Hay días en los que decidimos ponernos las sonrisas que los demás nos regalan.
Es casi inevitable que la esperanza que irradian nos haga sentir bien; y es que la alegría se contagia, sobre todo cuando viene de gente maravillosa.
Esto ocurre porque cierta gente tiene la capacidad de hacernos sentir bien, esta capacidad de arroparnos y darle una vuelta a nuestra tuerca cada día, es lo que nos engancha y nos hace adictos al bienestar común y a la magia de las sonrisas, las buenas palabras y las buenas intenciones.
Así que no es de extrañar que nos guste rodearnos de gente así, pues son quienes más nos aportan, y siempre volveremos a sus brazos, a sus miradas y a sus sonrisas, su olor nos impregna, huelen a esperanza, son nuestro refugio, una y otra vez.
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