El puente de Brooklyn que atraviesa el río Este uniendo a la Isla de Manhattan con Brooklyn es un puente milagroso. In 1863, un creativo ingeniero llamado John Roebling tuvo la inspiración para este puente espectacular. Roebling había hecho una importante carrera desarrollando "puentes suspendidos". Sin embargo, expertos constructores de puentes que había consultado en sus viajes le habían recomendado que abandonará la idea, que no podía lograrse.
Roebling convenció a su hijo, Washington, quien era un joven estudiante de ingeniería que el puente podría construirse. Juntos desarrollaron los conceptos de como podía lograrse y como superar los obstáculos que traería.
Con gran entusiasmo e inspiración, contrataron un equipo y comenzaron a construir su puente soñado.
El proyecto solo tenían unos meses de construcción cuando un accidente en un en el sitio le costó la vida a John Roebling en 1869 debido a una infección mal atendida.
Su hijo Washington asumió la supervisión de la obra pero, al año siguiente, cuando trataba de extinguir el fuego de un incendio en un pozo de cimentación, el aire comprimido le causó CDS (enfermedad de descompresión) quedando con daño cerebral e incapaz de hablar o caminar. Todos sintieron que el proyecto debía abandonarse dado que los Roeblings eran los únicos que sabían como debía construirse el puente.
Aun cuando Washington no podía moverse o hablar, su mente era tan aguda como siempre, y tenía todavía un ardiente deseo de completar la construcción del puente. Le vino una idea cuando se recuperaba en la cama del hospital, y desarrolló un código de comunicación.
Todo lo que podía mover era un dedo, así que tocó el brazo de su esposa, Emily Warren, con ese dedo, golpeteando un código para comunicarle lo que debía decir a los ingenieros que estaban construyendo el puente.
Por trece años, Washington golpeteó sus instrucciones con su dedo mientras su esposa, que había aprendido a su lado ingeniería de puentes , transmitía instrucciones y supervisaba la obra con su marido ausente como ingeniero en jefe, hasta que el espectacular puente de Brooklyn fue finalmente completado.
La resiliencia es la capacidad que tiene una persona o un grupo de recuperarse frente a la adversidad para seguir proyectando el futuro. Esto incluye la capacidad para superar traumas psicológicos y físicos. La familia Roening había tenido un pasado difícil. John dejó Prusia con su hermano porque no había futuro para él como ingeniero, sin embargo tuvo que convertirse en granjero para sobrevivir cuando llego a Estados Unidos antes de retomar su llamado. Su hijo Washington luchó en la guerra de secesión norteamericana y sobrevivió numerosas batallas, mientras su esposa Emily debió convertirse en su enfermera y colega para completar su sueño.
Nadie viene a este mundo a vivir en un lecho de rosas. En esta tierra somos formados para dejar un legado que inspire a las siguiente generaciones. Cuando Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso Dios declaró que tendría que ganarse el pan con el sudor de su frente y Eva pariría sus hijos con dolor. No fue un castigo, sino la consecuencia de su desobediencia. La humanidad nunca aprende en un contexto ideal y libre de problemas. Nadie crece sin desafíos, o madura sin aprender a enfrentar conflictos.
La vida nos ayuda a ser resilientes, a luchar por nuestro sueños, a conectar nuestros deseos con el corazón de Dios.
Se nos ha equipado para el desafío de la vida, Dios nos ha dado dones, talentos, nos ha permitido adquirir habilidades, crear conocimiento. No, nos dijo que este mundo estaría libre de aflicción pero nos mostró a través de Su hijo, Jesucristo, que podíamos vencer las circunstancias adversas, las aflicciones.
Años atrás experimente la resiliencia de forma muy personal. Uno de mis hijos tuvo problemas de adicción y debió permanecer un año en un centro para sanar. Esto causó dolor a todos en la familia, pero me impactó especialmente en mi forma de ver la vida. Mi hijo fue resiliente, se recuperó y pudo desarrollarse como un hombre íntegro y valiente. Ni él ni yo hemos olvidado lo vivido, porque perdonar y perdonarse a uno mismo no implica olvidar. Somos la suma de nuestras experiencias, pero nuestras decisiones intencionales nos mueven del pecado a la gracia, del fracaso a la victoria.
El mundo puede quebrantarnos, pero eso nos hace más fuertes donde somos lastimados.
Nadie que viva en negación puede adquirir resiliencia, puede vencer la aflicción que la vida inevitablemente traerá consigo. Es mejor dar la cara a los problemas que nos desafían, y recordarles que tenemos una misión en este mundo, que Dios esta con nosotros, y que con El de nuestro lado podemos cumplir el propósito de Dios para esta vida temporal.
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