Una serendipia es ...

Una serendipia es un descubrimiento o hallazgo afortunado e inesperado. Así que espero que lo que aquí encuentres sea afortunado y útil para tu crecimiento, además que sea inesperado pues siempre se recibe todo gratamente cuando no tienes expectativas.

08 julio 2019

El pan de Cristo

El siguiente es el relato verídico de un hombre llamado Víctor. Al cabo de varios meses de encontrarse sin trabajo, se vio obligado a recurrir a la mendicidad para sobrevivir, cosa que detestaba profundamente.

Una fría tarde de invierno se encontraba en las inmediaciones de un club privado cuando observó a un hombre y su esposa que entraban al mismo.
Víctor le pidió al hombre unas monedas para poder comprarse algo de comer.
- "Lo siento, amigo, pero no tengo nada de cambio" -replicó éste.

La mujer, que oyó la conversación, preguntó:

-"¿Qué quería ese pobre hombre?"

-"Dinero para una comida. Dijo que tenía hambre" -respondió su marido.
-"Lorenzo, no podemos entrar a comer una comida suntuosa que no necesitamos y ¡Dejar a un hombre hambriento aquí afuera!"
-"Hoy en día hay un mendigo en cada esquina! Seguro que quiere el dinero para beber."
-"¡Yo tengo un poco de cambio! Le daré algo". Aunque Víctor estaba de espaldas a ellos, oyó todo lo que dijeron.

Avergonzado, quería alejarse corriendo de allí, pero en ese momento oyó la amable voz de la mujer que le decía:
-"Aquí tiene unas monedas. Consígase algo de comer. Aunque la situación está difícil, no pierda las esperanzas. En alguna parte hay un empleo para usted. Espero que pronto lo encuentre."
-"¡Muchas gracias, señora! Me ha dado usted ocasión de comenzar de nuevo y me ha ayudado a cobrar ánimo. Jamás olvidaré su gentileza."

-"¡Estará usted comiendo el pan de Cristo. Compártalo!"-dijo ella con una cálida sonrisa dirigida más bien a un hombre y no a un mendigo.
Víctor sintió como si una descarga eléctrica le recorriera el cuerpo.

Encontró un lugar barato donde comer, gastó la mitad de lo que la señora le había dado y resolvió guardar lo que le sobraba para otro día. Comería el pan de Cristo dos días. Una vez más, aquella descarga eléctrica corría por su interior. ¡El pan de Cristo!
-"¡Un momento!" -pensó-. "No puedo guardarme el pan de Cristo solamente para mí mismo".

Le parecía estar escuchando el eco de un viejo himno que había aprendido en la escuela dominical. En ese momento pasó a su lado un anciano.
-"Quizás ese pobre anciano tenga hambre" -pensó-. "Tengo que compartir el pan de Cristo".
"Oiga" -exclamó Víctor-. "¿Le gustaría entrar y comerse una buena comida?"

El viejo se dio vuelta y lo miró con incredulidad.
-"¿Habla usted en serio, amigo?" El hombre no daba crédito a su buena fortuna hasta que se sentó a una mesa cubierta con un mantel plástico y le pusieron delante un plato de guiso caliente.

Durante la cena, Víctor notó que el hombre envolvía un pedazo de pan en su servilleta de papel.
-"¿Está guardando un poco para mañana?" -le preguntó. -"No, no. Es que hay un chico que conozco por donde suelo frecuentar. La ha pasado mal últimamente y estaba llorando cuando lo dejé. Tenía hambre. Le voy a llevar el pan."
-"El pan de Cristo". Recordó nuevamente las palabras de la mujer y tuvo la extraña sensación de que había un tercer Convidado sentado a aquella mesa. A lo lejos las campanas de una iglesia parecían entonar el viejo himno que le había resonado antes en su cabeza.

Los dos hombres llevaron el pan al niño hambriento, que comenzó a engullirlo. De golpe se detuvo y llamó a un perro, un perro perdido y asustado.
-"Aquí tienes, perrito. Te doy la mitad"-dijo el niño.
"El pan de Cristo alcanzará también para el hermano cuadrúpedo".
El niño había cambiado totalmente de semblante. Se puso de pie y comenzó a vender el periódico con entusiasmo.

-"Hasta luego" -dijo Víctor al viejo - "En alguna parte hay un empleo para usted. Pronto dará con el. No desespere".
"¿Sabe?" -su voz se tornó en un susurró-. "Esto que hemos comido es el pan de Cristo".
-"Una señora me lo dijo cuando me dio aquellas monedas para comprarlo. El futuro nos deparará algo bueno!"

Al alejarse el viejo, Víctor se dio vuelta y se encontró con el perro que le olfateaba la pierna. Se agachó para acariciarlo y descubrió que tenía un collar que llevaba grabado el nombre del dueño. Víctor recorrió el largo camino hasta la casa del dueño del perro y llamó a la puerta. Al salir éste y ver que había encontrado a su perro, se puso contentísimo.

De golpe la expresión de su rostro se tornó seria. Estaba por reprocharle a Víctor que seguramente había robado el perro para cobrar la recompensa, pero no lo hizo. Víctor ostentaba un cierto aire de dignidad que lo detuvo. En cambio dijo: -"En el periódico vespertino de ayer ofrecí una recompensa. ¡Aquí tiene! Víctor miró el billete medio aturdido".

-"No puedo aceptarlo" -dijo quedamente-. "Solo quería hacerle un bien al perro".
-"Téngalo! Para mi lo que usted hizo vale mucho más que eso. ¿Le interesará un empleo? Venga a mi oficina mañana. Me hace mucha falta una persona íntegra como usted."

Al volver a emprender Víctor la caminata por la avenida, aquel viejo himno que recordaba de su niñez volvió a sonarle en el alma. Se titulaba "Comparte el Pan de Vida"...


Muchos hemos pasado por momentos difíciles, de gran necesidad material y espiritual. Algunos hemos optado por amargarnos por la ira y el resentimiento que produce la impotencia de no poder cambiar nuestras circunstancias. Siempre tendremos la opción de actuar o reaccionar.

Víctor actuó, a pesar de su situación de extrema pobreza, optó por actuar, por responder con generosidad aunque solo tenía a su haber poco, el pan de Cristo. Usted y yo hemos tenido tanto o más que Víctor, ¿Qué hemos hecho con ello? ¿Qué hemos hecho con el pan de Cristo?


Todos los días tenemos la oportunidad de impactar vidas, pero nos falta la libertad que trae un corazón generoso que ama como Cristo ama.  Muchos piensan que pueden vivir dándole la espalda a Dios, como se la dan a los necesitados.

Duele pensar que Dios envió a Su hijo a morir por nuestros pecados, y que con su resurrección tenemos acceso al Padre si lo recibimos en nuestro corazón sinceramente y lo seguimos. Es fácil seguir la corriente del mundo, pero donde estés está semana puedes hacer una profunda diferencias si te decides a compartir con los necesitados.

Nunca es tarde para hacer un auto-examen y descubrir que aunque parezca humanamente que tenemos solo para nuestras necesidades y gustos, siempre tendremos suficiente para compartir con otros que no tienen nada de lo que tenemos; una sonrisa, un abrazo, consuelo, afecto, unas monedas, un abrigo, una sopa caliente, el PAN DE CRISTO.

Como en todo estamos ante decisiones. No dejemos que nuestras reacciones emocionales y percepciones negativas afecten nuestra responsabilidad y llamado a cambiar vidas. El tiempo de dar es AHORA.



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