Siempre he creído que todo en la vida es para nada y para todo. No sé cual será mil último viaje, tampoco sé si podré cumplir mi sueño de pisar cada uno de los países de la tierra. Pero tengo la certeza de que la diversión es el camino no la meta.
Los seres humanos viajamos para huir, para encontrar, para conocer, para presumir, para sentir, para crecer, para aprender, para engordar, para enamorarnos, para olvidar, para pensar, para reír y hasta para decir adiós.
No importa las razones de un viaje, pisar una tierra que no es la nuestra nos pone a prueba, nos saca de nuestra zona de comfort, nos confronta y nos abre el panorama como si fuera una enorme puerta que da al jardín de las delicias.
He conocido mucha gente a lo largo de mi vida, personas de distintas profesiones, edades y clases sociales. Cuando llega el tema de los viajes, no importa de dónde seas, a qué te dediques, qué edad tengas o cuánto dinero ganes, siempre se puede charlar sin final sobre las travesías.
Los viajes no son de los ricos, son de los afortunados, aquellos que destinan sus ganancias a lo intangible, a la experiencia. Aquellos que como yo quieren que cuando llegue el final de nuestro paso por la tierra y veámos pasar nuestra vida como si fuera una película, valga la pena observarla.
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