Las emociones ocupan gran parte de nuestra vida y son la causa más importante de felicidad o infelicidad.
Como padres podemos y necesitamos educar las emociones. Todos
pensamos que un niño debe aprender a montar en bicicleta, comer con
cubiertos y aprender a escribir, y que los padres debemos ayudarles en
esos aprendizajes. Pero tan importante como esas habilidades está la
capacidad de autocontrolar la ira, reflexionar antes de actuar, saber si
estamos tristes y por qué.
Entender y controlar las
emociones es parte muy importante de la Atención Plena y su relación con la
inteligencia emocional y hoy sabemos que los niños que controlan sus
emociones son más felices y se adaptan mejor a la escuela.
¿Qué podemos hacer como padres para educar las emociones de nuestros hijos? Estas orientaciones van dirigidas a ello:
-Fijarse en las emociones de los niños, pensar qué estarán sintiendo,
“ponernos en su pellejo” (cosas insignificantes para nosotros pueden ser
terribles para ellos), ser concientes de sus sentimientos, no solo de
los negativos, también cuándo se sienten felices, orgullosos, etc.
-Identificar y ser conscientes de nuestras propias emociones y del modo
como las enfrentamos, nos ayudará a entender mejor las emociones de
nuestros hijos.
-Los adultos somos modelos para los niños
aunque no lo quieran. El niño aprenderá de sus padres a enfrentar sus
emociones a partir de la observación.
Si enfrentamos nuestras propias emociones adecuadamente, estaremos dando un buen ejemplo.
-Fijarnos en cómo juega el niño, qué dice a sus muñecos/as, etc., nos
puede indicar lo que está sintiendo, lo que le preocupa, de qué se
siente contento, etc.
-También las pesadillas ofrecen una
oportunidad de observar sus preocupaciones, miedos, etc. Hay que calmar
al niño después de una pesadilla y hacerle ver que lo que ha ocurrido no
es real, pero a la vez podemos aprender más de nuestro hijo.
-Enseñarle a expresar sus emociones a través de las palabras,
enseñándole los términos adecuados a sus sentimientos (“temeroso”,
“contento”, “preocupado”, “relajado”, “envidioso”, etc.)
-Ante
las emociones de los niños la mejor respuesta es darnos cuenta e
intentar entenderlas. Negarlas (quitarle importancia) o evitarlas
(distraer al niño o compensarle para que deje de sentirlas) suele ser
contraproducente.
-Ver las emociones como una oportunidad de
entrar en contacto afectivo con los niños, de entenderlos y luego poder
enseñarles, en vez de ver la emoción como un conflicto o un problema.
-Dar respuestas a las emociones antes de que se salgan fuera de
control. Hablar de las emociones antes de que estallen puede enseñar al
niño a enfrentar momentos de crisis, como podría ser el caso de las
rabietas.
- Animar a los niños a hablar de sus emociones, qué
sienten y cómo se encuentran. Hay que ayudarles a expresar sus emociones
a través de las palabras.
-Mostrarnos pacientes y cariñosos
ante sus emociones, escuchándoles e intentando entenderles es el primer
paso para intentar ayudarles y educarles.
-Cuando escuchamos
atentamente la expresión emocional de un niño le estamos enviando el
mensaje de que sus emociones nos importan.
-Además de las palabras debemos fijarnos en otras señales como el lenguaje no verbal o lenguaje corporal, el tono de voz, etc.
-A la hora de afrontar situaciones que crean malestar y emociones
negativas hay que ayudarles a pensar en soluciones y a que sean ellos
los que expresen sus propias ideas y soluciones.
- Es bueno
enseñar a los niños a nombrar sus emociones. Por ejemplo, si un niño
está llorando se le puede decir “Estás triste, ¿verdad?”, o si está
enrabietado el comentar: “Ya veo que estás muy enfadado”, le ayudará a
entender mejor sus emociones, al tiempo que se da cuenta que entendemos
lo que le pasa.
-También es importante el enseñar a
identificar las diferentes emociones. Para ello se puede jugar con
marionetas, con muñecos, o simplemente pintándose los dedos con
diferentes caras (triste, enfadado, alegre…) y haciendo que esos
“personajes” hablen y cuenten sus sentimientos.
-Hay que
hacerle ver al niño la diferencia entre los sentimientos y el
comportamiento. Un niño que siente celos de su hermano pequeño intenta
superar su frustración pegándole. Podemos aceptar el sentimiento del
niño y a la vez no aceptar su manera de comportarse.
-En esos
momentos, ayudaremos al niño si ponemos un nombre a ese sentimiento y
hacemos entender al niño sus emociones, pero también le decimos que no
es adecuado su comportamiento y que no lo vamos a tolerar, y por último
le ayudamos a buscar una solución más adecuada al problema o conflicto
con el que se encuentra.
A modo de ejemplo, le podríamos decir:
“Tu hermano te ha insultado y por eso te has enfadado. A mí me pasaría
lo mismo si me sintiera insultado. Pero no creo que hayas solucionado
nada habiéndole pegado. ¿cómo podrías actuar en otra situación
parecida?”
El mensaje que le transmitimos de esta manera sería:
-Me importa cómo te sientes
-Sé como te sientes (empatía)
-Tu puedes buscar una manera mejor de comportarte.
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