Era una vez un Gran Samurai que vivía cerca de Tokio. Aunque Viejo, se dedicaba a enseñar el arte zen a los jóvenes. A pesar de su edad, corría la leyenda de que aún era capaz de derrotar a cualquier adversario.
Cierta tarde, un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos apareció por allí. Quería derrotar al Samurai y aumentar su fama. El viejo aceptó el desafío y el joven comenzó a insultarlo. Pateó algunas piedras hacia él, escupió en su rostro, gritó insultos, ofendió a sus ancestros...etc.
Durante horas hizo todo para provocarlo, pero el viejo permaneció impasible. Al final del día, sintiéndose ya exhausto y humillado, el guerrero se retiró. Y los alumnos, sorprendidos, preguntaron al maestro como pudo él soportar tanta humillación.
- "Si alguien llega hasta ustedes con un presente, y ustedes no lo aceptan, ¿a quién pertenece el presente?"
- "A quien intentó entregarlo," respondió uno de los discípulos.
- "Lo mismo vale para la injuria, la rabia, la calumnia y los insultos. Cuando no son aceptados, continúan perteneciendo a quien los traía consigo."
Fe, perdón y amor, son las tres patas de la silla de la paz, y sin estas no puede sostenerse. Si aceptamos con humildad que necesitamos la paz, debemos crecer en estos tres regalos que se nos confían para mantener esa paz aun en las circunstancias más adversas, llámense pruebas o tentaciones, esto es poner en práctica la fe, el perdón y el amor diariamente y con todos.
Que hoy como el Samurai no cargues la indignación que trae otro
Nadie ni nada puede quitarte tu paz, a menos que tu lo permitas
No hay comentarios.:
Publicar un comentario