En el año de 1900, llegó a los oídos de Porfirio Díaz y de su esposa Doña Carmelita la fama del paisajista Tatsugoro Matsumoto quien había diseñado hermosos jardines en Estados Unidos, así como en Latinoamérica y en algunas haciendas mexicanas y había emigrado a México desde 1896. El presidente lo invitó a hacerse cargo tanto de los arreglos florales de la residencia presidencial instalada en el Castillo de Chapultepec como del mismo bosque que rodeaba el majestuoso castillo.
En la Ciudad de México hubo un intento para plantar miles de árboles de cerezo y colocarlos en las avenidas principales de la Ciudad de México. Tatsugoro Matsumoto explicó a ambos gobiernos que la floración del cerezo era poco probable que se realizara debido a que se requería un cambió mucho más brusco de temperatura entre el invierno y la primavera que la Ciudad de México no experimentaba. De este modo el proyecto quedó desechado ante la experta recomendación de Matsumoto.
Sin embargo Tatsugoro Matsumoto introdujo los árboles de Jacaranda y las empezó a reproducir en su vivero en la Ciudad de México en la década de 1920 los cuales trajo desde Brasil. Y esta es considerada una de las grandes aportaciones de Japón a México.
Las condiciones climáticas de la ciudad de México eran ideales para que los árboles de Jacarandas florecieran a principios de la primavera
El árbol de jacaranda se reprodujo ampliamente en la Ciudad de México y otros lugares, al grado de considerarse como flor nativa. El consejo de Tatsugoro fue certero y visionario por lo que hoy podemos disfrutar de nuestro hanami (fiesta de observación de flores) con las jacarandas que en los meses de marzo y abril se nos aparecen de pronto como magia y nos recuerdan que los Matsumoto siguen con nosotros.
El árbol de jacaranda se reprodujo ampliamente en la Ciudad de México y otros lugares, al grado de considerarse como flor nativa. El consejo de Tatsugoro fue certero y visionario por lo que hoy podemos disfrutar de nuestro hanami (fiesta de observación de flores) con las jacarandas que en los meses de marzo y abril se nos aparecen de pronto como magia y nos recuerdan que los Matsumoto siguen con nosotros.
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