Una serendipia es ...
Una serendipia es un descubrimiento o hallazgo afortunado e inesperado. Así que espero que lo que aquí encuentres sea afortunado y útil para tu crecimiento, además que sea inesperado pues siempre se recibe todo gratamente cuando no tienes expectativas.
06 enero 2016
Tragedia o bendición
A principios de 1900 la familia Clark en Escocia tenía un sueño. El jefe de la familia Clark y su esposa trabajaban mucho para ahorrar lo suficiente y así poder cumplir su sueño de emigrar a los Estados Unidos con sus nueve hijos.
Les tomó varios años pero finalmente pudieron ahorrar suficiente dinero para cubrir los gastos de los pasaportes y las reservaciones para que la familia entera pudiera viajar en un nuevo crucero a los Estados Unidos.
Toda la familia estaba emocionada con anticipación sobre la nueva vida que tendrían. Sin embargo, tan solo siete días antes de su partida desde el puerto de Southampton, Inglaterra, el 3 de abril de 1912, el hijo menor fue mordido por un perro. El médico atendió al niño y suturó la herida pero colgó un hoja amarilla en la puerta principal de los Clark. Debido a la posibilidad de rabia, la familia entera fue puesta en cuarentena por catorce días.
Los sueños de la familia quedaron destruidos. Ya no podrían hacer el viaje al continente americano como habían planeado. El padre desilusionado y enojado salió atropelladamente al muelle para ver al barco partir - sin la familia Clark - el 12 de abril de 1912. El padre derramó lagrimas de desilusión y maldijo tanto a su hijo menor como a Dios por su mala fortuna.
Cinco días después, las trágicas noticias circularon por toda Escocia - el poderoso Titanic se había hundido al colisionar de noche contra un témpano de hielo. El barco que sus constructores afirmaban que no podía hundirse se había hundido en las frías aguas llevando consigo las vidas de 1.517 personas, entre adultos, ancianos, jóvenes y niños.
La familia Clark debía estar a bordo del Titanic, pero debido a que el hijo menor había sido mordido por un perro se habían quedado en Escocia.
Cuando el Señor Clark escuchó las noticias, abrazó a su hijo y le agradeció por salvar a la familia. También agradeció a Dios por salvar sus vidas y convertir lo que pudo ser una tragedia en una bendición.
Esta historia de la vida real despierta en nosotros sentimientos entremezclados. Por un lado, observamos que una familia fue salvada milagrosamente de un tragedia por lo que en principio parecía una maldición. Por otra parte, nos preguntamos por qué debían morir ahogadas 1.517 personas, creyentes y no creyentes, mientras una familia con nueve hijos sobrevivía.
Es una tentación frecuente jugar a ser dios y tratar de explicar con nuestro limitado raciocinio la fortuna de unos y el infortunio de otros. Eso hace que muchos se enojen con Dios y renuncien a seguirlo. No pueden aceptar a un Dios omnipotente y soberano. De alguna manera queremos doblarle el brazo a Dios para que todo resulte conforme a nuestra conveniencia o sentido común.
Es triste comprobar que este tipo de soberbia humana es la misma que llevó a los constructores del Titanic y a los empresarios que lo financiaron a considerar su barco "insumergible" e innecesario instalar los botes reglamentarios necesarios en caso de naufragio. Cuando se leen los testimonios de los sobrevivientes, se sabe que mas de uno de los botes salvavidas con espacio libre pudo haber regresado a salvar a muchas de las personas que flotaban sobre las heladas aguas. Pero no lo hicieron, porque temían que los desesperados hundieran sus embarcaciones si se acercaban. ¿Cuantas vidas se pudieron salvar si quienes estaban a salvo en los botes salvavidas no hubieran sido presa del temor o los constructores navales hubieran colocado suficientes botes?
Sin embargo, es injusto tratar de corregir el pasado con base en la experiencia que ya hemos documentado. Nadie puede cambiar el pasado, y nadie conoce el futuro. Solo tenemos el presente para tomar decisiones y actuar. Es fácil juzgar a los demás o al mismo Dios desde la perspectiva del presente. Lo hacemos continuamente. Tal parece que no hemos aprendido algo de humildad y la arrogancia de pretender tener el control nos domina y lleva a cometer los mismos errores del pasado.
Ni usted, ni yo somos Dios. Pero hay un Dios que nos da libre albedrío para elegir continuamente entre lo bueno y lo malo, la vida y la muerte. Y si a alguien debemos culpar de los resultados de nuestras decisiones es a nosotros mismos. Es cierto que Dios ofrece inteligencia y sabiduría a quien carece de ella, pero se requiere humildad para aceptar consejo y callarse para escuchar a quien realmente conoce el futuro porque ya se encuentra allí.
Al iniciar este nuevo año, tenemos la costumbre de hacer promesas que se parecen mucho a las de los años anteriores y que tienen en común no haber pasado de eso. Tal vez parece que somos la única especie que se golpea hasta tres veces con el mismo obstáculo. ¿Qué tal si cambiamos nuestra perspectiva? Y en lugar de ser redundantes, ponemos nuestra mirada en Dios. Le damos la oportunidad de manifestarse en nuestra vida donde El sabe que realmente necesitamos cambiar. Un día a la vez.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario