Una serendipia es ...

Una serendipia es un descubrimiento o hallazgo afortunado e inesperado. Así que espero que lo que aquí encuentres sea afortunado y útil para tu crecimiento, además que sea inesperado pues siempre se recibe todo gratamente cuando no tienes expectativas.

11 mayo 2020

El viejo pescador

La casa se ubicaba exactamente frente a la entrada de la Clínica del Hospital John Hopkins, en Baltimore. Una familia vivía en el primer piso y alquilaba el segundo a algunos pacientes de la clínica que vivían fuera y buscaban donde quedarse mientras duraba su tratamiento. Una tarde de verano mientras preparaba la cena, la señora de la casa escuchó que tocaban a su puerta. Abrió y vio a un anciano verdaderamente repugnante.

“Es un poco más alto que mi hijo de ocho años”, pensó la mujer mientras miraba su cuerpo pequeño y arrugado. Lo más aterrador era su rostro, deformado a causa de la hinchazón, y las heridas que todavía estaban en carne viva. Sin embargo, su amable y dulce voz contrastó radicalmente el escenario cuando dijo; “Buenas noches. He venido a ver si usted tiene una habitación disponible tan sólo por una noche. He venido esta mañana desde la costa este para un tratamiento y no hay ningún autobús para regresar hasta mañana temprano.”

Luego le comentó que había buscado un cuarto por varias horas pero no había tenido éxito, pues al parecer nadie tenía habitaciones disponibles. “Debe ser por mi rostro…sé que se ve horrible, pero mi doctor dice que con algunos tratamientos más…”

Por un momento vaciló en aceptarlo como huésped, pero sus siguientes palabras la convencieron: “Puedo dormir en esta mecedora aquí afuera, en la entrada. Mi autobús sale mañana temprano”. Le dijo que buscaría una cama, y que descansara en la entrada. Entró y terminó la cena. Cuando todo estuvo listo le preguntó al anciano si le gustaría cenar. “No gracias. Tengo suficiente” mientras levantaba una bolsa de papel marrón.

Cuando termino de lavar los platos, salió a la entrada para hablar con él por unos minutos. No le fue difícil darse cuenta de que ese hombre tenía un inmenso corazón viviendo en su pequeño cuerpo. Le dijo que pescaba para mantener a sus seis hijos – cinco hombres y una mujer – y a su esposa, quien había quedado invalida por un problema en la columna. No lo contaba para quejarse; de hecho usaba mucho el “gracias a Dios”. Estaba agradecido de no sentir dolor alguno por su enfermedad, que era aparentemente algún tipo de cáncer en la piel. Sobretodo, agradecía mucho a Dios por la fortaleza que le daba para poder seguir adelante.

A la hora de dormir lo pusieron en una tienda de campaña en el cuarto de los niños. Cuando la señora se levantó por la mañana, las sábanas estaban perfectamente dobladas y el pequeño hombrecito estaba afuera en la entrada. No quiso tomar desayuno, pero poco antes de que se fuera, y como si pidiese un gran favor, le preguntó, “¿Podría quedarme aquí la próxima vez que reciba el tratamiento? No la incomodare en lo más mínimo. Puedo dormir cómodamente en una silla”.

Se detuvo un momento, y luego añadió, “Sus niños me hacen sentir en casa. A los adultos les asusta mi rostro, pero a los niños parece no importarles”. Le contestó que era bienvenido en cualquier ocasión.

En su siguiente visita llegó poco después de las siete de la mañana. Trajo de regalo un gran pescado y una cuarta de las ostras más grandes que haya visto su anfitriona. Dijo que las había limpiado aquella mañana para que estuvieran frescas y deliciosas. Ella sabía que su bus salía a las 4:00 am y se preguntaba qué tiempo tuvo para levantarse y preparar eso para ellos.

Durante los años que vino a quedarse con ellos siempre les traía pescados, ostras y vegetales de su jardín. También recibían paquetes por correo, siempre con reparto especial; pescados y ostras empaquetados en una caja de espinaca fresca, con cada hoja cuidadosamente lavada. Sus regalos tenían un doble valor ya que que tenía que caminar tres millas hasta el correo y por sus escasos recursos. Cuando la mujer recordaba estas cosas, pensaba en un comentario que le hizo su vecino después de que el anciano partió aquella primera mañana.

“¿Alojaste a ese repugnante hombre anoche?” ¡Yo lo rechacé! ¡Puedes perder clientela recibiendo gente así!” Probablemente haya perdido clientela una o dos veces, reconoció la mujer. Pero si tan sólo lo hubieran conocido, tal vez sus enfermedades hubieran sido más fáciles de sobrellevar. Sé que nuestra familia estará siempre agradecida de haberlo conocido, aprendimos de él a aceptar sin quejas lo malo y aceptar con gratitud a Dios lo bueno.

Recientemente estaba visitando a un amigo que tiene un vivero. Me estaba mostrando sus flores hasta que llegamos a la más bella de todas, un crisantemo dorado floreciendo. Pero para mi sorpresa, estaba creciendo en un viejo balde oxidado y abollado.

Pensé por un momento, si esta fuera mi planta, la pondría en la mejor maceta que tuviera. Mi amigo me hizo cambiar de parecer. “Me quede sin macetas”, me explicó, “y sabiendo cuán bella sería esta flor, pensé que no importaría que brotará en este viejo balde. Es sólo por un corto tiempo hasta que la pueda poner en el jardín”.

El debe haberse preguntado por qué sonreí, pero me estaba imaginando esta escena en el cielo. “Aquí esta uno especialmente hermoso” debe haber dicho Dios al encontrarse con el alma del viejo pescador. “No le importó empezar en este pequeño cuerpo”. Todo esto pasó hace mucho tiempo, y ahora, en el jardín de Dios, cuán alto debe erguirse la hermosa alma del viejo pescador.

1 Samuel 16:7 (LBLA)
“La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero Dios mira el corazón”

Juan Carlos Flores Zúñiga


No hay comentarios.:

Publicar un comentario