A los quince años mi mayor ilusión fue aprender.
A los treinta años había plantado mis pies firmemente en el suelo.
A los cuarenta ya nada me dejaba perplejo.
A los cincuenta supe qué me ofrecía el cielo.
A los sesenta escuché ese ofrecimiento con oído sumiso.
A los setenta pude seguir el dictado de mi propio corazón;
Pues cuanto deseaba ya no rebasaba los límites de lo correcto.
Confucio
Sabias palabras. Gracias por compartir. Un abrazo.
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Hola Ana!!
BorrarMuchas gracias por comentar!!