Caminaba
el hombre entre todos los demás, con tal dignidad que le es propia a
quien en la confianza de ser hijo del Altísimo, cumple cabalmente su
destino.
Ante el dolor del látigo y las espinas, mostraba su
mensaje: “no soy carne, no soy cuerpo y tampoco Ustedes lo son”, vayamos
un paso adelante, que protegidos estamos en cualquier umbral.
Ante una mente que sabe de juicios injustos, ofensas y desatinos
ajenos, mostraba también: “no soy mente, no soy ninguna idea, ni
Ustedes lo son” sigamos hacia arriba, donde reside el corazón.
Ante las lágrimas de una Madre y el desconcierto de sus discípulos,
siguió mostrando: “no soy sentimientos que terminan en esta tierra, ni
apegos que hagan sufrir, ni Ustedes lo son”, continuemos el ascenso con
certeza en la luz y el reencuentro.
Ante la soledad de la más
sublime entrega total, mostró el mayor de los ejemplos “Yo soy espíritu,
el divino, el incorruptible e inmortal”, Padre: "en tus manos
encomiendo mi espíritu y el de Ustedes también".
“Y uno de los
malhechores que estaban colgados, le injuriaba, diciendo: Si tú eres el
Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Y respondió el otro,
reprendiéndole: ¿Ni aun tú temes a Dios, estando en la misma condena?
Nosotros, la verdad, justamente padecemos; porque recibimos lo que
merecieron nuestros hechos: mas éste ningún mal hizo. Y le dijo á Jesús:
Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De
verdad te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 39-43).
"No he venido a traer mensajes de dolor, he venido a mostrarles la luz en el camino de la vida"
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