En un amplio patio de la casa más elevada del poblado, descansaba una
sabia anciana cuyo rostro se decía que inspiraba una extraña mezcla
entre misericordia y firmeza. Era conocida por el nombre de RAMALA, y de
todos era sabido que sus palabras parecían brotar del manantial de la
eterna sabiduría.
Un día de sol, en el que la anciana se
hallaba meditando bajo la sombra de una vieja higuera, se presentó ante
el umbral de su casa un joven que dijo:
"Sabia amiga ¿Puedo pasar?"
"La puerta está abierta". Respondió RAMALA.
El joven, cruzando el umbral y acercándose hasta la anciana, dijo:
"Me llamo Magén y trabajo como artista. Mis realizaciones son sinceras y
plenas de sentimiento, sin embargo, tengo un gran problema: Me
atormentan las críticas que se hacen de mi obra y de mi persona. Vivo
obsesionado por la perturbación de las descalificaciones y, por más que
trato de que no me afecten, terminan por esclavizarme...
"Sigue, explícame todo lo que te pasa". Dijo la anciana mirándole con amor y comprensión.
"Puede decirse que para tomar cualquier decisión", contestó Magén,
"necesito la aprobación de los demás. Y sucede que cuando me piden algo
que no puedo de inmediato complacer, la tensión que de pronto, inunda mi
pecho, me llega a quitar el sueño. En realidad, no sé decir "no" y por
temor a que no me quieran no me permito ser yo mismo con todas las
consecuencias. Sé que eres sabia y que tu fama de sanadora alcanza los
horizontes más alejados. Dicen también que tus remedios son extraños, y
sin embargo no me falta confianza para acudir a ti, a fin de conseguir
la paz que tanto necesito".
RAMALA, mirando al joven con suave firmeza le dijo:
"Si quieres realmente curarte, deberás dirigirte al cementerio de la
ciudad. Una vez allí, procede a insultar y calumniar a los muertos.
Deberás pronunciar los peores y más indeseables juicios. Cuando lo hayas
realizado, vuelve y relátame lo que te haya sucedido".
Ante
esta respuesta, Magén aunque se hallaba un tanto desconcertado por no
entender el porqué de tal remedio, se despidió y salió de aquella casa.
A día siguiente, se presentó de nuevo ante RAMALA.
" Y bien, ¿fuiste al cementerio?". Pregunto éste.
"Sí". Contestó MAGÉN en un tono algo decepcionado.
"¿Y qué te contestaron los muertos?" dijo RAMALA.
"Pues en realidad", respondió Magén en tono incrédulo, "no me
contestaron nada, estuve tres horas profiriendo toda clase de críticas e
insultos, y en realidad, ni se inmutaron".
La anciana sin variar el tono de su voz le dijo a continuación:
"Escúchame atentamente. Vas a volver nuevamente al cementerio, pero en
esta ocasión, vas a dirigirte a los muertos profiriendo todos los
elogios, adulaciones y halagos que seas capaz de sentir e imaginar".
La firmeza de la mujer eliminó las dudas de la mente del joven que tras despedirse, se retiró de inmediato.
Al día siguiente MAGÉN volvió a presentarse en la casa...
"¿Y bien?" preguntó RAMALA.
"Nada". Contestó MAGÉN en un tono muy abatido y desesperanzado.
"Durante tres horas ininterrumpidas, he recorrido las tumbas y he
articulado las palabras más hermosos acerca de sus vidas, y también he
destacado las cualidades más generosas y benéficas que difícilmente
pudieron oír en sus días sobre la tierra, y me pregunto: ¿Qué ha pasado?
Pues nada, no ha pasado nada. Allí, ni se inmutaron ni respondieron.
Todo continuó igual a pesar de mi entrega y esfuerzo. Así que me
pregunto ¿dónde está la eficacia de esa extraña medicina? ¿eso es todo?"
interpeló el joven con cierto escepticismo.
"Sí" Contestó RAMALA mirándole a los ojos de forma dulce y contundente. "Eso es todo... porque así debes ser tú MAGÉN:
INDIFERENTE COMO UN MUERTO A LOS HALAGOS E INSULTOS DEL MUNDO
Sé tu mismo, imperturbable e infectado más allá de los claros y los oscuros del mundo superficial.
Recupera el poder que has dado a los demás y confía en la perfección del Universo que se expresa a través de tus errores y aciertos.
José María Doria
No hay comentarios.:
Publicar un comentario