Pau Casals, legendario violoncelista catalán, lo maneja así en este ejemplo.
Si alguna vez has tocado para un gran maestro en una clase magistral, sabes que muchas cosas pueden salir mal. Ahí estás tu, un mero estudiante, a punto de actuar para un músico de fama mundial en una sala llena de otros alumnos, muchos de ellos aguardando su turno para tocar. Todos saben que al menos un interprete se vendrá abajo, y todos esperan que no sean ellos. Es una situación que destroza los nervios. Aunque comiences tocando muy bien, nunca sabes cuándo te traicionarán los nervios haciéndote perder el rumbo, haciéndote tocar notas erróneas o incluso llevándote a olvidar por completo la pieza que has ensayado diez mil veces. Tampoco sabes, por añadidura, cuándo decidirá interrumpirte el maestro para sugerirte alguna corrección.
El alumno en cuestión había cometido varias equivocaciones sin importancia, seguidas por otras más graves, hasta que un error catastrófico desbarató por completo su actuación. Como de costumbre, un silencio opresivo se cernió sobre la case magistral, tan sólo punteado por el pobre estudiante que trataba de contener las lágrimas. De súbito Casals se puso a aplaudir, gritando "¡Bravo!" Los demás estudiantes de la sala estuvieron más que encantados de imitar al maestro, de modo que todos rompieron a aplaudir y a gritar "¡Bravo!". El estudiante parecía avergonzarse todavía más y dijo al maestro: "¡Pero si he tocado fatal!"
"No, te equivocas" dijo Casals. "Has tocado un pasaje maravillosamente ... este ... Vuelve a tocarlo"
El estudiante respondió agradecido y al final de la lección tocó la pieza entera de maravilla. Esto fue así porque el profesor le corrigió haciendo hincapié en su punto fuerte en lugar de hacerlo en su punto débil.
Esfuérzate por sacar lo mejor de las personas y generarás felicidad y suscitarás su mejor actuación. Insiste sobre lo peor de ellas, y generarás desdicha y suscitarás su peor actuación. Es así de simple.
Lou Marinoff
(El poder del Tao)
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