No la verdad “linda”,
No la verdad que busca complacer o reconfortar,
Sino la verdad cruda.
La verdad salvaje.
La verdad que no conviene,
La verdad tántrica.
La “maldita” verdad.
La verdad que tienes miedo de decir,
La horrible verdad acerca de ti mismo/a
Que escondes para “proteger” a otros,
Para evitar ser “demasiado”,
Para evitar ser avergonzado/a o rechazado/a,
Para evitar ser visto/a.
La verdad de tus sentimientos más profundos:
La rabia que has estado disimulando, controlando, que no has permitido ser,
Los terrores de los que no quieres hablar,
Los impulsos sexuales que has intentado adormecer,
Los deseos básicos que no soportas expresar.
Finalmente, las defensas se caen,
Y este material “peligroso” emerge desde lo profundo del inconsciente.
No puedes retenerlo más,
La imagen del “buen chico” o la “buena chica” se evapora, “el perfecto”, el que “ha sabido resolverlo todo”, el “evolucionado”, todas estas imágenes arden.
Tiemblas, sudas, sientes que vas a vomitar,
Piensas que podrías morir al hacerlo,
Pero finalmente dices tu maldita verdad,
La verdad de la que estás profundamente avergonzado/a.
No la verdad abstracta, no la verdad “espiritual”,
No una verdad diseñada con palabras buscadas cuidadosamente para prevenir la ofensa,
No una verdad cuidadosamente empaquetada,
Sino una verdad desordenada, intensa, desaliñada.
Una verdad sangrienta, apasionada, provocativa, sensual, sin domar ni pintar, mortal.
Una batida, pegajosa verdad que te hace sudar, vulnerable.
La verdad sobre cómo te sientes,
La verdad que permite que otra persona te vea sin esconderte,
La verdad que hace al otro quedarse sin aliento,
La verdad que hace que tu corazón palpite con fuerza.
Esta es la verdad que te hará libre.
He visto depresiones crónicas y ansiedades que habían sido de por vida, disiparse de la noche a la mañana.
He visto como traumas profundamente incrustados se han evaporado,
He visto cómo fibromialgias, migrañas de toda la vida, fatigas crónicas, dolores de espalda insoportables, tensiones corporales, desórdenes del estómago, han desparecido sin nunca más volver.
Por supuesto, los “efectos secundarios” de la verdad no son siempre tan drásticos.
Por supuesto, los “efectos secundarios” de la verdad no son siempre tan drásticos.
Y no damos un paso hacia nuestra verdad con un resultado en mente.
Pero piensa en la inmensa cantidad de energía que requiere reprimir y silenciar nuestra salvaje naturaleza animal,
Reprimir nuestro enojo, nuestras lágrimas, nuestro terror,
Sostener una falsa imagen y aparentar estar “bien”.
Piensa en toda la tensión que sostenemos en nuestro cuerpo,
Y el daño que ocasiona a nuestro sistema inmune
Cuando vivimos con el miedo de “salir a la luz”.
Toma el riesgo de decir tu verdad,
La verdad que tienes miedo de decir,
La verdad que temes que haga que el mundo se acabe.
Encuentra una persona segura, un amigo, un terapeuta, un consejero, o tú mismo/a, y permiteles entrar.
Permiteles sostenerte mientras te quiebras,
Permiteles amarte mientras lloras, te enojas, tiemblas de miedo, haces un lío.
Contar tu maldita verdad a alguien podría salvarte la vida,
sanarte bien desde lo profundo, y conectarte con la humanidad en formas que nunca has imaginado.
sanarte bien desde lo profundo, y conectarte con la humanidad en formas que nunca has imaginado.
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