“El noventa y nueve por ciento de las veces tenemos la oportunidad de
estar agradecidos por algo. Simplemente no lo percibimos”. - David Steindl-Rast
Por el sólo hecho de estar vivos, tenemos muchos motivos por los cuales agradecer. Estar
vivos es un hecho que no depende de nosotros, y que puede ser percibido
como un regalo que nos es dado. Son las intenciones, motivaciones y
acciones de otros las que nos dan la vida. Nacer es un acto
completamente involuntario para quien nace y gracias a él todas nuestras
experiencias son posibles, desde las más primarias como respirar o
mirar a nuestro alrededor, hasta las más sofisticadas acciones que
podamos imaginarnos. Nada sería posible sin el nacimiento, y reconocer
este hecho fundamental nos invita a abrirnos a la gratitud.
Si
hoy tenemos la posibilidad de leer estas líneas, seguramente esto ha
sido posible gracias a la bondad y cuidado de otras personas, nuestros
primeros cuidadores, padres, abuelos, tíos y muchos otros. Así, podemos
sentir la gratitud primordial por todos quienes nos han permitido vivir,
especialmente durante los primeros años de vida en donde hemos sido
totalmente dependientes. Por supuesto, es posible que el cuidado que
hemos recibido no haya sido perfecto, y en algunos casos puede haber
estado bastante alejado de lo ideal, sin embargo estamos vivos y estar
vivos es una invitación a escribir una nueva historia.
Si observamos nuestra vida cotidiana, podemos reconocer que
dependemos de una compleja red de elementos e interacciones que nos
permiten vivir. Por ejemplo, el alimento que recibimos diariamente
es fruto del trabajo de muchas personas, de complejos procesos
naturales y en último término, existe gracias a una biósfera que sigue
generando los componentes que permiten que la vida prosiga. Sin el sol,
sin el agua, sin las tierras fértiles, simplemente nuestra vida no sería
posible.
Un ejemplo muy cotidiano en el que podemos
observar la interdependencia de la cual formamos parte, es el de
prestar atención a las personas que día a día recogen nuestra basura. En
general, este es un trabajo anónimo y mal remunerado, pero esencial
para mantener el equilibrio y la salud en nuestras ciudades; basta con
que no se retire la basura durante una semana para reconocer la
relevancia que tienen las personas que realizan esta tarea y la función
que desempeñan. Estamos rodeados de personas, circunstancias y tareas de
las cuales dependemos: choferes, agricultores, cocineros, conserjes,
médicos, y un innumerable etcétera. Al observar
conscientemente la compleja red de interacciones y vínculos que permiten
que las cosas ocurran, se despierta en nosotros una natural gratitud,
frente a la forma en que se despliega y florece la vida y al privilegio
de ser parte de ella.
Conectarnos con la gratitud no es
sinónimo de adoptar una actitud ingenua, pasiva ni abnegada. Tampoco
implica desconocer las injusticias y las desigualdades que ocurren. La
gratitud puede ser entendida como una actitud y una práctica que nos
puede movilizar a actuar conscientemente, reconociendo nuestro rol
dentro del orden de las cosas y actuando cuando sea necesario. La
gratitud ante los aspectos más básicos de la vida puede empoderarnos.
Reconociendo
la influencia que tenemos en el orden de las cosas (siempre limitado),
podemos invertir parte de nuestro tiempo, recursos materiales,
emocionales y afectivos para contribuir al bienestar y a un mayor
equilibrio sistémico. Practicar la gratitud puede ayudarnos a vivir una
vida más plena, que contribuya, por ejemplo, a no continuar perjudicando
los frágiles equilibrios medioambientales y sociales en los cuales
vivimos (por ejemplo, reduciendo significativamente nuestro impacto
medioambiental y la huella ecológica que vamos dejando) y a colaborar
activamente a un mayor bienestar, reduciendo el sufrimiento y el dolor
que genera la desigualdad, la ambición y la apatía. Así, podemos
contribuir al incremento de la alegría y la conexión con los demás.
La gratitud puede transformarse en una práctica simple que es efectiva y a la vez transformadora.
Práctica
Como primera práctica, te invitamos a prestar atención a todo aquello
por lo cual puedas sentir gratitud. Puedes simplemente prestar una
atención amable a lo que ya tienes y por lo cual puedes sentirte
agradecido, incluyendo las diferentes dimensiones de tu vida. Puedes
observar aquellos aspectos materiales por los cuales sentirte
agradecido, o el hecho de que hay muchas partes de tu cuerpo que
funcionan y te permiten hacer una diversidad de cosas. Puedes
también incluir la dimensión afectiva y espiritual, prestando atención
al cariño que has recibido a lo largo de tu vida. Por último, puedes
reconocer y agradecer las acciones propias y de los demás que te nutren,
incluyendo en el circulo de tu gratitud todo aquello que tú mismo
puedes hacer para contribuir al bienestar de los demás.
Una
segunda práctica de gratitud que puedes realizar esta semana consiste
en realizar acciones concretas y anónimas de gratitud, una especie de
«práctica del agradecido anónimo»: Considerando la situación y
contexto en el cual te encuentres, puedes realizar diferentes acciones
guiadas por una intención de gratitud: un llamado telefónico a alguna
persona cercana para tener una buena conversación, ofreciéndole tu
presencia y tus recursos. Quizás reconozcas a algún familiar, amigo o un
desconocido que tal vez necesite sentirte presente. Al realizar esta
acción no esperes una retribución o vuelta de mano, sino que ofrécelo
como un regalo desinteresado.
Al compartir desde la
gratitud puedes tener en cuenta que el mismo gesto es beneficioso para
los demás y beneficioso para ti mismo. La acción no tiene que ser
perfecta ni grandiosa, basta con que sea realizada con una buena
intención y con cuidado.
Claudio Araya
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