan Carlos Flores Zúñiga
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