Se trataba de un hombre que nunca había tenido ocasión de ver el mar.
Vivía en un pueblo del interior de la India. Una idea se había instalado con fijeza en su mente: No podía morir sin ver el mar. Para ahorrar algún dinero y poder viajar hasta la costa, tomó otro trabajo además del suyo habitual. Ahorraba todo aquello que podía y suspiraba porque llegase el día de poder estar ante el mar.
Fueron años difíciles. Por fin, ahorró lo suficiente para hacer el viaje. Tomó un tren que le llevó hasta las cercanías del mar. Se sentía entusiasmado y gozoso. Llegó hasta la playa y observó el maravilloso espectáculo. ¡Qué olas tan mansas! ¡Qué espuma tan hermosa! ¡Qué agua tan bella! Se acercó hasta el agua, con un recipiente tomó un poco y se la llevó a los labios para degustarla. Entonces, muy desencantado y abatido, pensó: !Qué pena que pueda saber tan mal con lo hermosa que es!
Por ignorancia, cuando tus expectativas no son satisfechas, te desencantas. El ser que es libre sólo espera aquello que ocurre.
Leyenda de India.
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