Para ello analizaron los aviones que regresaban de las misiones para ver dónde recibían más impactos.
Descubrieron que las balas se concentraban en las alas y en la cola.
Era lógico pensar que esas áreas necesitaban refuerzos, pero justo antes de iniciar, un matemático, Abraham Wald, los detuvo.
–Lo que hay que reforzar no es donde impactaron las balas....
Pero los militares no lo entendían.
– Ustedes están viendo los aviones que lograron regresar. Lo que hay que reforzar es el resto del avión!
El problema no era de datos, era de interpretación.
Y se parece mucho a uno que en la vida enfrentamos muy seguido.
Nos fijamos mucho en lo que va mal, en lo que falta. Pero rara vez nos detenemos a ver lo que sí salió bien. Tenemos muchos datos de lo que va bien, pero nos cuesta interpretarlos.
Y no pasa nada, es normal, pero tiene un costo: nos perdemos de una de las fuerzas más poderosas: la energía del agradecimiento.
La de enfocarse primero en lo bueno.
En lo que funcionó.
En lo que hay que agradecer.
Para desde ahí sembrar.
Hay que fijarse en lo que salió bien, para desde ahí, vivir cosas que están mejor.
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