No querrás hacer daño a tu esposa cuando comprendas que, al herirla, en última instancia te hieres a ti mismo, ya que, si ella es desgraciada, tú también acabas siéndolo. Entonces querrás que sea feliz, puesto que su felicidad aumenta tu felicidad potencial. Un día comprendes que la aflicción que causamos a los demás nos deja a nosotros igual de tristes, y que la alegría que le damos nos hace igual de felices.
Pero solemos pensar lo contrario: nos guardamos la alegría para nosotros, y a los demás les deseamos desdichas; nos parece que, tal vez, de esa manera nuestra cuota de felicidad será mayor. El resultado final es que descubres que tu vida está llena de infelicidad, porque lo que das, vuelve a ti. Si has sembrado espinas para que los demás se pinchen, tu vida se rodea de espinas, y si has sembrado flores, sin preocuparte de lo hagan o no hagan los demás, tu vida se llena de flores. Recoges lo que siembras. Sin embargo, parece que no acabemos de entender esta fórmula de la vida.
Vino a verme una mujer que quería divorciarse de su marido. Nunca me olvidaré lo que me preguntó, dijo: "Enséñeme una manera de conseguir el divorcio que haga desgraciado a mi marido el resto de su vida". Ella sabía de sobra que su marido sería la persona más feliz del mundo el día que ella se divorciara de él; lo había atormentado sin fin. Y ahora quería que fuera infeliz incluso después de que ella se fuera.
Cuando estamos juntos, queremos que el otro sufra, y, cuando estamos separados, también. Pero si nuestra meta en la vida, ya estemos juntos o separados, es causar dolor y aflicción a los demás, por fuerza eso ha de ir creando una dolorosa herida en nosotros, una herida que es creación nuestra, que es consecuencia de tener la atención puesta constantemente en provocar dolor".
Osho
Jaja, me encanta la imagen, también el artículo, como siempre :-) Mil gracias. Namasté.
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