Durante la segunda guerra mundial, el general Eisenhower tenía que efectuar una visita a sus tropas en Ruanda.
El gobernador del territorio que Eisenhower visitaría quería que todas las mujeres se alinearan al borde de la carretera despavimentada y saludaran al General cuando éste pasara en su camioneta.
El único problema era que las nativas no se ponían más que un collar y, de vez en cuando, un pequeño cinturón de cuero.
El gobernador pensó que era inaceptable presentarle sus mujeres en semejante desfachatez al prestigioso visitante. Mandó a llamar al jefe de la tribu y le expuso su apurada situación.
- No se preocupe.- le dijo el jefe de la tribu.
Acordaron que si el gobernador le proporcionaba varias docenas de blusas y faldas, él se encargaría de que las mujeres se vistieran durante tan trascendental acontecimiento.
Después de todo, el gobernador logró conseguirlas a tiempo.
Sin embargo, el día de la importante visita, pocos minutos antes de que llegara el General, el gobernador se enteró de que las nativas se habían puesto las faldas, pero, por razones de estética muy suyas, según le
comentaron, no las blusas.
Las mujeres se situaron entonces a ambos lados de la carretera, solamente con las faldas como prenda.
El gobernador se afanó por la forma como el General podría interpretar el recibimiento, por lo que mandó a llamar al jefe de la tribu, el cual le aseguró que había hablado con ellas y que habían accedido a cubrirse el pecho cuando el general pasara.
- ¿Estás seguro?- se molestó el gobernador.
- Absolutamente.- contestó el jefe de la tribu.
El estupor del General no fue poco, cuando, al pasar en su camioneta, las mujeres, ingeniosamente, utilizaron la parte frontal de la falda para cubrirse el pecho.
A veces, cuando imponemos una forma de resolver los problemas, sin entender el punto de vista del otro, podemos terminar dando lugar a situaciones absurdas que hacen la vida más difícil para todos.
Carlos Devis
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