El consuelo es el arte de hacer la más hermosa pregunta, acerca de 
nosotros mismos, de nuestro mundo o de los demás, en el momento más 
salvajemente difícil y poco bello. El consuelo es lo que debemos buscar 
cuando la mente no es capaz de soportar el dolor, la pérdida y el 
sufrimiento que a la larga, afecta cada vida y cada esfuerzo; cuando el 
anhelo no da fruto en una forma que podamos reconocer, cuando las 
personas que amamos desaparecen, cuando la esperanza debe tomar una 
forma completamente diferente de la que habíamos concebido. 
El 
consuelo es el hermoso e imaginativo hogar que construimos en donde la 
decepción puede llegar para ser rehabilitada. Cuando la vida, de ninguna
 manera parece sumar nada, debemos poner atención a esa parte de 
nosotros que jamás ha deseado una vida de simples cálculos. El consuelo 
lo encontramos al permitir que la sabiduría innata del cuerpo pase a un 
primer plano, la parte de nosotros que ya sabe que es mortal y que debe 
realizar su partida como todo lo demás, llevándonos, cuando la mente no 
puede soportar lo que se está viendo o escuchando, hacia el canto de las
 aves del árbol que está por encima de nuestras cabezas, incluso si se 
nos está avisando de alguna muerte, cada nota es la esencia de una 
desdicha y de un  amanecer; de la corriente de una vida que sigue 
adelante, pero que de alguna manera, y muy bellamente, sobrelleva, 
soporta e incluso celebra la vida que se acaba de perder. Una vida que 
no podríamos ver ni apreciar hasta que haya sido arrancada de nosotros. 
Ser consolado es ser invitado a la terrible tierra de la belleza en 
donde aguarda nuestra inevitable desaparición, a una voz que no calma 
falsamente, sino que toca el epicentro de nuestro dolor o articula la 
esencia de nuestra pérdida, para después emanciparnos tanto en la vida 
como en la muerte como un mismo derecho de nacimiento. 
El 
consuelo no es una evasión, tampoco una cura para nuestro sufrimiento, 
ni un estado de mente bien confeccionado. El consuelo es ver y 
participar directamente, la celebración de la belleza que va y viene, la
 aparición y la desaparición de la cuál siempre hemos sido parte. El 
consuelo no pretende ser una respuesta, sino una invitación, a través de
 la puerta del dolor y la dificultad, a la profundidad del sufrimiento y
 la belleza simultánea en el mundo en donde la ingeniosa mente, por sí 
misma, no puede entender ni dar sentido. Buscar consuelo es aprender a 
hacer preguntas más agresivas y exquisitamente precisas que re-definan 
nuestras identidades y nuestros cuerpos y nuestra relación con los 
demás. Mantenernos de pie ante la pérdida pero sin sentirnos abrumados, 
nos convierte en útiles, generosos,  compasivos, e incluso divertidos 
compañeros para los demás. Pero el consuelo también nos hace preguntas 
muy directas y contundentes. En primer lugar, ¿cómo soportar lo 
inevitable? ¿Cómo soportarlo a través de los años? Y, sobre todo, ¿cómo 
dar forma a una vida igual de bella y sorprendente a la de un mundo que 
te dio nacimiento, te llevó hacia la luz y después te hizo desaparecer?
 David Whyte 
(Solace: The Art of Asking the Beautiful Question)

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