Y en el otro, la dignidad florece entre abrazos.
A veces no elegimos cómo nos vamos…
Pero como sociedad, sí podemos elegir cómo acompañamos.
Porque al final, el mayor alivio no viene de una máquina, sino de sentirnos amados hasta el último respiro.
La historia de mi vestido de novia es muy simple, lo ví, me gustó, lo compré, el precio era bueno, y me llegó al departamento en Texas. El siguiente año sería el "gran" evento. Nos habíamos casado legalmente en el 2019 y el plan para la ceremonia religiosa sería en el 2020 y después un viaje de luna de miel en España, Portugal y Marruecos... Todo el plan era maravilloso.
Claro como imaginarás llegó la pandemia, y todos los planes del 2020 se "pospusieron". No nos estresamos, en realidad, nuestra boda legal en Texas la había oficiado un Pastor, así que hubo también una pequeña ceremonia religiosa, así que decidimos posponer, hasta que llegamos a la conclusión que nos ahorraríamos mucho dinero evitando la fiesta, y pues nuestra boda del 2019 era la boda que necesitábamos para todo lo demás. Nos sentimos aliviados, se lo comunicamos a mamá, y dijo que estaba bien.
Pasó tiempo y un día se me ocurrió sacar el vestido de novia, que tenía bien guardado en una caja, me lo puse, me gustó me tomé una selfie, se la mandé a mi esposo Valdemar, y dije, hay que vender ese vestido que no se ha usado, que no tiene historias escondidas solo una pandemia que nos paralizó a todos y que nos hizo cambiar puntos de vista, nos hizo apreciar el tiempo presente y a los que tenemos cercanos al corazón.
Luego pasó otro tiempo hasta que un día le dije a una preciosa amiga que tiene una tienda de ropa, que lo vendiera, se lo entregué este año, y lo que siguió a continuación han sido historias de amor de mujeres próximas a casarse, algunas vieron el vestido, otras se lo probaron, hasta que llegó la indicada.
Así que le pedí a mi amiga Luisa que me contará la historia de la novia que usaría ese vestido, me contó la historia de tres interesadas... ¿adivina quien se quedó con él?... estas son las breves historias:
Mayra. Mujer de 53 años, madre de un jovencito, ilusionada con su boda. Cuando se probó el vestido su rostro brillaba, pero lo que más me impresionó fue su testimonio, era una sobreviviente de cáncer de mama, le habían quitado un seno, y por ese motivo había postergado por años hacer su sueño realidad.
Melissa. Mujer de unos 28 a 30 años, llegó se lo midió, y sí le quedó. Fue con sus papás y su hermana a verlo. Expresaron ser cristianos porque Luisa les dijo que estaba orando por la princesa que se quedaría con el vestido, que fuera la indicada, una novia feliz. La mamá de Melisa pensaba que sus hijas ya estaban algo mayorcitas, y que tal vez no se casarían, porque son 2 hermanas, una solamente se casa, pero sabemos que los planes de Dios son perfectos en tiempo y forma.
Laura. Madre divorciada de unos 52 años, con dos hijas quienes la motivaron a casarse con su novio, un hombre trailero muy simpático, ocurrente y enamorado. El la acompañó a probarse el vestido. Me encantó la forma en que se llevan me comentó Luisa, él como hombre práctico quería una boda sencilla, ir al Registro Civil y ya, pero ella, en su primer matrimonio no había tenido una boda que fuera de su gusto, así que ahora que tenía una segunda oportunidad la quería hacer realidad, así que con ayuda de sus hijas tenían planeado que el vestido fuera el que realmente le gustara, que en la ceremonia estuviera la familia, amigos y que en la recepción no faltara la música.
¿Quién crees que se quedó con él? Fueron más historias, y fueron más las mujeres que fueron a verlo, de hecho, solo diré que quien se quedó con él, lloró de emoción, y mi amiga Luisa también, fue un momento emotivo y es que sin duda es muy bonito palpar las historias de amor.
Yo estoy tan contenta que ese vestido encontrara a una mujer con una bonita historia de amor, y estoy contenta de la nueva experiencia que mi amiga tuvo en este proceso. Celebremos el amor, celebremos las historias bonitas.
Gracias, Gracias, Gracias.
Edith Reyna-Villarreal
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Este es el vestido |
Recientemente llegaron a mi unas fotografías del pasado, de la familia, de las risas y los buenos momentos. Que bonitas pensé, sobre todo la que comparto aquí abajo. Luego la observé bien, una gran familia, las hermanas unidas aunque separadas por la distancia de los lugares de residencia de cada una. Y luego me di cuenta de algo que me estrujó el corazón, no sé por qué, pero están todas en la que fue la última recamara que estuvo mamá, en el lugar en donde nos dijo adiós. Y me dio tristeza pensar que justo ahí, solo la acompañó su hermana menor, Mimí.
Me parece tan irónico que justo en ese lugar todas estuvieron en algún momento, y cuando llego el tiempo de la despedida, mamá se preguntaba si acaso sus hermanas la recordaban, solo al final llamó a una más quien atendió la solicitud de despedirse. Pero ¿y las demás? Ni siquiera la llamaron, la hicieron pensar que la habían olvidado, me dijo en alguna ocasión, tal vez ellas no me recuerden, pero yo oro por ellas todos los días. Y eso es lo que duele aún hoy, que ella pensó que la olvidaron aún antes de que se fuera. Y aunque sé que tal vez la recuerdan, no se lo hicieron saber.
Y no digo esto porque mamá estuviera sola, claro que no, todos sus hijos, nietos, nueras, su cuñada, hermana, hermano, sobrinos, hermanos de la fe, familia, amigas, vecinas, enfermera, estuvieron rodeando sus últimos momentos de amor, cantos y oración, no estuvo sola, la despedimos acompañándola con amor y paciencia.
Y la verdad no quise dejar pasar que a veces creemos que quien nos acompañará al final de nuestro camino, no son quienes pensamos, pero siempre estaremos acompañados de las personas adecuadas que indudablemente Dios pondrá en nuestro camino.
Edith Reyna-Villarreal
Había escuchado acerca de la lucidez terminal, pero cuando estás inmerso en la enfermedad de tu familiar, te olvidas que eso existe. Con mamá, fueron 2 veces. El diagnóstico medico fue claro, le queda muy poco tiempo de vida. Ese domingo la familia que siempre había estado al pendiente de ella fue para estar con ella, cantar y hacerle saber lo mucho que la amaba. Esa tarde ella nos dijo a todos, "yo ya me voy con el Señor", yo estaba a su lado, y le dije, sí mamá cuando te quieras ir está bien, me volteó a ver con sus grandes ojos y me dijo "¿de verdad?" y le confirmé con un abrazo, está bien que te vayas con Dios cuando estés lista.
Al siguiente día, consciente que estábamos en sus últimos momentos, decidí estar ahí todo el tiempo, solo me fui un rato a la oficina a dejar unos pendientes más urgentes, esa tarde al regresar, se sentó cómodamente, comió poquito, y empezó a platicar con muchas ganas, como en sus días buenos, me sorprendió tanto verla tan bien, que se unieron a la platica mi hermano y mi sobrino, se veía tan bien que yo misma pensé que tal vez el diagnostico no era tan drástico, pero solo fue como una hora, después me dijo, "ya me quiero acostar en mi cama", le preparé su cama, y entre los 3 la acostamos, me senté en el sillón a su lado, y le dije que si quería cantar, me dijo "claro", y así lo hicimos cantamos unos himnos y le leí la Biblia. Esa noche se quedó mi hermano con ella, durmió bien, en la mañana pidió café, pero ya no tomó ni comió nada después de las 10 de la mañana y a partir de ahí empezó su agonía, abría los ojos poco, y platicó muy poquito ese día, el día siguiente ya no habló, ya solo reaccionaba a las personas, que fueron a verla y a orar con ella.
Me de paz y alegría saber que sus últimas horas estuvo rodeada de amor y oraciones, que no estuvo sola ni un momento, y que al final solo ella y yo nos quedamos juntas hasta que dio su último aliento y se fue con Dios.
Edith Reyna-Villarreal