vi el nombre de la tienda: LA TIENDA
DE LA VERDAD. Así que allí vendían verdad.
La correctísima dependienta me preguntó
qué clase de verdad deseaba yo comprar:
verdad parcial o verdad plena. Respondí
que, por supuesto, verdad plena. No quería
fraudes, ni apologías, ni racionalizaciones.
Lo que deseaba era mi verdad desnuda, clara y absoluta.
La dependienta me condujo a otra sección del
establecimiento en la que se vendía
la verdad plena.
El vendedor que trabajaba en aquella
sección me miró compasivamente y me
señaló la etiqueta en la que figuraba
el precio. "El precio es muy elevado,
señor", me dijo. "¿Cuál es?", le pregunté yo,
decidido a adquirir la verdad plena a
cualquier precio. "Si usted se la lleva",
me dijo, "el precio consiste en no tener
ya descanso durante el resto de su vida".
Salí de la tienda entristecido. Había
pensado que podría adquirir la verdad
plena a bajo precio. Aún no estoy listo
para la Verdad. De vez en cuando ansío
la paz y el descanso. Todavía necesito
engañarme un poco a mí mismo con mis
justificaciones y mis racionalizaciones.
Sigo buscando aún el refugio de mis
creencias incontestables.
Anthony de Mello,s.j.
(El canto del pájaro)
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