Una serendipia es ...

Una serendipia es un descubrimiento o hallazgo afortunado e inesperado. Así que espero que lo que aquí encuentres sea afortunado y útil para tu crecimiento, además que sea inesperado pues siempre se recibe todo gratamente cuando no tienes expectativas.

21 noviembre 2025

Té y charla

Todas las noches, a las 10 en punto, la señora Presica, de 67 años, encendía la luz del porche, preparaba una tetera de té de manzanilla y se sentaba junto a la ventana con un letrero de madera pintado a mano que decía:“Té y charla. Siempre abierto.”

Su casita en un rincón rural de Maine había permanecido callada y quieta desde que se jubiló como orientadora escolar. Viuda, con un hijo que solo la visitaba en días festivos, Presica vivía rodeada de recuerdos más que de voces. Sus mañanas eran tranquilas: cuidar el jardín, resolver crucigramas, asistir a alguna reunión del club de lectura.

Pero las noches… las noches estaban llenas de grillos y un silencio que dolía.
Notaba señales de soledad por todos lados. Adolescentes pegados a sus celulares, comiendo solos en cafeterías. Viudas con la mirada perdida frente a los estantes del súper. Hombres que se quedaban demasiado tiempo en la oficina de correos o dentro de sus camionetas apagadas.
Entonces, Presica hizo algo tan simple como revolucionario:
Puso el letrero.

La primera noche, no vino nadie. Ni la segunda. Ni la tercera. Ese fin de semana, su hijo la llamó y se rió al escucharla:
—Mamá, no eres una cafetería 24 horas.
—Tal vez no —dijo ella riendo—, pero sé bien lo que significa una luz cálida en medio de la oscuridad.
Durante toda una semana, su único visitante fue un gato callejero que se rozaba contra sus tobillos.

Pero en la noche número ocho, el porche crujió.
Una adolescente con sudadera raída apareció en el umbral, abrazándose a sí misma.
—¿Esto… es de verdad? —preguntó con voz baja.
Presica asintió.
—¿Manzanilla o menta?
Aquella noche, la joven —Mía— apenas susurró. Habló de exámenes reprobados, de un novio que la bloqueó, de una madre que trabajaba dos turnos y llegaba tan cansada que ya ni hablaba.

Presica no dio consejos. No juzgó. Solo escuchó y dijo:
—Me alegra que hayas venido.

Mía volvió la noche siguiente. Esta vez trajo a su amigo Kenny. Luego llegó Bria, una enfermera del hospital local que bebía sola después de sus turnos nocturnos. Después, Tony, un mecánico de manos engrasadas y casa en silencio.

La noticia se corrió en el idioma que los pueblos pequeños entienden: despacio, al oído. Una mención en la iglesia, un comentario en la panadería. Uno por uno, empezaron a llegar.
Camioneros de paso en rutas largas. Parejas mayores que no hablaban con nadie más en días. Jóvenes escapando de gritos en casa. Viudos abrazados a álbumes de fotos.

Presica jamás cerró la puerta. Añadió sillas cuando fue necesario. Algunas noches había tres personas. Otras, diez. La gente comenzó a donar muebles viejos: un sillón extra, una repisa pequeña, luces de navidad que alguien colgó alrededor de la ventana.

La sala dejó de ser la de una anciana… y se convirtió en el corazón de una revolución silenciosa.
—Tu sillón me sostuvo cuando murió mi mamá —susurró un chico.
—Aquí fue donde dije en voz alta que era gay, por primera vez —confesó un joven con voz temblorosa.
—No me reía desde el incendio —murmuró un hombre mayor, que perdió a su perro el año anterior.
Y entonces llegó diciembre.
Una tormenta de nieve azotó el pueblo. Las calles se taparon como con olas blancas. Las líneas de luz cayeron. El pueblo se sumió en la oscuridad.
Presica, envuelta en lana y rodeada de velas, pensó que el té y la charla tendrían que esperar.
A las dos de la mañana, se escuchó un golpe. Luego una voz:
—¿¡Señora E, está ahí!?
Abrió la puerta y encontró al señor Greeley, el viejo y gruñón dueño de la ferretería, enterrado hasta las rodillas en nieve, con una pala en mano. Detrás de él… docenas de personas. Adolescentes. Madres solteras. Camioneros. Enfermeras. Todos con linternas, termos y herramientas.
—No vamos a dejar que este lugar cierre —gruñó el señor Greeley.
Reconstruyeron las escaleras del porche, colgaron luces solares, conectaron un generador. Alguien trajo una bocina y puso jazz suave. El té humeaba en termos donados.
Esa noche, su casa fue el lugar más cálido en kilómetros a la redonda.
Mía mandó un mensaje de texto:
“Casa de té operativa. Traigan guantes.”

Para la primavera, el porche se convirtió en una terraza. Las conversaciones se desbordaban al jardín. Aparecieron cobijas, puffs y cojines. Un maestro jubilado empezó círculos de lectura los miércoles. Tony enseñó a Mía a arreglar su bicicleta. Padres solteros intercambiaban favores para cuidar a sus hijos. Una artista tímida pintaba retratos sin cobrar.
No se usaba dinero.
¿Y Presica?
Ella solo sonreía, servía té y escuchaba.

En las noches lluviosas, el porche se llenaba igual. Las sombrillas se agrupaban como flores. En las tardes de verano, las luciérnagas danzaban entre las confesiones susurradas.

Una mañana de otoño, Presica encontró una nota doblada bajo su puerta:
“Sra. E—
Dormí 8 horas seguidas por primera vez desde Afganistán.
Tu sillón escuchó mis gritos. No me juzgó.
Gracias.
—J.”
La pegó en su refrigerador.
Con el tiempo, su refri se llenó de notas como esa:
“Hiciste que las 2 AM se sintieran como amanecer.”
“Mi bebé se rió por primera vez aquí.”
“Pensaba acabar con todo. Luego hiciste sopa.”
"Té y charla" jamás salió en las noticias. No se hizo viral. Pero el rumor viajó.

El hijo de Presica, al principio escéptico, escribió sobre ello en un foro de crianza. Una madre en Glasgow abrió su propia "Ventana de Escucha". Una enfermera jubilada en Nairobi montó algo similar en su porche. Un hombre en Calgary convirtió su cochera en círculo comunitario.

Los llamaron “Puntos de Escucha”.
Más de 40 surgieron en tres años.
¿La única regla de Presica?
“Nada de maestros. Nada de expertos. Solo humanos.”

Una noche, Mía llegó con una libreta en mano.
—Es para usted —dijo con timidez—. Recopilamos historias de todos los que se han sentado aquí. Es su libro.
La portada decía:
“El porche que escuchó al mundo.”
Presica lo abrazó contra su pecho. Lágrimas brillaban en sus ojos.

Y aún hoy, cada noche, la luz se enciende a las 10. 
El té se infusiona. 
El letrero espera.
Porque a veces, sanar el mundo no significa cambiarlo todo.
A veces, significa cambiar una sola noche. 
Una sola alma. 
Una taza a la vez.

Y una mujer que creyó que una luz cálida y una taza de té podían sostener el cielo… demostró que tenía razón.



17 noviembre 2025

Pero es tu familia ...

Nadie te prepara para lo que significa ser herido por la familia.  
La traición no viene de desconocidos, sino de quienes compartieron tu mesa. 
Quienes te dieron tu nombre. 
Quienes siempre esperabas que cambiaran. 
 Encontré "Pero es tu familia..." en medio de ese dolor silencioso, el tipo de dolor que surge de años de autoabandono, tratando de mantener la paz mientras perdía partes de mí. Este libro no me ofreció resoluciones claras. No me dijo que "simplemente perdonara" ni que "me esforzara más". En cambio, me devolvió mi verdad. Mi voz. Mi poder. 

Aquí están las 10 lecciones más liberadoras y transformadoras que aprendí de esta lectura poderosa y necesaria. 

1. Que sea familia no significa que sea seguro 
Crecí pensando que la lealtad a la familia era sagrada, incuestionable. Pero la Dra. Campbell me dio permiso para cuestionarla. El abuso no se convierte en amor solo porque proviene de un padre o madre. Ser pariente no le da a alguien un pase de por vida para hacerte daño. 

2. La negación es el primer síntoma de una dinámica familiar tóxica 
Pasé años diciéndome a mí misma: "No fue tan malo". Minimizaba, justificaba o distraía. Pero la negación no te protege, te paraliza. Este libro me mostró que la sanación comienza en el momento en que decimos la verdad. Incluso si destroza la historia que nos han enseñado a creer.

3. El amor sin respeto es manipulación "Te amo" no siempre es una frase segura. 
A veces, es una correa. Empecé a darme cuenta de que el amor sin respeto, empatía ni responsabilidad no es amor en absoluto: es control. La Dra. Campbell me enseñó a reconocer la manipulación emocional y me dio el valor para dejar de llamarla amor. 

4. Los límites no son traición, son supervivencia 
Decir no a una familia tóxica no significa ser egoísta, significa que finalmente te estás eligiendo a ti mismo. Este libro me recordó: No estoy aquí para ser leal a la disfunción. Estoy aquí para proteger mi paz. Los límites son la forma de detener la hemorragia generacional. 

5. El gaslighting es abuso emocional, incluso cuando viene envuelto en "preocupación" 
A menudo me decían que era demasiado sensible, demasiado dramática, demasiado implacable. Pero eso nunca fue cierto: era gaslighting. Este libro me ayudó a desentrañar la red de inseguridad que tejen los sistemas familiares tóxicos. Aprendí a confiar de nuevo en mi realidad. 

6. El distanciamiento puede ser una forma de sanación, no de odio. 
Una de las verdades más valientes que enfrenté: alejarse de un familiar no significa ser cruel, significa que eliges vivir. El distanciamiento no se trata de venganza. Se trata de rescate. Y, a veces, es el acto más compasivo que puedes hacer, por ti mismo.

7. La culpa es un arma, y puedes desactivarla 
Me condicionaron a sentirme culpable por crear distancia. Pero la culpa nunca fue prueba de que hice algo mal; a menudo era una táctica para minimizarme. El Dr. Campbell me enseñó a reconocer la culpa como arma y a superarla. 

8. La madurez emocional es poco común, incluso en los padres 
Asumimos que los adultos son emocionalmente evolucionados. Pero el trauma no discrimina. Tuve que lamentar la fantasía del padre que nunca tuve. Ese dolor fue sagrado. Porque al otro lado, encontré aceptación y libertad. 

9. No tienes que seguir explicando tu dolor para que te crean 
Una de las cosas más liberadoras que me dio este libro fue el permiso para dejar de dar explicaciones. Algunas personas nunca entenderán tu sanación. Eso no significa que les debas tu paz. Puedes elegir la claridad sobre el caos, sin disculparte. 

10. Sanar requiere lamentar la pérdida de la familia que quisiste pero nunca tuviste. 
Este fue el golpe más profundo. Tuve que lamentar lo que nunca tuve: seguridad emocional, protección, ternura. Pero en el duelo, comencé a reconstruir. No la familia de la que provenía, sino la vida que ahora puedo crear. Ese dolor me quebró, pero también me liberó.


Pero es tu familia… es un permiso sagrado. Para sentir tu verdad. Para identificar el daño. Para dejar de encogerte por la comodidad de alguien más. Es un libro para las ovejas negras, los chivos expiatorios, los que rompen el ciclo. Para quienes se desangran silenciosamente tras sonrisas forzadas y guiones de "buena hija"



14 noviembre 2025

No hay vergüenza

No hay vergüenza en empezar tarde.
No hay vergüenza en empezar de nuevo.
No hay vergüenza en empezar antes de sentirse listo.
No hay vergüenza en empezar sin preparación.
No hay vergüenza en no empezar.
No hay vergüenza en ser un principiante.
No hay vergüenza en aprender despacio.
No hay vergüenza en no entender, en hacer preguntas y en no estar satisfecho con las respuestas.
No hay vergüenza en fracasar.

Levantarse. Volver a intentarlo. Llorar. Reír.

No hay vergüenza en rendirse.
No hay vergüenza en tomarse un descanso.
No hay vergüenza en necesitar tiempo, espacio, descanso, privacidad o ayuda.
No hay vergüenza en decir "no" para decirte "sí" a ti mismo.
No hay vergüenza en la vergüenza en sí misma.
No hay vergüenza en sentirse avergonzado, incómodo, temblar y sudar durante todo el proceso. No hay vergüenza en quedarse sin palabras, sin saber qué decir o hacer.
No hay vergüenza en ser humano.
Sí, no hay vergüenza en ser humano, vulnerable, imperfecto y divino.
Llegas cuando llegas.
Tarde, temprano, a veces o nunca.
De cualquier manera, y siempre,
el Universo mismo te inspira.

Jeff Foster




12 noviembre 2025

El matrimonio es solo un papel

A la gente le encanta decir: "El matrimonio es solo un papel". 
Pero también lo es un certificado de nacimiento. 
También lo es un cheque. 
También lo es el título de propiedad de tu coche o la escritura de tu casa. 
Todo es solo papel... ¿verdad? 

Sin embargo esos papeles significan algo. 
Simbolizan prueba... protección y promesa. 

El matrimonio no se trata de tinta en una página... se trata del peso que hay detrás. Es decir: "No solo te elijo cuando es divertido o fácil. Te elijo cuando la vida se complica, cuando requiere esfuerzo, cuando sería más fácil alejarse". 

No es el papel a lo que la gente le huye. 
Es la responsabilidad. 
Es la promesa de que el amor viene con esfuerzo. 

Así que si no crees en el matrimonio... está bien... pero no finjas que no tiene sentido. Porque la verdad es que lo que importa no es el papel… sino lo que representa.



10 noviembre 2025

La Era de la Inteligencia Artificial (IA)

Al encontrarme con el audiolibro de "La Era de la IA" de Henry Kissinger, mi curiosidad se despertó ante la avalancha de conversaciones sobre la inteligencia artificial y sus profundas implicaciones para nuestro futuro. Recuerdo haber pensado: ¿cómo podría una voz tan distinguida como la de Kissinger, con su seriedad y elocuencia, añadir una nueva dimensión al complejo entramado de la IA? Mi decisión fue casi instintiva: conectarme los auriculares y dejar que sus palabras me inundaran, convirtiendo mi entorno cotidiano en un rico paisaje de ideas. Cada capítulo se desplegaba como un nuevo horizonte, obligándome a reflexionar sobre la delicada interacción entre la tecnología y la humanidad en un mundo que parece precipitarse hacia un futuro incierto. 7 Lecciones del libro: 

1. La dualidad de la tecnología. 

Kissinger explica cómo la tecnología, en particular la IA, puede ser un arma de doble filo. Enfatiza que, si bien la IA tiene un potencial increíble para la innovación y el progreso, también conlleva el riesgo de profundizar las divisiones sociales y la inseguridad. Escucharlo analizar esta dualidad fue revelador. Nos hizo ver que, al adoptar los avances tecnológicos, también debemos mantenernos vigilantes y críticos, equilibrando el entusiasmo con las consideraciones éticas. Esta lección nos recuerda a todos que debemos interactuar con la tecnología con prudencia en lugar de aceptarla ciegamente.

2. El contexto histórico importa. 

Al profundizar en la historia, Kissinger nos recuerda que comprender el pasado es crucial para navegar el futuro. Señala cómo las revoluciones tecnológicas anteriores han transformado la sociedad y la gobernanza. Me resultó evidente que, al reconocer patrones y consecuencias de la historia, podemos tomar decisiones más informadas hoy. Cualquiera que lea esto puede beneficiarse de reflexionar sobre cómo el pasado influye en nuestras decisiones presentes y futuras con respecto a la IA. 

 3. El papel de la gobernanza. 

Uno de los temas más apremiantes que Kissinger enfatiza es la necesidad de una gobernanza sólida para regular la IA. Presenta la idea de que la tecnología no debe existir en el vacío; requiere un marco que garantice que sirva a los intereses de la humanidad. Esto me pareció un llamado a la acción tanto para los responsables políticos como para la ciudadanía: a participar en debates y abogar por una regulación responsable que proteja nuestro futuro colectivo. Como lectores, se nos insta no solo a presenciar estos avances, sino también a participar activamente en la gobernanza de la IA.

4. El factor humano. 

Kissinger reitera con contundencia la importancia del factor humano en la ecuación de la IA y la tecnología. Argumenta que, por muy avanzadas que sean las máquinas, no pueden replicar la complejidad de la intuición, la empatía y la creatividad humanas. Escuchar sus diversos ejemplos me recordó que necesitamos cultivar estos rasgos exclusivamente humanos, incluso en una era dominada por algoritmos. De cara al futuro, creo que aceptar nuestra humanidad y fomentar las conexiones será esencial para navegar en la era de la IA. 

5. Dilemas éticos. 

A medida que se desarrolla la narrativa, Kissinger no rehúye abordar los dilemas éticos que presenta la IA. Atrae a los oyentes a estos intrincados panoramas morales, instándolos a considerar las preguntas que surgen de nuestra dependencia de la tecnología: cuestiones sobre privacidad, autonomía e integridad de los datos. La importancia de estas consideraciones me impactó, subrayando la necesidad de que todos, especialmente quienes desarrollan IA, consideren los estándares éticos como parte fundamental del proceso.

6. Implicaciones filosóficas. 

Kissinger entrelaza brillantemente reflexiones filosóficas en su discurso sobre la IA, incitando a los oyentes a preguntarse qué significa ser humano en un mundo cada vez más influenciado por las máquinas. Nos reta a reflexionar sobre nuestra identidad, propósito y la esencia de la toma de decisiones en la era de la IA. Esta introspección trasciende las páginas del libro; invita a lectores y oyentes a reflexionar profundamente sobre su lugar en un panorama en rápida evolución. 

7. Aceptar la incertidumbre. 

En las secciones finales, Kissinger nos deja con la comprensión de que la incertidumbre es inherente a la exploración de nuevas fronteras, especialmente en la tecnología. Plantea que, si bien no podemos controlar todos los aspectos, aceptar la ambigüedad puede conducir a la innovación y al crecimiento. Esta perspectiva fomenta la resiliencia para afrontar los desafíos y las oportunidades de la IA. Para cualquiera que lea o escuche, es un recordatorio de que el futuro, aunque incierto, es algo que podemos abordar con curiosidad y valentía.



07 noviembre 2025

La historia de resiliencia de Caramelo

Brasil, 2021.

Una inundación arrasa todo en São João de Meriti.
Y allí, en el tejado de una casa sumergida, un caballo queda atrapado.
Solo. Durante cuatro días.
Sin comida.
Sin agua.
Sin un alma a la vista.

Lo llamaron Caramelo.

La imagen dio la vuelta al mundo:
un animal empapado y temblando,
pero de pie,
como si su alma se negara a caer.

No relinchaba pidiendo ayuda.
No intentaba huir.
Él... se aferraba.

Y cuando lo rescataron, millones de personas lo sintieron como suyo. Porque Caramelo no era solo un caballo rescatado...
Era un reflejo de lo que muchos de nosotros hemos vivido en nuestro interior.

Porque la lección no es que lo hayamos salvado. La verdadera lección es que no se derrumbó mientras el mundo se derrumbaba a su alrededor.

Eso es resiliencia.
No es quedarse ahí parado, esperando un milagro.
No es endurecerse por fuera.
Es resistir sin apagar la luz.
Es estar solo... y, sin embargo, no perder la dignidad.
Es creer que mereces vivir,
incluso cuando nadie parezca darse cuenta.

Enséñales esto a tus hijos.
No con discursos.
Sino con historias reales.
Historias como la de Caramelo...
que no gritó.
Que no huyó.
Que no se ha rendido.

Porque a veces la vida te deja en un tejado, solo, temblando...
sin saber si alguien vendrá por ti.
Pero si logras mantenerte en pie,
eso ya es un acto de valentía.

Resistir no es esperar ayuda.
Es no dejar que la tormenta te apague por dentro.



04 noviembre 2025

Mil Grullas de papel y un deseo

Sadako Sasaki tenía apenas dos años cuando, el 6 de agosto de 1945, la bomba atómica cayó sobre Hiroshima. Aunque sobrevivió a la explosión, una década después fue diagnosticada con leucemia, una de las enfermedades más frecuentes entre los hibakusha los sobrevivientes del bombardeo.
Durante su hospitalización, Sadako comenzó a doblar grullas de papel, inspirada por una antigua leyenda japonesa que dice que quien logra hacer mil grullas verá cumplido un deseo. Su deseo: curarse y vivir. Utilizando papel de medicina, envoltorios y cualquier material a su alcance, alcanzó a completar más de 1.000 grullas antes de fallecer el 25 de octubre de 1955, a los 12 años.

Su historia conmovió a todo Japón y al mundo. En 1958 se erigió una estatua en su honor en el Parque de la Paz de Hiroshima. Hoy, miles de personas envían grullas de papel como homenaje a Sadako y a todas las víctimas de la guerra nuclear.

Sadako no solo dejó un legado de dolor, sino también de esperanza. En su memoria, cada grulla doblada se convierte en un símbolo silencioso de resistencia y en un llamado global por un mundo sin armas nucleares.