Hoy, la situación ha cambiado, dependemos tanto unos de otros, y estamos tan íntimamente unidos, que no podemos superar los peligros de nuestra propia existencia, y mucho menos generar paz y felicidad, sin un sentimiento de responsabilidad universal, sin un sentimiento de hermandad universal y sin un convencimiento de que todos formamos parte de una gran familia humana. Aunque el incremento de interdependencia entre naciones debería generar una atmósfera más comprensiva, en realidad, es difícil lograr un espíritu de verdadera cooperación, ya que hay personas que permanecen completamente indiferentes a los sentimientos y a la felicidad de sus semejantes. Cuando las personas actúan motivadas, sobre todo por la codicia y la envidia, no pueden vivir en armonía. Un acercamiento espiritual puede que no resuelva todos los problemas políticos causados por el espíritu egocéntrico que existe, pero, a largo plazo, sí podrá superar el origen de las dificultades con las que nos enfrentamos en la actualidad. Por otra parte, si la humanidad continúa resolviendo sus problemas considerando sólo las conveniencias a corto plazo, las generaciones futuras tendrán ante sí enormes dificultades. La población mundial está aumentando y los recursos naturales se van agotando rápidamente. Podemos poner a los árboles como ejemplo, nadie sabe con exactitud cuáles serán las consecuencias con respecto a la masiva deforestación, con respecto al clima, al suelo y al sistema ecológico mundial en general. Nos enfrentamos a tantos problemas porque la gente se preocupa por resolverlos sólo a corto plazo, de forma egoísta y desconsiderando al resto de la humanidad. No piensan en el mundo ni en las consecuencias a largo plazo para la vida del planeta. Si nosotros las personas de la actual generación, no meditamos sobre todo esto, las generaciones futuras no podrán hacer frente a tantas calamidades.
Dalai Lama
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