Los que tienen el poder han siempre necesitado gente fuerte, dura, insensible… es por esto que se ha desarrollado un modelo masculino que parece mas una caricatura que un ser humano.
La idea de que “un verdadero hombre no llora ni con las tripas en las manos”, no solo ha sido un tormento para todos los que hubieran querido vivir como simples seres humanos, sino también para todas las mujeres que se han encontrado lidiando con caricaturas de machos completamente castrados a nivel emocional y en la expresión de los sentimientos.
Para educar a un varón de una forma tal que se convierta en este tipo de hombre, se necesita someterlo a una educación ruda y sin piedad hacia las debilidades humanas.
No son los místicos y los poetas los que inspiran el modelo masculino, sino criminales o gente de poder que tuvo las agallas de ignorar los sufrimientos ajenos para lograr su meta.
Cultivar este modelo de hombre que “…ni con las tripas en las manos” determina un mundo dominado por la ley del mas fuerte, o del mas cabrón, que va bien en el mundo animal, que pero se vuelve absurda y primitiva en el mundo de los humanos.
Sometidos a esta ley, hay solo dos posibilidades: o te agachas renunciando a tu dignidad, o te vuelves violento. Violento como la gente protagonista de nuestras crónicas negras.
Llorar es humano. Un hombre que no sepa llorar es simplemente un animal.
El llanto es la expresión de tu compasión, de tu sensibilidad, de tu capacidad de amar y percibir el dolor y el éxtasis de la vida.
Los hombres son tan sensibles como las mujeres, y su belleza y encanto reside justo en su ser fuerte como una roca y frágil como una rosa.
Un hombre que se rehuse a llorar de dolor o a verter lágrimas de conmoción, a parte de ser un pobre diablo, no es un verdadero Hombre
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