Las personas estamos dispuestas a creer aquello que nos gustaría que fuera cierto, por lo tanto, para construir algo verdadero y perdurable necesitamos no solo confiar en el amor, sino creer en él. Porque lo que se quiere, se cuida, y lo que se cuida, tiene más posibilidades de perdurar.
El amor verdadero es aquel que ha aprendido a caminar con soltura por la cuerda floja, el que sabe estar ahí manteniendo el equilibrio a pesar de las embestidas, a pesar de las crisis externas y sobre todo las internas, esas donde uno termina dudando de sí mismo.
Así pues, si esto ocurre y experimentamos esa maravillosa casualidad… ¿por qué no hacerlo bien? ¿Por qué no poner nuestros pies en el suelo, nuestro corazón en el centro y nuestra mente en ese nivel donde vibra la madurez y la responsabilidad?
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