Hay una cualidad que destaca y probablemente no aparecería en los primeros puestos de las listas de muchas personas: el amor. A lo que me refiero no es a lo que normalmente me viene a la mente al principio: emociones, romance, sentimientos egocéntricos que pueden desaparecer tan rápido como aparecen. No, me refiero al tipo de amor que sirve para dar forma positiva a la cultura corporativa de una organización.
Por cultura corporativa me refiero a las creencias que afectan los comportamientos y determinan cómo interactúan los empleados y la dirección de una empresa. La investigación ha descubierto que el 73% de los empleados no creen en los valores de su organización. Del 27% restante, el 77% de los que sí creen en los valores de la organización no pueden aplicarlos en su trabajo. Se trata de una grave desconexión entre empleado y empleador que limita la productividad.
El amor –en el que se esfuerza la persona por anteponer las necesidades e intereses de los demás, buscando lo mejor para ellos– puede marcar la diferencia y transformar totalmente la cultura de una organización. Mi libro, Love As a Management Practice, explica el poder motivador del amor en el trabajo. Éstos son algunos de los beneficios:
• Moral. Tratados con amor, los compañeros de trabajo experimentan una mayor satisfacción personal en el trabajo.
• Márgenes. Los empleados queridos actúan de manera más responsable, lo que los convierte en mejores administradores del tiempo y los recursos, y generan resultados cada vez mejores.
• Desempeño del producto/servicio. Los empleados queridos están cada vez más motivados para contribuir con sus mejores esfuerzos a la misión de la organización, que es beneficiar a los clientes de productos y servicios.
• La satisfacción del cliente. Una mayor satisfacción laboral da como resultado una respuesta más satisfactoria a las necesidades de los clientes internos y externos.
• Retorno de la inversión. Éste es el efecto neto cada vez mayor de una fuerza laboral productiva y bien tratada.
Todo esto conduce al mayor beneficio de todos: Espiritual. El amor como práctica de gestión no es una frase o estrategia inteligente diseñada por un consultor de gestión. Está anclado en la Biblia, apunta al beneficio de los demás y, lo más importante, apunta a Dios, la fuente suprema del amor. Considera lo siguiente:
El amor tiene un enfoque exterior. En Su ministerio terrenal, Jesucristo enseñó que el amor debe ser central en todo lo que hacemos. “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente, y ama a tu prójimo [compañero de trabajo/empleado]) como a ti mismo” (Mateo 22:36).
El amor pone a los demás en primer lugar. Una distorsión moderna del amor es centrarse en uno mismo: en lo que podemos obtener de él. El amor, tal como lo describe la Biblia, no es egoísta. "El amor es paciente, el amor es amable. No tiene envidia, no se jacta, no se enorgullece. No es grosero... no se enoja fácilmente, no guarda ningún registro de sus errores... Y ahora quedan estos tres: fe, esperanza y amor. Pero el mayor de ellos es el amor” (1 Corintios 13:4-13).
El amor es el deseo de Dios para nosotros. Hablando a sus discípulos antes de ser traicionado, sometido a un juicio simulado y crucificado, Jesús les dio instrucciones directas: “Un mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Como yo los he amado, así se amen unos a otros. En esto conocerán todos que son mis discípulos, si se aman unos a otros” (Juan 13:34-35).
John Johnson
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