Estos son los días de nuestras vidas.
No hay otros días por venir.
Estos son los días.
Los días en que nos encontramos los unos con los otros. En los que
hablamos o no hablamos. En los que sentimos lo que sentimos, tanto como
podamos sentirlo. En los que tomamos los caminos que tomamos hacia los
destinos que soñamos cuando todavía podíamos soñar y creer en sueños. En
los que comemos lo que comemos. En los que dormimos cuando dormimos. En
los que amamos tanto como podemos.
Pero estos son los días. Los
días de lo ordinario y lo milagroso. Los días de respirar, los días en
que la sangre bombea por nuestras venas, los días que parecen durar para
siempre, los días que no pueden terminar lo suficientemente rápido. Los
días en que nos mantenemos muy cerca de la vida, de su calidez, de su
ternura y de su ferocidad. Los días en que todo parece posible. Los días
en los que nos sentamos juntos, bebemos té de jazmín, o flores de
saúco, o 'Earl Grey,' o nada, viendo el mundo pasar, a nosotros como
parte del mundo pasar, observando. Días que conforman una vida. Días
para ser vividos.
Estoy enamorado de estos días, que nos son
dados gratuitamente. Días para jugar, para maravillarnos, para buscar o
no buscar, para preguntar, para recordar u olvidar, pero días, al fin y
al cabo; días cuya belleza está enraizada en su propia impermanencia,
cuya fragilidad y solidez parecen inseparables.
No te olvides de
estos días, y especialmente, de este día, en el que habitas, el que te
sostiene donde estás, como una madre sostiene a su pequeño, sin aliento
pero fuerte, rosado y pequeño y perfecto; no sin defectos, pero amado
justamente por eso.
Si me dan sólo un día más, que sea este
día, el único día que habré conocido, y que se me deje amarlo de la
misma forma en que él me amó, por todos estos días.
Jeff Foster
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