Hace un mes la visité en el hospital y Dios me permitió decirle lo mucho que la quería, lo importante que fue verla en su papel de Tía, y que gracias a ella yo pude ser la Tía que soy porque lo viví como sobrina de primera mano. La abracé y la besé, pregunté si estaba lista para encontrarse con Dios y me dijo que sí, oré con ella, platicamos del pasado y de la familia, nuestra historia juntas, y le presenté a mi esposo Valdemar, al cual le dijo que me cuidara.
Me preguntó por mamá, que como había sido su despedida de este mundo, y qué había dicho, y le platique sobre eso, pues quería mucho a mamá y de alguna manera siempre estuvo en contacto para saber de ella.
Tenía una memoria brillante, recordaba fechas y nombres del pasado, solo que el presente era un poco confuso para ella. Entre las cosas que me platicó, me di cuenta que aunque estaba sola, Dios siempre la había rodeado de personas que le ayudaban, y le dije eso, que Dios siempre la cuidaba a través de las personas que ponía en su camino.
Me siento bendecida de haber tenido una tía como ella, con quien platiqué en múltiples ocasiones en las que reímos y lloramos juntas.
Dios tuvo misericordia de su vida y estaré siempre agradecida por su vida y su amor de tía con todos y cada uno de sus sobrinos.
La recuerdo de joven siempre arreglada, sonriente.
La recuerdo que venía a visitarnos llena de cosas especiales para nosotros (regalitos), chocolates y cheetos americanos… y ese último día que la vi, le pregunté si quería algo y me dijo… quiero unos cheetos y por supuesto que se los lleve, ella me los compró de niña, hoy se los compré yo.
¡Te quiero tía Marbella, sé hoy estás en mejor lugar, siempre te recordaremos!
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