La vida está llena de momentos. Algunos buenos, otros malos, por su
puesto, algunos de esos momentos marcan de una manera tan profunda la
vida que te dejan una cicatriz, a veces visible, como las cicatrices que
vemos en el rostro de aquellos que sufrieron un terrible accidente.
En
el alma radica la mente, la voluntad, las emociones, el intelecto y el
entendimiento y cuando hablamos de cicatrices del alma nos referimos
aquellos momentos en los que algunas de estas áreas se vieron afectadas,
tanto que al ver o sentir la marca que ha quedado, recordamos aquel
momento con dolor.
Tal es el caso de la madre que tuvo un hijo. Ese
día jamás lo olvidara, pero la historia hubiese sido diferente si el
padre de ese niño hubiese estado cerca o si lo hubiese tenido en
condiciones sociales mas favorables. O que tal la historia de tres niños
en un tren jugando,
un padre únicamente observándolos y un hombre reclamándole al padre
porque no controla a su hijos y la respuesta de aquel padre: su madre
acaba de morir y no se como darles la noticia. O el caso de un hombre
que creyó estar amando a su esposa y por tantas ocupaciones no cumplía
con las expectativas de ella y ella en vez de confrontarlo, decidió
buscar una persona más.
Todos estos casos dejan cicatrices en el
alma. Personas que jamás pudieron ser las mismas. Pero la pregunta ante
todos estos problemas es como cerrar a herida y al ver la cicatriz saber
que ya todo pasó y ver la posibilidad de un nuevo comienzo.
¿En
quién me apoyo? ¿A quién busco? ¿Quién pudiera ayudarme? Ante estas
situaciones naturales, necesitamos una fuerza sobrenatural: a Dios,
quien en diversas situaciones ha
utilizado su poder para hacer nuevas todas las cosas, para cambiar la
tristeza en alegría, para calmar la desesperación y
convertirse en nuestro único apoyo 24 horas, los 7 días de la semana,
aquel que nos entiende porque nos formó y conoce exactamente la
profundidad de esa cicatriz.
¿Qué vas a hacer con tus cicatrices?
¿Vivir toda tu vida lamentando que las tienes, preguntándote por qué te
sucedió aquello a ti? Si bien es cierto que las cicatrices son
imborrables, siempre estarán allí, cuando te fortaleces en las áreas en
las que no tienes ninguna y le das oportunidad a Dios para que te sane,
tu vida puede comenzar de nuevo, te darás cuenta de que amaneció de
nuevo para ti y que tu vida puede ser mejor que nunca antes. Dios tiene
el poder de hacer que una historia con cicatrices tenga un final feliz.
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